La firma también importa en las agencias de comunicación

En el ecosistema de la comunicación corporativa, las agencias compiten en un terreno donde los resultados no dependen exclusivamente de la estrategia, la creatividad o el presupuesto. Una variable menos visible, pero determinante, es la calidad del capital humano. No en términos de número, sino de experiencia, trayecto y red de contactos. Las agencias que integran en sus equipos a profesionales de autor, con trayectoria consolidada, son las que mejor posicionan a sus clientes frente a medios, instituciones, partners y audiencias.

Trabajar con perfiles senior no es una cuestión de edad. Se trata de incorporar talento que ha vivido el oficio desde dentro. Profesionales que no necesitan glosarios para hablar con empresarios, responsables institucionales o directores de medios. Que entienden los ritmos de la empresa, las lógicas de las redacciones, los marcos de las administraciones y las mecánicas del marketing. Esa comprensión transversal les permite traducir las necesidades del cliente en estrategias con capacidad real de incidencia.

Una agencia que cuenta con periodistas, consultores o creativos con firma conocida, con artículos publicados, proyectos reconocidos o interlocución habitual en mesas relevantes, está mejor equipada para representar intereses. No porque acumulen líneas en el currículo, sino porque su presencia abre puertas. Una propuesta redactada por alguien con credibilidad profesional no necesita demasiada introducción. Circula mejor. Encuentra menos resistencias. La confianza no se improvisa: se construye con tiempo y se transmite con nombres.

El trabajo de autor dentro de las agencias aporta otra ventaja menos tangible: la capacidad de leer el contexto. La información que se maneja no siempre está en los canales visibles. Muchos movimientos clave se perciben a través de conversaciones informales, se anticipan por relaciones construidas en otros tiempos. Cuando una agencia opera con perfiles que ya han estado en la trinchera, que conocen los códigos no escritos de los sectores donde intervienen, las acciones no solo se diseñan con mayor criterio, sino que se ejecutan con más tino.

Esto es particularmente relevante en entornos donde la comunicación está sometida a una alta densidad de actores. En sectores como la salud, la educación, el turismo, tecnología, las finanzas o las administraciones públicas, no basta con saber contar. Hay que saber a quién contar, cuándo hacerlo y bajo qué registro. Las agencias que trabajan con perfiles que dominan estos mapas tienen una ventaja operativa que no se compra con herramientas ni se suple con horas de formación acelerada.

El otro factor crítico es la red de contactos. Las relaciones que sostienen el éxito de una acción de PR no se construyen en la reunión de briefing. Se traen puestas. Son resultado de años de trabajo, de intercambio profesional, de colaboraciones sostenidas. Las agencias que apuestan por perfiles que ya han establecido estas conexiones tienen una capacidad distinta para colocar un tema en agenda, para cerrar una entrevista, para construir alianzas. La diferencia no está en el qué se propone, sino en quién lo propone.

Por eso, las agencias que invierten en talento de autor no solo ofrecen un mejor servicio, sino que cambian el nivel de la conversación. Porque sus profesionales no preguntan por los conceptos: los manejan. No interpretan las tendencias: las anticipan. No esperan instrucciones: generan ideas. Esa actitud es la que convierte a una agencia en socio estratégico y no solo en proveedor táctico.

El sector de la comunicación, como otros muchos, está viviendo una fase de profesionalización que penaliza la improvisación. Los clientes no buscan simplemente ejecución: buscan criterio. Buscan interlocución solvente, acceso a canales de calidad, diagnósticos afinados y propuestas que conecten con los intereses de sus audiencias. Todo eso requiere experiencia. Pero, sobre todo, requiere haber estado allí antes.

La autoría, en este contexto, no es vanidad. Es capital reputacional. Es una inversión que genera retornos para los clientes. Las agencias de comunicación que lo entienden y lo priorizan están mejor preparadas para un mercado que ya no premia el volumen, sino la pertinencia. Que ya no valora solo la visibilidad, sino la incidencia. Que no mide solo impactos, sino relaciones sostenidas.

En comunicación, como en otros oficios, lo importante no es solo saber qué decir. Es saber desde dónde se dice. Y quién está escuchando.

 

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