Hace unos días El País publicó un artículo que anticipaba la llegada de Zeen, una suerte de revista digital que, a priori y en plena fase beta, podrá editar cualquier persona que desee tener su cabecera en internet, a imagen y semejanza de sus mejores deseos editoriales, de su portada soñada o de su producción informativa más elaborada.
Una especie de Youtube de los contenidos mostrados en formato revista y que, a diferencia de Flipboard, permitirá a los usuarios maquetar y colocar los recursos de sus piezas de forma subjetiva, sin que la herramienta haga ese trabajo por ellos a partir de otros enlaces o informaciones procedentes de los canales sociales.
A bote pronto, y desde el punto más revolucionario de Zeen, cabría preguntarse (antes incluso de conocer con más concreción los detalles de la aplicación) por el sentido que tendrá para los profesionales que actualmente pagan plataformas digitales con las que editan revistas periodísticas; o por cómo afectará a estos proveedores de servicios una ‘competencia’ tan inesperada.
Asimismo, puede alimentar de nuevo el debate entre la idoneidad de que los periodistas puedan valerse de los contenidos que otras personas de distinto perfil profesional o ciudadanos inquietos publiquen con esta herramienta, al igual que ha ocurrido con los blogueros o con los materiales potencialmente informativos que las nuevas fuentes ciudadanas comparten a través de Twitter.
Es decir, los partidarios y los detractores del periodismo ciudadano quizá encuentren en Zeen un nuevo soporte para sus discusiones. Discusiones que apuntan de nuevo a qué se puede considerar periodismo, o a qué herramientas son las que en la era digital distinguen, como ocurrió en la etapa de los soportes tradicionales, al periodista cualificado para ejercer su función de atender al derecho a la información de las personas que escriben sobre algún acontecimiento, circunstancia o dilema, del que no lo es.
De una forma u otra, la música suena bien y si aplicaciones como Zeen contribuyen a mejorar las interacciones entre usuarios de las redes sociales y del espacio digital, dejaremos que el debate apuntado también fluya libremente por los recovecos de una nueva forma de editar la realidad compartida.