Las viñetas suelen funcionar como los gags humorísticos engarzados en las películas de acción: son un respiro cómico que relajan la tensión del relato sin llegar a detener el flujo de la información. Chiste con el que te alivias entre noticia de accidente y reportaje de corrupción.
En una lectura superficial podemos quedarnos con ese propósito evidente de entretenimiento, pero la viñeta contiene muchas otras aristas que merecen la pena ser referidas: este género periodístico en sí mismo se mueve cómodamente en el humor blanco, la sátira, la iconografía, la opinión de autor, la reflexión política e incluso la poesía. A veces supone un verso suelto respecto a la línea editorial del diario y otras, la mayoría, se pone al servicio de la corriente ideológica subterránea que fluye bajo las páginas de la impresión.
Así pues, existe cierta heterodoxia en la concepción de la viñeta humorística que históricamente ha recorrido los periódicos de medio mundo. No emerge con tanta libertad, sin embargo, allá donde la democracia corre el peligro de ser menguada, y sirva como ejemplo la drástica medida tomada recientemente por el The New York Times.
A mediados de 2019, el periódico dirigido por Dean Baquet anunció que dejaba de publicar viñetas políticas en su edición internacional, medida que adoptó junto con el despido de sus dos viñetistas oficiales, Patrick Chappatte y Heng Kim Song. “Después de 20 años entregando mi viñeta dos veces por semana, primero para el International Herald Tribune y después para el New York Times -contaba Chappatte en su página- y tras recibir tres premios de la OPC en esta categoría, creí que la necesidad de la viñeta política estaba demostrada (…). Pero algo ocurrió”.
El supuesto detonante fue la publicación de una viñeta en la que aparecía Benjamin Netanyahu como un perro con la estrella de David a modo de collar y un ciego Donald Trump con kipá tirándole de la correa. Las autoridades israelíes tildaron la caricatura de propaganda nazi y Ron Dermer, embajador de Israel en EEUU, dijo que el Times era un “pozo de hostilidad” contra el pueblo judío. La acusación de antisemitismo cayó a plomo sobre el periódico.
No nos detendremos en valorar si la viñeta merece tal acusación, pero la decisión de eliminar la sección humorística parece a todas luces desproporcionada. La sátira política está sufriendo una persecución mundial que alcanzó su cota más violenta en el ataque terrorista contra Charlie Hebdo –donde religión es política–, y, en ese sentido, la capitulación del NYT es una mala noticia para el ingenio y, en definitiva, para la libertad.
A este lado del Atlántico la salud del humor gráfico no sufre tales bajones, pero ya sabemos que los terremotos en EEUU se sienten en España. Conviene cuidarse. El género en nuestro país está repartido entre las viejas glorias de las grandes cabeceras y algunas plumas actuales con buen pulso para recrear los avatares de la contemporaneidad. Entre los primeros destacaremos a El Roto en El País o Gallego y Rey en El Mundo, entre los segundos a Flavita Banana en El País y a Manel Fontdevila o Bernardo Vergara en eldiario.es –y como no, con toda la humildad, nuestro 332 en el semanario digital 360 Grados Press–.
Preguntada por el viñetismo en prensa, la celebrada Flavita Banana dijo en la revista Yorokobu: «Una cosa es la viñeta en prensa, que se desvanece como le ocurre a la prensa impresa (¿cuánta gente joven se ve comprando periódicos?), y otra el viñetismo, que se adapta a lo que venga». El mismo reportaje compone un mosaico del nuevo viñetismo a partir de las voces de la nueva generación, las cuales coinciden en advertir que quien quiera encontrar humor gráfico hoy debe buscarlo no tanto en los periódicos como en las redes sociales.
Es decir, del mismo modo que está ocurriendo en el periodismo corriente, este humor gráfico ha encontrado en las redes un escaparate mucho más amplio y democrático para distribuir sus ideas sin la censura de grupos editoriales con motivaciones espurias. La punzada ingeniosa debería estimular, no molestar; bien harían los periódicos en recuperar la pegada que en otros tiempos tuvo este género.