No es ninguna novedad. Que los diarios se encuentran al borde del precipicio hace tiempo que se viene afirmando, pero siempre con un halo de esperanza, de que el Periodismo puede resurgir de sus cecinas. Este optimismo se ensombrece cada vez que salen nuevos datos que nos vienen a decir que el abismo está más cerca que nunca.

Los datos auditados por la OJD de este verano indican que los seis principales periódicos nacionales vendieron 324.083 diarios en julio, lo que representa una caída del 14,3% interanual, mientras que en agosto fueron 316.288 ejemplares, si bien es cierto que este es el mes que menos prensa se consume. Lo que sucede es que se encuentra en mínimos históricos.

Así pues, El País, El Mundo, ABC, La Razón, La Vanguardia y el Periódico aglutinaron, todos ellos, menos ejemplares que los vendidos solo por El País en mayo de 2007, cuando fueron 344.412, según ha informado El Español. La crisis es más que evidente, aunque hace tiempo que se viene alertando de la misma.

Los nuevos medios digitales, así como el avance de las nuevas tecnologías son el origen de los problemas que arrastra la prensa diaria, pues no han sabido o no quisieron en su día adaptarse a los cambios estructurales que estaban acaeciendo. A ello se suma la politización de la prensa, lo que acarrea una disminución de su credibilidad. En este sentido, cuando se conozcan los datos de la OJD de septiembre y octubre con motivo del ‘procés’ catalán se podrá conocer si ha habido un resurgimiento por el interés informativo o, en cambio, la polarización ha hecho que se hundan aún más.

Ante este escenario, las soluciones tienen que ser rápidas, ya que en unos años podríamos certificar de muerte la prensa tradicional. Y, todo ello, pasa por lo digital en consonancia con lo online. El modelo de referencia es el Washington Post, que ha superado el millón de suscriptores, mientras que el New York Times acumula 2,3 millones. La clave se encuentra en los milennials, pues están acostumbrados a pagar por aquellos productos online de calidad, un público muy descuidado por la prensa española.

Los medios de comunicación deben de ser conscientes de que el papel se difumina y que la importancia de los contenidos se encuentra ahora en Internet y en la noticia en directo que se muestra en las redes sociales. De hecho, Reuters lanzó un informe que pide a las redacciones replantearse el peso del papel para optar por publicar sus contenidos de calidad en la página web vía suscripción.

Asimismo, esto supone una nueva mirada a la publicidad, ya que esta no para de caer y caer en los medios impresos. Google y las redes sociales han incrementado exponencialmente los ingresos publicitarios, ¿por qué no apostar firmemente por esos formatos? Llega a más público y este puede estar dispuesto a pagar por los informaciones preparadas por profesionales.

Todo esto supone que el modelo de negocio de las prensa tradicional debe ser modificado. Así lo aseguro, además, el director de El País, Antonio Caño, durante la celebración del aniversario del diario portugués Público donde aseguró ue el Periodismo “está seriamente amenazado”. Indicó también que hay que ir a buscar a los lectores pues, “ya no vienen a los quioscos, hay que buscarlos donde están, sea Facebook o Instagram”. Ello pasa también por pensar cuál es el papel profesional del periodista con el fin de darle el valor que se merece y que la sociedad lo perciba como un actor fundamental.

Los periódicos y su vertiente digital deben también de adaptarse a los nuevos formatos que los usuarios de la web 2.0 están imponiendo, desde los vídeos verticales y cortos, el seguimiento minuto a minuto de un evento (‘live blogs’) o las newsletter para suscriptores y para aquellas personas que se han inscrito en el feed para seguir las noticias.

Ante este panorama tan desolador para los diarios, la frase “reinvertarse o morir” cobra más sentido que nunca. Ya no están al borde del precipicio, se hallan cayendo por el abismo, y si no se adoptan soluciones rápidamente veremos la prensa en papel solo durante el fin de semana o, simplemente, no la veremos.