“Siempre hay que agarrar al lector por el cuello en el primer párrafo, hundirle los pulgares en la tráquea en el segundo y mantenerlo entre la espada y la pared hasta la última línea”. La cita del escritor Paul O’Neil, recogida por David Randall en esa obra de culto en las facultades de Ciencias de la Información que es “El Periodista Universal” puede sonar algo agresiva en nuestros días, pero sigue recogiendo la esencia de una de las técnicas más difíciles de la redacción de noticias: el titular. Esa suerte periodística a la que los manuales de estilo de referencia y sus autores han dedicado miles de páginas sin que haya unanimidad en la receta más que en una cosa: se trata de una de las técnicas más complicadas sólo dominable a base de mucha práctica.
La capacidad de condensar la esencia de un contenido en sólo una frase es un arte al alcance de los alquimistas de la palabra y para el que hay que superar múltiples barreras. La fundamental es el espacio. El encorsetamiento del molde impuesto en su día por la imprenta, hoy en día todavía vigente en el libro de diseño que tantos quebraderos de cabeza y pronunciamiento de blasfemias ha provocado en las redacciones de medio mundo, por mucho kerning y tracking con el que se pueda jugar. Esa es la verdadera causa de que el encabezamiento de un artículo esté precisamente articulado de una forma y no de otra aparentemente más sencilla y profusa que a los ojos del lector pudiera parecer.
Podría parecer que Internet y su “ancha es Castilla” en lo que a la extensión del espacio se refiere acabarían con la necesidad de dominar su confección. Nada más lejos. En un contexto caracterizado por la abundancia de medios informativos, una instantaneidad nunca vista y marcada por las peculiaridades de los dispositivos de lectura, el titular se ha convertido más que nunca en el principal reclamo para, como decía Paul O’Neil, “agarrar al lector”. Si hay un campo donde se libre esa batalla es en el de las redes sociales y, nuevamente, tampoco aquí es tarea sencilla lograr nuestro cometido.
Estos son algunas claves a tener en cuenta:
- Claridad, sencillez y concisión para resumir la máxima información posible en el menor espacio posible.
- Usar estructuras gramaticales simple con la estructura sujeto – verbo – predicado y evitando la subordinación innecesaria.
- Mencionar a los protagonistas de la noticia (@) para, en redes como Twitter, reducir espacio y de forma general conseguir más repercusión en forma de viralidad.
- Utilizar #hashtags siempre que sea posible para encuadrar el contenido en su temática, pero sin caer en su uso indiscriminado. Una búsqueda previa puede ser de gran utilidad.
- Ser extremadamente pulcros en lo que a ortografía y sintaxis se refiere. Evitar abreviaturas (‘xq, xa, k’) y respetar los signos de acentuación y puntuación.
- Usar preguntas llamando a la acción para fomentar la participación para lograr así más comentarios y, por ende, mejorar los parámetros de ‘engagement’.
- Acompañar el mensaje de fotografías de calidad. Está demostrado que aumenta considerablemente la atención al mensaje y su difusión.
- Sugerir que hay información interesante más allá del titular para conseguir clicks en el enlace.
No obstante, se trata de simple consejos que de forma independiente pueden ser inefectivos. Lo mejor es adecuarse a las particularidades de cada red social, el contenido y observar cómo se comporta la audiencia para tomar nota de lo que funciona y lo que no. Leer buen periodismo, rescatar los libros de estilo e intentar imitar a los mejores puede ayudar. Al fin y al cabo, David Randall nunca dijo que esto fuera fácil.