Hay una teoría no escrita (o sí) referida a que lo cercano interesa, y mucho. Cuanto más alejas el foco, menos atención acapara el hecho informativo. De eso siempre se ha aprovechado el emisor (grandes empresas, gobiernos menudos –y menudos-) de mensajes institucionales, como lo ha hecho de la tiranía que significa sugerir la publicación de determinados contenidos bajo la amenaza de dejar aislado del mapa de aplausos dinerarios al receptor (el medio de comunicación).
Son circunstancias con las que siempre han convivido los medios de comunicación, por lo menos en su versión tradicional, cercana, local. Esa misma tiranía es la que, hoy por hoy, les aboca a verse inducidos a tomar decisiones determinantes, que rompen con los modelos heredados del pasado.
Por un lado, han de sopesar cuál es su nuevo ámbito de influencia, hasta dónde han de informar, a quiénes comunicar las novedades, bajo qué representación, en qué canales o plataformas difundir antes los mensajes y repensar la calidad de los contenidos hacia tendencias más especializadas, dibujadas al antojo de la carta de sugerencias de una audiencia cada vez más crítica, dispersa y voraz de la inmediatez que todo lo empapa.
Porque el nuevo foco de la actualidad en teoría la marcan los medios; el problema es la resistencia que son capaces de poner o hasta qué límite pueden aguantar sus maltrechas arcas para soportar una transición que aún permite a las fuentes tradicionales seguir presionando e induciendo contenidos, con todas sus imposiciones, como si no fueran sabedoras de que el contexto hubiera cambiado, apropiándose sin traducción previa de los canales incipientes con el mismo lenguaje de siempre.
Un comportamiento que les sigue funcionando a dichos emisores porque aún sigue habiendo medios cómplices que se resisten a convivir con los sinónimos de comunidades globales y locales, de plasmar la voz de actores de nuevo cuño con capacidad de influencia en sectores silenciados hasta hace dos días, de incluir nuevas formas de financiación amigas de la independencia perdida en el limbo de rotativas ancladas en líneas editoriales vetustas y masticadas.
Con todo, es una cuestión de foco, el mismo que pone las miras en el futuro de una profesión, la periodística, con ganas de recuperar la senda de la credibilidad, de la estabilidad y de la confianza de inversores que respeten el quehacer informativo de los profesionales y el derecho a la información de los lectores.