En las últimas fechas, coincidiendo con la nueva norma implementada por Facebook, circula precisa información acerca del sentido algorítmico aplicado por grandes fuentes de las que fluyen el contenido en tiempos de redes sociales, de inmediatez digitalizada, de mentiras retuiteadas o de verdades escritas en formatos +1.
Pero, ¿dónde queda el papel del emisor? O, mejor dicho, ¿quién es el emisor? ¿La plataforma o el usuario de la plataforma? ¿Es el usuario realmente proactivo en las plataformas donde comparte mensajes, enlaces, fotografías o es un mero agente pasivo receptor de impactos patrocinados por marcas con más presupuesto que el de una pyme, autónomo o bloguero de oficio?
La lógica de las redes sociales o de los blogs siempre había pasado por un ‘te leo, me lees’, comparto, comento, gracias por hacerlo, descubro, converso, opino, interactúo… Hasta que un señor de nombre algoritmo ha impuesto la ley de las clases. Quien paga, quien patrocina, manda.
Un regreso a la tiranía de los ‘cuatro’ que pueden influir a golpe de talonario. Gabinetes de lo que hay que decir, hacer, opinar y leer. Porque siempre ha sido así y nada cambia a la ley de los algoritmos*.