Somos muchos los que defendemos que el futuro del periodismo está en Internet. De hecho, vista la reciente trayectoria de algunos medios, los cuales han iniciado su andadura en digital para dar después el salto al papel, yo incluso me atrevería a poner la mano en el fuego por esta convicción. Sin embargo, hay piezas que todavía no encajan. Y más allá de la manida rentabilidad en el plano 2.0, me refiero a la formación.
Toca hacer autocrítica desde las propias Facultades de Comunicación. Por ejemplo, el mail aún es un ente extraño para bastantes docentes. Sí, como lo leen. También los hay que, a pesar de emplearlo, no admiten el práctico sistema de entregar trabajos como archivo adjunto. En el caso de Periodismo, gran parte de éstos consiste en documentos que bien pueden comprimirse en un manejable formato PDF. Pero no, la nostalgia de una montaña de papeles en el despacho prima sobre la optimización de recursos. Hasta existe una corriente catastrofista que apunta que el descubrimiento de un servicio como Dropbox podría causar un colapso cognitivo en algunos individuos del profesorado.
Fuera sarcasmos, también queda un trecho por recorrer en lo que a contenidos académicos se refiere. La relativa ‘modernidad’ del ámbito digital ha dejado obsoletos algunos temarios o, por lo menos, la forma en que son enseñados. Está claro que los principios fundamentales del periodismo son los mismos independientemente de la plataforma en que se publique, pero actualmente existen una serie de herramientas muy interesantes a conocer, las cuales pueden servir de gran ayuda a cualquier profesional en la obtención, filtración y gestión de información. No obstante, los profesores que apuestan firmemente por estas prácticas de lo digital pueden contarse con una mano. Así, generalmente, es la intrepidez de los aspirantes a periodistas la que les descubre nuevos usos y formas.
En definitiva, los centros que deberían estar a la vanguardia en técnicas de comunicación presentan, en muchos casos, carencias de un pasado que cada vez es más pasado. Desde los hábitos más básicos hasta los métodos más profesionalizados, todo debería tratarse en unos términos adecuados al presente para poder aspirar a un pertinente futuro. Quizá, apostar por esta línea desde un principio no solo haga la vida más fácil, sino también ponga en valor nuestro más probable ámbito de subsistencia.