Pedro Simón: “Hay que quitar solemnidad al periodista que toca heridas”

El madrileño Pedro Simón ha levantado su carrera sobre los huecos que la industria periodística deja por cubrir. Huecos oscuros y densos, pero casi siempre gratificantes. En el recién publicado libro ‘Crónicas Bárbaras’ cose algunas de sus mejores historias humanas, de sus peores huecos, con el hilo conductor de la compasión; y nos lo ofrece envuelto en un mensaje de cierto optimismo gremial: el periodismo social no ha muerto, todavía tiene público y benefactores. 

¿Qué podemos leer en ‘Crónicas Bárbaras’?

Son crónicas cosidas desde el dolor y desde la paradoja. Creo que allí donde hay una paradoja o una herida también hay una historia que contar, y en el libro contiene muchas historias de este tipo. Me gusta decir que quienes aparecen en el libro son personas ejemplares, aunque tengan vidas llenas de taras. Hay drogodependientes, mujeres que han sufrido violaciones, personas que han pasado casi toda su vida en la cárcel, gente que ha matado a alguien hablando con la viuda del muerto… Yo creo que hay ejemplaridad en todo eso, porque uno no es la hostia que se da en la vida, sino lo que hace después de esa hostia. Y de algún modo toda esa gente tiene algo de ejemplar, que es que está ahí contándolo y diciendo que su vida tiene sentido. 

¿Cómo te desapegas de estas historias?

Hay que quitar solemnidad al periodista que toca heridas. Éste no es más –tampoco menos– importante que un panadero, un odontólogo o un vendedor de una tienda de juguetes. Creo que en la cadena trófica del dolor, en la parte más alta estarían las víctimas, debajo los familiares, un poco más abajo los trabajadores sociales, terapeutas médicos y psicólogos que les atienden y mucho más abajo los reporteros que cuentan sus historias. Cuando me hablas de cauterizar heridas, te diré que se hace con naturalidad. El periodista está un poco de paso y tampoco es un tipo que se tenga que poner una camiseta de la Marvel y salvar a la humanidad. Creo que tiene que contar la historia y tratar que la gente no pase de largo delante de una historia de este tipo. 

¿Cómo sueles llegar a este tipo de historias? ¿Qué método recomiendas a alguien que se quiere dedicar al periodismo social?

Me cuesta mucho dar consejos porque yo soy cualquier cosa menos ejemplar. Más que lo que hay que hacer, te podría decir lo que no hay que hacer: por ejemplo, no se debe ir a los sitios con prejuicios o ideas predeterminadas. No hay que aburrir con los textos. Tampoco hay que tener un aire moralizante. No creo que el periodista tenga que ser un tipo audaz que roba la foto de un muerto, sino todo lo contrario, creo que tiene que ser un buen tío, y creo que ser buen tío tiene rédito a largo plazo. No creo que el reportero tenga que hablar más que escuchar. La autoridad del periodista está en haber ido, haber escuchado, haber vuelto y poder contarlo. También creo que el periodista tiene que contrastarlo absolutamente todo. Y luego creo que tenemos que tratar con un respeto exquisito a la persona que tengamos delante, sea cual sea su biografía, porque es una persona que se está desnudando y te está contando su mierda. 

¿Cómo evitas la condescendencia y el paternalismo?

Es difícil, seguramente a veces la habré cagado y habré cometido ese pecado. Lo que intento es escribir un texto en el que la persona se vea reflejada, que no arañe ni le insulte, hasta el punto de que, cuando el texto ha sido muy delicado, le he dado a leer el texto antes de que se publicase. No lo hago con un político o un empresario, sí lo hago con una mujer que ha sido violada, sí lo hago con un científico –porque no me gusta meter la pata en la terminología–. En cuanto al paternalismo, como siempre intento hablar en el mismo plano, de igual a igual, creo que estoy a salvo de eso, pero supongo que en alguna ocasión he cometido ese error. 

¿Cómo trabajas el periodismo social sin acabar en el activismo militante?

El reporterismo que habla de la gente que tiene heridas o paradojas, que a lo mejor también está relacionado con la juventud, tiene que evitar ponerse la camiseta de una ONG. Yo creo que el periodista no tiene ni que salvar ballenas ni que salvar niños. El periodista tiene que conseguir que cuando alguien entre por la mañana a la web de tu periódico, vea tu reportaje, se pare a mirar y se le atragante el desayuno. Si mientras se come la magdalena se plantea algo, le genera una pequeña transformación interior, entonces nos podemos dar por muy satisfechos. Pretender cambiar el mundo es un pecado casi de soberbia, ¿quiénes somos los periodistas para cambiar el mundo si no lo hacen ni los científicos?

El periodismo político o económico, casi siempre declarativo, suele ocupar una porción importante del espacio gestionado por cualquier diario grande, de modo que no queda demasiado hueco para el periodismo social. ¿Crees que los medios se han deshumanizado? 

Sí, sí lo creo, pero porque la sociedad también se ha deshumanizado y al final los medios son su reflejo. Estamos en una época en la que el periodismo se ha transformado de un modo brutal, sobre todo a consecuencia de la autoimagen y lo reputacional, lo que piensan de nosotros en las redes.

Creo que esta profesión antes era más un oficio donde importaba quien lo contaba mejor, y ahora es una carrera en la que importa quien lo cuenta antes. Es verdad que luego la gente sí consume historias que funcionan como espejo, historias universales que tiene que ver con el dolor, el miedo, la desesperanza, la esperanza, el amor, etc. Todas estas historias nos afectan más que el IBEX 35, así que creo que por ahí sí hay un consumo, lo que pasa es que las empresas de comunicación solo ponen eso en la palestra si consiguen monetizarlo. Generalmente los medios han sido copados por otras voces que tienen que ver con el mundo empresarial y económico, porque ellos son los que embridan al poder político y el poder político a su vez embrida al poder periodístico, con lo cual, en ese juego de muñecas rusas la última de ellas sería el lector. Aunque a éste le interese lo rabiosamente humano, siempre hay otras prioridades. 

Sabiendo todo esto, ¿invitarías a los estudiantes a que se dediquen al periodismo social? ¿O lo desaconsejas?

Yo creo que no hay nada más acojonante que estar con una mujer que le ha salvado la vida doce personas en una patera dándoles el pecho, como me asegura. La gente tiene que valorar si prefiere tener delante a una persona así, o a una persona como Pedro Sánchez o como Pablo Casado. Que considere qué es lo que más le va a aportar en la vida y entonces elija a sus interlocutores y qué historias quiere contar. 

Pero, ¿quedan directores de periódico que quieren leer a esos interlocutores?

Sí, estamos a salvo porque dichas historias se consumen, se leen. Aunque hay una deriva de gente pesimista, todavía hay una pequeña hoguera de gente que le interesa estas historias.

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