La obsolescencia de las facultades de comunicación de cara a las nuevas tecnologías

Suele ocurrir cada cierto tiempo que la realidad obliga a modificar los programas universitarios. Algunos se empeñan en dar la razón a los que afirman que el periodismo se aprende ejerciéndolo aplazando el cambio más de la cuenta. Que nada tiene que ver lo que se estudia en las facultades de comunicación con el día a día de una disciplina que tiene más de oficio que de profesión. Sea así o no, lo cierto es que en la actualidad nos encontramos inmersos de pleno en uno de esos ciclos de cambio necesario.

De la misma forma que las promociones de las dos últimas décadas del pasado siglo vivimos la revolución de los ordenadores personales, los programas de maquetación, los editores de texto, los sistemas en red o los albores de Internet, los estudiantes de hoy en día difícilmente encuentran en sus libros aquello con lo que luego se topan en redacciones, emisoras, estudios y salas de producción de la información en cualquiera de sus vertientes.

Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que tener acceso a un Mac, una cámara, una mesa de montaje o un simple micrófono era todo un privilegio y más bien una odisea para la mayoría de aprendices. Muchas universidades supieron verlo y enfocaron rápidamente sus programas hacia la práctica, creando sus propios medios por los que los futuros licenciados tenían que pasar obligatoriamente durante un número de horas para aprobar las asignaturas.

Hoy, todo estudiante tiene todos esos adelantos técnicos en su ordenador portátil o incluso en su smartphone, con la posibilidad de emitir en directo desde cualquier lugar en el que se encuentre. Se trata de una de las claves del profundo cambio del ejercicio del periodismo. Una modificación súbita y completa del paradigma que ha dejado atrás a muchos profesionales con décadas de trayectoria que no han sabido adaptarse. Lo mismo ocurre en las facultades.

Por eso se hace más necesario que nunca que las universidades sigan siendo ese templo del saber donde los futuros informadores puedan adquirir una profunda formación cultural y humanística, pero también técnica. Es ahí donde las actuales herramientas juegan un papel fundamental. Redes sociales, instrumentos de analítica, de observación, Big Data y, lo que es más importante, la comprensión de las nuevas reglas del juego, con sus tiempos y peculiaridades tras una crisis que ha arrasado a gran parte del sector pero que ha generado múltiples oportunidades para nuevas fórmulas, deben ser puestas a disposición del estudiante.

Foto: Marga Ferrer

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