Reflexiono. Y como reflexiono mi mente se abre como un abanico en el que las posibilidades, opciones en las que se barajan como subgrupos pros y contras y las dudas brotan de sus paisajes y varillas. La idea de periodismo no iba a ser menos. Se habla de crisis de los medios de comunicación, pero no se trata solo de un problema a nivel económico, que también. La época de las grandes estrellas del periodismo ya pasó. Los profesionales de la comunicación que se sentían tentados de formar parte del escenario estelar que presentaban – ya fuera a nivel artístico, social o político – van pasando a mejor vida.
Crisis económica, escasez de beneficios, pero también crisis de la credibilidad, de la confianza, de los valores de una profesión que debe trabajar por y para la sociedad y no sólo para esa minoría política que les daba de beber desde sus propias manos sumas astronómicas a cambio de una prostitución de palabras y de lados buenos para la foto. A los lectores, radioyentes y telespectadores les cuenta confiar en sus mensajeros. Ya saben bastante como para no ser conscientes de que los filtros de información son muy fuertes y que las fuentes interesadas pueden llegar a tener más influencia que el mítico cuarto poder.
Es momento de olvidarse de idealizar el periodismo a través de grandes cifras – aunque sin mendigar un artículo a 50 céntimos, no vayamos a defender la ficción utópica, que el periodista también come y mantiene a su familia – . Es el momento de trabajar, de desperezarse, engrasar la máquina de la creatividad y sacar a la luz la verdad – subjetiva, la objetividad es un mito ridículo – . Poco a poco hay que tratar de separarse de las faldas de la madre (línea) editorial y escribir lo que realmente uno siente, desde la máxima racionalidad y carácter de servicio social. En mi abanico de opciones surge Internet. Porque la red se está convirtiendo en la panacea de este nuevo periodismo que muchos desean alcanzar.
Pero todo mesías puede ser sobornable. La Red también está llena – más que ningún otro soporte – de mentiras, chismorreos insustanciales y sumisión al poder. Por ello, la cuestión no es el soporte. Nos podemos llenar los dedos de tinta, combinar la tostada y el zumo con las ondas hertzianas o llenar la pantalla de la tableta o del móvil de huellas dactilares para pasar de noticia. Pero lo principal es que ese contenido que revisamos y que ofrecemos a la sociedad sea de calidad, que nutra, que sirva para algo o para alguien. Noticias, reportajes, artículos de opinión… todo vale. Toda información puede ser interesante cuando contiene verdad y se acerca a la realidad vivida o por vivir.