Tomàs Molina (@TomasMolinaB) es una de las caras más conocidas de la cadena de televisión autonómica catalana TV3 como jefe de meteorología y presentador del espacio El Temps y Espai Terra. Además, es el presidente de la Asociación Internacional de Profesionales de la Meteorología en España, miembro del Consejo de Administración del Servei Meteorològic de Catalunya y presidente del Consell Català de la Comunicació Científica, puestos a través de los que pone el acento, entre otras temáticas, en la importancia y la gravedad del cambio climático y en trasladar esa preocupación a la sociedad.
Su pasión por la comunicación y la divulgación de la meteorología le ha llevado a dirigirse también a los más pequeños a través de la lectura con libros como Contes del temps, Contes de l’univers y Contes de la Terra (Barcelona, La Galera. 2003, 2004 y 2006, respectivamente).
¿Qué lleva el profesional de la meteorología de formación y de vocación? ¿Desde joven te habías sentido atraído por el medio ambiente, su investigación y su comunicación?
Cuando era un niño me imaginaba de maestro de matemáticas. Estudié Física para poder ser profesor y en la carrera me interesó especialmente la astronomía. Nunca pensé en mi como hombre del tiempo o meteorólogo, pero la especialidad en mi época era Física de la Tierra y el Cosmos, y las asignaturas eran Astronomía, Meteorología, Física del Aire y Geofísica. Mientras cursaba cuarto de carrera hicieron las pruebas en TV3 y las gané yo. Así empecé a conocer la meteorología operativa y de pronóstico y comenzó a gustarme. Lo cierto es que enseguida me entusiasmó por lo que supone de reto intelectual y científico pronosticar el tiempo. En TV3 se ha invertido siempre en tecnología y en personas que desarrollen esta especialidad a primer nivel y es una gozada tener capacidad para poder implementar nuevas técnicas de pronóstico e incluso de presentación de la información meteorológica.
¿Cuáles son las claves para comunicar en televisión acerca de meteorología de manera clara y comprensible para el público general?
La comunicación del pronóstico ha evolucionado mucho los últimos años, especialmente, porque ahora todo el mundo lo tiene disponible en la pantalla de su móvil. Ahora los presentadores de televisión tenemos que aportar algo más al pronóstico que no sea tan solo acertar el tiempo que hará. Tenemos que ser capaces de explicar el porqué de ese tiempo futuro, explicando una historia que lo haga comprensible y que ayude a recordarlo. Tenemos que conectar con los espectadores y hablar del tiempo del que ellos hablan. Es como si lleváramos la conversación de ascensor a la televisión, pero para todos los ascensores de todas las ciudades y pueblos.
¿Cómo consigues ‘enganchar’ a tu público en ‘Espai Terra’ desde hace ocho años?
¡Es realmente complicado! Competimos a la misma hora con programas de la televisión más amarilla o concursos que reparten enormes cantidades de dinero mostrando reportajes sobre mariposas u olivos, y ganamos en muchas ocasiones. Creo que nuestro secreto consiste en que realmente nos interesa lo que mostramos y en que enfocamos los reportajes con la misma curiosidad que tendríamos si lo visitáramos con nuestra familia. Hacemos un programa muy segmentado, porque a esa hora en casa hay mucho trabajo y no es momento de sentarse tranquilamente a vernos.
¿Crees que el periodismo medioambiental tiene suficiente peso en los medios de comunicación tradicionales?
Los medios de comunicación actualmente van muy deprisa. Es prácticamente imposible poner nada que necesite de un tiempo de exposición o de comprensión prolongado. Eso se lo pone difícil a los temas científicos o de medioambiente. Nosotros lo intentamos y creo que lo conseguimos para una hora de prime time a base de simplificar al máximo los mensajes e intercalarlos con momentos de puro entretenimiento, pero es un ejercicio complicado.
¿Crees que en los medios de comunicación del país se está dedicando suficiente cuota de pantalla a la gravedad del cambio climático y a la necesidad de acciones para ayudar a frenarlo?
El cambio climático ha llegado para quedarse. Las noticias recurrentes y de exposición compleja son muy poco televisivas, incluso poco atractivas, para los medios dirigidos a grandes volúmenes de personas que están acostumbradas a titulares cortos y a textos sin grandes explicaciones. Nuestra sociedad penaliza mucho las informaciones trascendentes, con un descenso de su consumo. Es una realidad que va a más muy rápidamente y que está banalizando e, incluso, convirtiendo en falsos los titulares que llegan a la sociedad, que se hacen más para atraer a los lectores que para informarlos. Las informaciones como el cambio climático, los análisis políticos o económicos serios e, incluso, los sociales son muy difíciles de “vender”, y todavía más que el grueso de la sociedad los “compre”. El periodismo medioambiental tiene poco peso en los medios de comunicación porque la sociedad demanda realmente muy poco esa información. Esa es la realidad. Para conseguir introducirla hace falta ser muy imaginativo y esquemático y acompañarla de elementos de puro entretenimiento.
Desde tu punto de vista, ¿qué tipo de acciones se deberían desarrollar en España por parte de la política y de la sociedad para ayudar a frenarlo? ¿Se está trabajando en este sentido suficientemente en Cataluña?
Es muy difícil encontrar puntos comunes en la comunicación sobre qué hacer para frenar el cambio climático. Se ha conseguido ya que las sociedades española y catalana, como también la de la mayor parte del resto del mundo, sean conscientes de que hay un cambio climático; otra cosa es la percepción sobre su “bondad”. Muchas personas lo ven como algo con impacto “positivo” para su vida diaria, especialmente los que viven en latitudes más frías. Incluso en España, la percepción de inviernos suaves y las primaveras y otoños prolongados es positiva por una parte muy importante de la población. Se hace difícil luchar contra algo que la sociedad ve con agrado. A pesar de todo, es imprescindible trabajar para limitar el cambio e intentar reducirlo, y se están empezando a hacer políticas para conseguirlo como el acuerdo de París al que se ha sumado España. Es necesario un cambio de modelo económico, que pasa por cambiar cómo se mide globalmente el buen estado de la economía. Hay que incorporar a los índices elementos de sentido común económico como empezar a pagar ahora lo que seguro que nos van a costar pagar en el futuro, desmantelar las centrales nucleares, descontaminar el aire de las ciudades y los campos de cultivo o potabilizar el agua. También incorporar el concepto de felicidad económica, que consiste en el coste económico de las desigualdades sociales que terminan provocando grandes movimientos migratorios como los que se están viendo en la actualidad.