El contenido hoy en día discurre por los cauces tradicionales y por las comunidades online bajo representaciones diversas, en las que no siempre la calidad, la credibilidad o la confianza del lector están garantizadas. El papel del periodista en este capítulo es necesario para ordenar esa realidad construida entre todos pero sin un orden, sin una intencionalidad informativa, sin el necesario apoyo del contraste, del criterio deontológico o de la presentación sintética del acontecer.
Nadie mejor que un profesional de la comunicación cualificado para ejercer la responsabilidad de ordenar todo ese mostrenco informativo para presentárselo a la misma audiencia de la que fluyen los mensajes de una forma valorativa, relexiva, contextualizada y veraz. Afrontamos tiempos de sobrecarga de información, de transición de soportes periodísticos, de dudas sobre la viabilidad del concepto tradicional de empresa informativa; pero de lo que la sociedad no debe tener dudas es de la capacidad del periodista para traducirles los hechos que marcan nuestro día a día.