Se puede decir sin rodeos: Nikos Michaloliakos tiene miedo. Y mucho. Habrá quien pensará: “¿Y este señor quién es?”. Buena pregunta, porque uno de sus temores es no ser reconocido, ya no por su nombre, sino como líder del partido neonazi griego, Amanecer dorado, que acaba de conseguir la friolera de 21 escaños en el parlamento.
No tendrá tan claro que él es más que un cabecilla de rancio ideario, cuando su equipo de seguridad ha ordenado a los periodistas que cubrían la rueda de prensa que se pusieran en pie para recibirlo; con la misma cordura con la que un perro ladra cuando se ve acorralado en un callejón sin salida en el que varios gatos sigilosos se acercan afilando las uñas y maullando sin escandalizar. Para ser más exactos, ésta fue la frase estrella: “¡¡Levantaos, mostrad respeto al líder!!”. Una informadora se negó y se marchó.
En un primer momento, el desagradable gesto puede parecer un símbolo de fortaleza y rotundidad. Pero nada más lejos de la realidad. Lo que Michaloliakos proyecta con esa actitud es debilidad. Pánico a no parecer un dirigente solvente, terror por tener que enfrentarse a aquellos cuya principal función es la de vigilar sus movimientos –y los del resto de políticos-. Horror a no ser admirado por méritos propios. El respeto se gana, no se impone. El asustadizo, éste que pretende dar miedo, más bien preocupa. Inquieta que todavía haya quien crea que los ladridos amordazan. No se enfrenta a mininos, señor Michaloliakos.