Inaugurar una televisión para ver el fútbol en un bar no tendría mayor repercusión que la buena noticia que significara para los clientes futboleros de dicho establecimiento, que verían mejorada su experiencia futbolística en la red social hostelera de su barrio. Una verdad de Perogrullo que deja de serlo cuando a alguien se le ocurre la magnífica idea de convertir ‘tamaño evento’ en una excusa para ‘escribir’ una ‘nota de prensa’ y enviarla a la base de datos de medios de comunicación, blogueros, amigos y enemigos que fulanito, a través de un compañero que conoce a un estudiante de periodismo con contactos en la agencia de la esquina, ha conseguido y se la ha puesto en bandeja al dueño del bar por eso de darle difusión, visibilidad y bla,bla,bla al hito histórico de la inauguración de su tele.
Aunque suene a vaina, encontramos a diario malas prácticas que deforman la labor periodística corporativa o institucional. A cualquier ‘cosa’ se le llama nota de prensa y cualquier persona se ve cualificada para bombardear de ruido los buzones de profesionales de la comunicación que asisten estupefactos a un espectáculo cuyo guión predominante conduce a un derrumbe de la credibilidad de las agencias de comunicación que sí practican un trabajo sosegado y cualificado para distinguir hechos noticiables, contextos informativos que los justifican y hasta un aspecto básico pero no tenido en cuenta por muchos, el cumplimiento de las normas ortográficas que rigen la buena redacción periodística especializada.
Un trabajo que ha de saber discriminar las acciones con valor informativo y periodístico de las que no lo tienen; que ha de aplicar la ética para desaconsejar al cliente que quiere aparecer en los medios de comunicación a toda costa sin tener carga noticiable para que lo haga por cauces promocionales o publicitarios; que no ha de convertir en notas de prensa al peso su actividad de comunicación porque el periodismo corporativo no es eso, ni la comunicación del siglo XXI es eso, ni todos los clientes requieren eso.
La nota de prensa entendida como una herramienta de comunicación periodística entre un emisor (gabinete de prensa) y un receptor (medio de comunicación) no ha de traspasar esa barrera. De hacerlo, hablaríamos de posts patrocinados, de anécdotas elevadas a una categoría incompatible, a publicidad enmascarada o a formato inadecuado para comunicar algo a alguien.
Porque si de lo que se trata es de eso, de comunicar algo a alguien, se puede hacer también a través de los canales donde están las personas que van a recibir con agrado ese contenido, esto es, en los medios sociales especializados donde los actores de ese sector determinado conversan en torno a la circunstancia informativa a la que se quiera dar visibilidad. Como los clientes del bar del barrio y su tele, los mejores receptores de esa buena noticia.
El problema se agrava cuando algunos medios de comunicación, a causa de este ruido generalizado descrito, confunden por defecto toda nota de prensa con un afán encubierto del emisor por incluir publicidad gratuita entre sus contenidos. Ésta es una de las consecuencias de la mala praxis de muchos perfiles ruidosos que han terminado por socavar la credibilidad de cualquier nota de prensa y de cosificar la relación establecida entre los profesionales de la comunicación.
Se está perdiendo el norte, el criterio, la distinción entre qué es susceptible de ser remitido con valor informativo y qué no, la discriminación por parte de quien recibe las informaciones entre las que pesan y las que solo contienen carga publicitaria. Y se ha llegado a esta situación porque la crisis que afecta a las empresas informativas tradicionales les ha llevado a una reacción a la desesperada que olvida el contenido de calidad para centrarse más que nunca en el contenido de rentabilidad. Y tanto desde un lado como desde otro, el vértice emisor y el vértice receptor están consintiendo que entre medias se metan los amantes del ruido y del spam para hacer su agosto.