Difícil es para cualquier persona abstraerse de la sobrecarga informativa que encontramos con motivo de la expansión mundial del virus COVID-19 o coronavirus de Wuhan, sobrenombre acuñado por el origen de la propagación en humanos. Tan difícil como saber seleccionar las fuentes adecuadas para disponer de un termómetro informativo adecuado que favorezca establecer opiniones con criterio, a partir del contraste de puntos de vista.
Así, encontramos desde las oportunistas cuentas tuiteras vinculadas a las nomenclaturas del virus, que juegan entre el sarcasmo y la actualidad expansiva del COVID-19; hasta las de minuto y resultado que han introducido los medios generalistas de todo el planeta para dar cuenta de la evolución de los infectados; o las de las instituciones públicas, que se afanan por ofrecer rigor a través de mapeos, practicar el servicio público con datos actualizados periódicamente con el número de ciudadanos afectados, consejos sobre cómo prevenir la infección o no transmitirla, e información de interpretaciones legales, cancelaciones de eventos o decisiones políticas que afectan a núcleos poblacionales más o menos amplios.
También encontramos a especialistas, sanitarios, periodistas del ramo y políticos que hablan en primera persona sobre las predicciones que puede conllevar tal o cual ritmo de expansión, sobre cómo y cuándo cambiar del estadio de contención al de restricciones de movilidad o experiencias de infectados en primera persona. De estos últimos, perfiles con cierta capacidad de influencia por ser plumillas o personal de enfermería que, a modo de diario de bitácora y con la aportación de los responsables sanitarios que los auxilian, procuran erigirse en voceros de mensajes de tranquilidad y de contención en sí misma de la alarma social entre las comunidades online que los siguen.
Las asociaciones médicas, las cabeceras de periódicos especializados en Sanidad y otros expertos locales, regionales, nacionales o globales de la materia, completan el círculo del coronavirus en esta era de miedo contenido. Todos ellos fuentes fiables y para ser atendidas antes de caer en mensajes oportunistas que circulan por Whatsapp, fakenews que se propagan a la velocidad en que lo hace el pánico o bulos que en nombre de instituciones públicos u otras entidades se afanan por generar confusión anunciando la cancelación de actos multitudinarios o eventos.
En todo caso, lo que está demostrando el contexto informativo actual pasa por una buena oportunidad para seleccionar fuentes informativas de todos los ámbitos a los que, además del sanitario, está afectando el COVID-19: el financiero, el deportivo, el social, el laboral… En cada uno de ellos, al igual que los ejemplos genéricos señalados para identificar los ejemplos de cómo circula la información en el presente contexto, podemos practicar una indagación de nombres fiables que den credibilidad a lo que nos llega de forma masiva sin filtrar por el ruido preexistente.
Así, es recomendable analizar las personas que siguen las fuentes iniciales localizadas, tales como periodistas del ramo o personal docente o sanitario, qué listas tienen creadas en redes sociales como Twitter, suscribirse a newsletters específicas como la que ha creado el Washington Post para sus lectores, practicar seguimientos específicos de los perfiles que hayamos probado trasladan información veraz, atender las alertas más rigurosas, dar credibilidad a los datos en función de quién los emite y extraer conclusiones desde el contraste.