El debate sobre la idoneidad para el periodista de beneficiarse del periodismo ciudadano que emergió en las redes sociales parece atenuarse en los últimos tiempos, especialmente desde que, más allá de que la sociedad ya está en Twitter, las normas de trabajo periodístico oficial heredadas de prácticas tradicionales se ha apoderado de los TL o de las biografías de otros canales sociales.
Las noticias relacionadas con la agenda-setting invaden las actualizaciones al ritmo de ‘copia y pega’, de RT sin contrastar o de titulares construidos por la ingeniería comunicadora de las instituciones y empresas, la misma que desde siempre han proyectado en las redacciones de los medios de comunicación y de la que ahora son testigos los mismos ciudadanos que hasta hace bien poco desconocían el funcionamiento de la maquinaria informativa oficial.
Una maquinaria que ha entrado en las redes sociales como elefante en cacharrería, sin caer en la cuenta de que el ruido que provoca perjudica seriamente el aprovechamiento de historias menos ruidosas y más humanas que las que encienden los TL con urgencias, alertas y últimas horas heredadas del minuto y resultado de agencias o de notas de prensa dosificadas a golpe de tuit.
Queda despejado, pues, el debate de la idoneidad de que el periodista se beneficie del periodismo ciudadano, atenuado por la oficialidad de informaciones alteradas por los conceptos de actualidad y noticia alejados del paralelismo interpretativo que había caracterizado a las redes sociales en una primera fase. Periodismo ciudadano, por supuesto, pero en la seguna fase actual parece estar en peligro de extinción en dichos canales ante el desembarco del rodillo oficialista que todo lo borra.