El valor del mensajero

_FM_2606Esta entrada está basada en hechos reales.

Ahora sí, la historia: hace pocos días un hombre tomó la palabra en el turno de preguntas de una conferencia periodística acerca de conflictos internacionales. Más que una cuestión a responder, el caballero aprovechó la ocasión para verter una acusación sobre los profesionales allí presentes: él había estado hace poco en Israel de viaje y defendía que las informaciones publicadas sobre la contienda en la Franja de Gaza no eran ciertas, pues consideraba que las fuerzas israelíes no hacían más que defender su país de ataques externos, lo cual justificaba todas sus acciones.

Sin entrar en lo acertado o no acertado de esta valoración – podría resumir mi opinión en un “se equivoca”, pero prefiero emplear estas líneas para otro menester –, creo que este señor pasó por alto dos aspectos fundamentales antes de compartir su reflexión a viva voz. Primero, que se dirigía a periodistas que han trabajado durante años sobre el terreno. Y seguir mínimamente su trabajo demuestra que en el ejercicio de su profesión han escuchado testimonios de ambos bandos y que no se han posicionado a favor o en contra de ninguno de ellos. Muy al contrario, han intentado retratar la realidad de las personas que, indiferentemente de su territorio, viven en un continuo conflicto armado. También han tratado de dar voz a las minorías y de explicar los intereses de cada uno de los frentes implicados. En definitiva, han estado informando. La segunda cuestión es tan sencilla como que para ello, para informar, para contar la verdad, para que esta realidad llegue a nuestros oídos, han arriesgado sus vidas.

Con todo ello, no quiero decir que lo dicho por los corresponsales es incuestionable. Ni mucho menos. Los periodistas nos equivocamos como los que más. Pero ese tono de reproche en la intervención conllevaba un mensaje implícito. Básicamente, que lo contado por estos plumillas no se correspondía con lo que el señor opinaba y, por tanto, se trataba de un mal trabajo. Ello me planteó una duda que me dio miedo: ¿hasta qué punto se valora el análisis de un profesional de la información? ¿Realmente se le da importancia a las historias que se esfuerza por encontrar y, posteriormente, cuenta? Las expresiones del resto de asistentes me devolvieron la confianza.

No obstante, mi temor se acrecentó de nuevo cuando la ponencia viró sobre el enemigo que tenemos en casa. Porque la dinámica actual en muchos medios es exigir que el periodista sacie al público de inmediato, aunque sea con lo primero que se haya encontrado. Y como antes de la rapidez está el dinero, muchas empresas de comunicación directamente han optado por prescindir de esos buenos buscadores de historias y salir del paso con informaciones de agencia y alguna cobertura puntual. De ahí, también, que muchos periodistas se las vean y se las deseen para que alguien haga hueco a su relato, ése por el que han invertido tiempo y recursos propios antes de que nadie apueste por él. Así, ver ese trabajo entre las páginas de un diario o contar con unos minutos en pantalla o en las ondas es un triunfo cada vez más esporádico.

Pero no se equivoquen: quienes más pierden con ello no son los periodistas, pues aquel que tiene auténtica vocación por informar se las arreglará para llegar hasta el público. Y ahora es más sencillo que nunca – sí, hablo de redes sociales, blogs y demás plataformas cibernéticas –.  Aquellos que quieren seguir haciendo dinero con lo que están consiguiendo que no valga apenas nada serán los más perjudicados. Cómo no, esta justicia mediática dependerá de ustedes, de quienes leen las palabras que escribimos y escuchan cuando tenemos algo que decir. Podrán estar o no de acuerdo, pero este trabajo tiene importancia siempre y cuando la sociedad así lo considere. Por eso les pido, por favor, valoren siempre a los mensajeros.

Posted by @LaBellver/Photo by @Marga_FerrerSoma Comunicación

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