El periodo formativo en prácticas que un becario de periodismo asume dentro de una empresa informativa o agencia de comunicación conecta al alumno con la vertiente más pragmática de su vocación. Pero, ¿qué obligaciones tiene cada parte en el proceso?
Por un lado, el tutor de la empresa recibe la responsabilidad de monitorizar los progresos del alumno y de inculcarle nociones de praxis dentro de unas rutinas laborales aún ajenas para el futuro plumilla. Por otro, el estudiante se introduce en rutinas laborales propias del mercado que se le abrirá cuando finalice sus estudios, además de conectar con una oportunidad profesional para convencer de su valía a quienes pueden contratarlo.
Así es el marco teórico por el que se establecen este tipo de vinculaciones profesionales entre el mundo de la empresa y el universitario. En la práctica, en ocasiones se deforma ese “contrato” por el cual el tutor se compromete a enseñar al alumno y éste a aportar su conocimiento moldeado a favor de las rutinas informativas. Y es cuando una de las dos partes olvida la misión que juega en esta relación temporal y formativa. Bien porque el tutor exija al alumno el mismo rendimiento que a un recurso contratado por la empresa, olvidándose de su misión formativa; bien porque el estudiante aparque su vocación con el objetivo de cumplir un horario caprichoso sin implicarse en el aprendizaje de las habilidades prácticas que le puede reportar la experiencia.
La actitud, tanto en un caso como en otro, es la clave de que una prácticas estudiantiles sean fructíferas para ambas partes. Del tutor se espera cariño, dedicación y monitorización de los progresos del estudiante. Del futuro periodista principalmente se espera actitud y vocación por aprender.
Porque en las facultades de Comunicación se enseña hasta donde llega la teoría, pero la práctica se aprende a pie de campo, con el titular en la mano, con el ánimo de conocer cómo es la rutina del profesional con el que compartimos redacción o al que pegamos un telefonazo para proponerle la publicación de un contenido de calidad. La raza de periodista se forja con curiosidad por poner en perspectiva un proceso informativo original, sus objetivos, cómo conectar un contenido con la audiencia, a través de qué canales más allá de los tradicionales… Aspectos que el tutor de la empresa ha de saber proyectar gradualmente al estudiante para que el plumilla entienda el proceso comunicativo como un todo y al que pueda ir incorporando las nociones de marketing digital necesarias para el periodista del siglo XXI.
¿Difícil? Sí, pero con tiempo, dedicación, ilusión y voluntad por ambas partes se pueden llegar a forjar grandes profesionales de vocación latente y las empresas informativas pueden ser cómplices de una nueva remesa de informadores adaptados al contexto digital.