Una sociedad democrática corre peligro cuando el periodismo y la educación entran en decadencia. Los recortes presupuestarios, unidos al cada vez mayor menosprecio a la figura del profesor, han dejado a la educación española en una situación crítica, desconocida hasta la fecha en un sector que, pese a las crisis cíclicas y los continuos y políticos cambios en el sistema, nunca había sufrido tanto ante un futuro que pinta a azul oscuro casi negro.
Diferentes son los antecedentes del periodismo y los periodistas. Una profesión siempre en el alambre, fiel heredera del espíritu agonista de los corredores de marcha. Sufridora en potencia. Siempre sumida en una crisis, a veces económica, a veces de identidad, de la que parece imposible que salga nunca. Como si la crisis fuese su forma de vida y la decadencia su rasgo más distintivo.
No sufre el periodista español, pese a que no dejan de existir amenazas, la persecución a la que son sometidos compañeros de profesión en países de Centroamérica y América Latina. Últimamente parece que no hay día en que la profesión no sea noticia por el asesinato a sangre fría de un periodista en Bolivia, Méjico, Honduras… El derecho a informar y a ser informados no está bien visto por algunos.
La crisis del periodismo español va por otros derroteros. Libres, por el momento, de víctimas que nos hagan derramar lágrimas y ríos de tinta, la profesión se desangra a sí misma víctima del conformismo de unos y el afán de protagonismo y enriquecimiento de otros. No hay que mirar muy lejos para buscar respuestas y responsables. Esta vez basta con mirarnos el ombligo. Leer más…