Seré breve: atender a los periodistas no es una obligación, pero si se hace, que sea bien. Por supuesto, no estoy hablando de personas que ostentan un cargo público, pues en ese caso considero que responder ante los medios de comunicación forma parte del empleo. Me refiero, más bien, a personalidades de otros ámbitos – cultura, deporte, ciencia… –, los cuales despiertan interés entre la sociedad y suelen barajarse como protagonistas de artículos.
“Lo sentimos, pero no concede entrevistas” me ha dicho en más de una ocasión algún representante o miembro del correspondiente departamento de prensa cuando he tratado de abordar a varios perfiles. Por el contario, hace poco presencié cómo una célebre actriz nacional comentaba que prefería atender a los periodistas antes que dar lugar a interpretaciones. Obviamente, nosotros preferimos esta segunda actitud, pero ambas son igual de respetables.
Lo que no tiene sentido es aceptar a regañadientes la concesión de unos minutos a un profesional de la información para contestarle a base de monosílabos o sucedáneos. Y sí, me baso en una experiencia reciente: tras una comparecencia celebrada con motivo del estreno de una obra de teatro, los plumillas presentes contábamos con un turno para entrevistas individuales. Aunque a todos nos gusta extendernos, en esta tesitura tenemos unos diez minutos para proceder con el cuestionario. Y, a diferencia de otras, en esta ocasión apenas éramos cuatro – literalmente – quienes estábamos a la espera.
Desconozco si los organizadores de esta cita con los medios no habían puesto al corriente de la dinámica al entrevistado en cuestión, pero – por lo menos, en mi opinión – la profesionalidad se mide más allá de las tablas del escenario en determinados casos. Le pilló por sorpresa, sí, pero un mínimo de cortesía hubiese sido suficiente. Preguntas como “¿Pero vosotros de qué medio sois?” en según qué tono o hacer saber cada dos minutos que se tiene prisa no puede decir mucho a favor de nadie en este sentido.
Lo sé: todos tenemos días. Sin embargo, puesto que una entrevista supone un tiempo de preparación, me gustaría recibir el trato educado necesario para, sencillamente, no comprometer mi trabajo. Supongo que esto son gajes del oficio que hay que aprender a gestionar. Gracias, lectores de este blog, por ser ese hombro sobre el que llorar.