El 4 de diciembre de 2010 puede ser el hito que estableció en España el desembarco del comunicado oficial a las redes sociales, en general, y a Twitter, en particular. Coincidiendo con la huelga de controladores aéreos, tanto Aena como el Gobierno optaron por ofrecer la información de servicio de última hora a través de sus recién estrenadas cuentas en la red social de los 140 caracteres. Los pasajeros, incluso medios de comunicación marcados por la inmediatez como la radio, utilizaron esa vía para conocer cuándo saldrían sus aviones, la apertura progresiva de las pistas, el número de vuelos cancelados, los detalles de la declaración del estado de alarma…
Desde entonces, el aparato de la oficialidad ha ido aterrizando progresivamente en las redes sociales, sin reparar muchas veces en las características propias que presentan estos canales participativos, interactivos, opinadores e informativos. Asistimos a un calco de cómo los gabinetes, las oficinas de prensa o los departamentos de marketing y comunicación habían operado hasta ese punto en el otro lado del acontecer, el tradicional. Un camino que ha significado el establecimiento de una cortina de ruido donde antes había representaciones paralelas y constructivas de lo acontecido; incómodas, intuimos, para muchos.
El proceso continúa y el ruido llega a ser ensordecedor en ocasiones. Muchos han introducido el contenido tradicional en un molde social y lo han hecho con la virulencia de querer controlar sin estrategia ni lenguajes adaptados al nuevo contexto informativo un espacio a priori incómodo; de pretender acallar la significación conseguida por corrientes de opinión y ámbitos de participación bien distintos a los marcados desde siempre por expertos en nada, tertulianos a sueldo y comunicados oficiales vacíos con caracteres de paja.
Del ejercicio responsable y cualificado de los periodistas, pues, depende de que en las organizaciones, instituciones y medios de comunicación se interpreten los nuevos soportes informativos como algo más que un cauce unidireccional de proyección de datos sin alma, parciales y sin vocación de retorno.