Desde que la sociedad ya está en Twitter, cada día es más complicado pulir un timeline que siga favoreciendo las interacciones y la usabilidad más práctica para el periodista que utiliza esta red social como herramienta de trabajo, más allá del uso que considere darle como complemento cotidiano de su quehacer profesional.
La oficialidad y los tics periodísticos de la realidad 1.0 han sido heredados por completo. Los 140 caracteres hacen gala del mismo ruido que recogen a diario las cuentas de correo electrónico del periodista que recibe notas de prensa, comunicados oficiales, desmentidos, remitidos y otro tipo de buzoneo seudoinformativo que trata de pasar por información periodística.
La ventaja de la red social del pajarito es que cada cual puede perfilar el estilo de su TL, tanto por lo que proyecta desde su cuenta como por lo que lee de los perfiles que sigue. El mayor inconveniente es la dedicación que puede requerir salvar ese ruido tan molesto de quienes ya utilizan Twitter como cauce oficial para trasladar los dimes, diretes y las mentiras disfrazadas de verdad que siempre han rodeado al ejercicio de la profesión.