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Recién cumplidos los cien primeros días, podría decirse que el Gobierno del Doctor Sánchez se mueve al ritmo de la yenka -un pasito p’alante, un pasito p’atrás– fruto de sus exiguos 84 diputados y de los excesos de ímpetu al anunciar medidas que a veces responden más al ánimo de demostrar la fortaleza de la que se carece. “Es que tengo 84 diputados”, se lamentaba el presidente ante Ana Pastor en La Sexta para justificar el trecho entre el dicho y el hecho. Como si fuera una debilidad sobrevenida. Rectificar es de sabios, pero convertir la enmienda en comunión diaria traslada señales de improvisación. Por ejemplo en las bombas Marca España para Arabia Saudí, que pasaron de la noche a la mañana de ser imbéciles perdidas a inteligentes como si la Rey Juan Carlos les hubiese enganchado un máster en la punta.

En esas circunstancias de anemia congénita, la gestión de la imagen no es decorado ni atrezzo para el inquilino de la Moncloa, es la sustancia. El ministerio de la imagen y la comunicación concentra los mayores esfuerzos de Pedro Sánchez. Y el pirulí de RTVE tiene tanto poder de seducción como una gran garita para otear el horizonte y llevar bajo palio al Gobierno hasta 2020. Un altavoz para tirar de la recuperación del crédito socialista, dilapidado por Zapatero cuando insultó a los tres monos sabios al no ver, no oler y no oír ni la crisis ni sus consecuencias. ¿Se puede orillar el intento de quedarse con el mando de RTVE en esta telecracia en la que el Congreso se mudó a un plató de La Sexta los sábados por la noche? Por ahora, Pedro Sánchez parece que ha esquivado la tentación.

Por exigencias de la aritmética parlamentaria que le obliga a acuerdos para reformar el modelo, por convicción democrática y por el peso del prestigio adquirido por la tele pública en los tiempos en que la Ley Zapatero obligó a consensuar nombramientos y brilló la pluralidad con Fran Lorente de director de informativos. Pero la tentación huyó, sobre todo, porque resultaba insoportable la carga de manipulación pornográfica de los servicios informativos diarios y no diarios. Por ejemplo, el Informe Semanal de Jenaro Castro, que pasó de programa referente, casi de culto, a ventana propagandística. Por sus palabras y, especialmente, por sus silencios, que en ese caso (el no tratamiento a escandalazos Gürtel, por poner un caso) han sido muy atronadores. Aunque en cuestión de silencios y de ocultación de conflictos quedan lejos del Cum Laude del extinto Canal 9.

La caída del propio Castro, de Sergio Martín o de Pedro Carreño y la reposición de nombres como Xabier Fortes atestiguan al menos una voluntad de quitar carga de trabajo a un comité de informativos que no daba abasto a diseccionar tanto sesgo en los noticiarios. La llegada de Rosa María Mateo al cargo de administradora única provisional -hasta que se resuelva la selección por concurso de un nuevo consejo de administración- es una buena noticia. Y lo es, sobre todo, porque releva a un tipo llamado José Antonio Sánchez cuyo currículum está más teñido de episodios negros que la indumentaria de los periodistas que lucían prendas oscuras cada viernes para afear la manipulación en la cadena pública. Sánchez fue grabado por la policía en una comparecencia en el despacho del expresidente de la Comunidad de Madrid, el imputado Ignacio González, corazón y alma del escándalo Lezo. No ha trascendido que en la reunión con el presunto político y recaudador de mordidas en Sudamérica se hablara de pluralidad informativa. El expresidente de RTVE decidió que sobre las aguas turbias del Canal de Isabel II, mejor un fundido a negro.

La colección de silencios en estos años de plomo en la televisión pública alcanza también a algunas series y proyectos que ahora el nuevo director de ficción, Fernando López Puig, pretende exhumar porque su ostracismo resulta tan vergonzante como el culto al dictador Franco en el Valle de los Caídos. Por ejemplo, la segunda temporada de La República, que lleva años en lista de espera por razones ideológicas, según su creadora, Virginia Yagüe. Otra producción que permanece en el archivo circular es La Conspiración, de Pedro Olea. Una serie que versa sobre el golpe militar del general Emilio Mola en el 36, que, a la postre, dio inicio a la Guerra Civil.

Llegan buenas y malas noticias de RTVE. Noticias plurales. Informativos en los que se habla de la controversia sobre la tesis de Pedro Sánchez y en los que aparecen periodistas con hipótesis nada amables con el presidente. Ni más ni menos que lo que cabe exigir a una radiotelevisión pública. Aquella receta del “si no le gusta, cambie de cadena”, prescrita por el exministro Cristóbal Montoro a la diputada de Podemos Noelia Vera nacía del sectarismo de quien ignoraba que, al igual que Hacienda, RTVE somos todos.

Abril Antara

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