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Una buena mañana, en algún lugar del cosmos, se produjo una explosión de tal intensidad que de ahí surgió el universo. De esa circunstancia hace aproximadamente 13.800 millones de años. Nadie, que se sepa, contó la noticia. Ni periodistas, ni agencias de comunicación, ni historiadores, ni siquiera arqueólogos. Hoy, las explosiones se harían virales en redes sociales, pero aquellos no eran tiempos de hiperconectividad. No fue hasta bien entrado el siglo XX —hace media hora en términos de tiempo cosmológico— cuando aquel acontecimiento se acuñó como Big Bang en la literatura científica. La expansión del universo, la formación de galaxias y estrellas, la teoría de la relatividad a la que tanta dedicación prestó Stephen Hawking y su idea de viajar en el tiempo… Otros conceptos astronómicos como Gran Atractor, Cuásar, Enana marrón o los Agujeros Negros fueron bautizados muy recientemente, a finales del siglo pasado, época en la que el astrofísico inglés publicó su Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros, la biblia del pensamiento de Hawking y uno de los textos de referencia de la divulgación científica. Fue uno de los cerebros más privilegiados de la historia, con Albert Einstein, por supuesto, y quizás el más mediático. Afectado por ELA, la enfermedad neurológica degenerativa con la que aprendió a convivir, su icónica estampa en silla de ruedas y su voz robótica gracias al software que sintetizaba sus palabras, Hawking puede que fuera el primer periodista especializado en astronomía y astrofísica. Sin saberlo. A fin de cuentas, fue un gran difusor de la ciencia, la popularizó, la hizo más digestiva sin perder un ápice de rigor.
En España, hasta hace poco la astronomía era materia privativa de revistas científicas y de divulgación, pero el interés creciente por la ciencia, y por esta rama en especial, ha llevado a medios generalistas a acercar el cielo y el firmamento a los ojos de los lectores. De vivir en un permanente eclipse a brillar como una estrella. Esa ha sido la astronómica evolución de la astronomía en los medios. Periódicos como El País o ABC dan bastante cancha a noticias sobre astronomía en sección propia, un asunto que también se hace hueco en el suplemento de Ciencia y Salud del diario El Mundo. Son apuestas editoriales regladas, aunque ejemplos de periodistas observadores del universo y divulgadores de sus secretos los hubo antes incluso en medios locales. Es el caso, por ejemplo, del valenciano Vicente Aupí en el diario Levante-EMV.
La labor de los periodistas de divulgación científica ha conseguido recortar la distancia sideral todavía existente entre el trabajo que realizan los físicos o astrónomos y, en palabras del ministro astronauta Pedro Duque, “lo que la gente conoce sobre su trabajo”. Hoy, en las agendas de los medios aparecen las lluvias de meteoritos, las Cuadrántidas, las Perseidas, los eclipses anulares de Sol, los de Luna…
¿Están respondiendo las Facultades de Periodismo en sus planes de estudios a la creciente demanda de información científica, en general, y astronómica, en particular? Quizás no a la velocidad que reclama la incipiente curiosidad y demanda por parte del público. Y ello pese a que los medios de comunicación confían estas informaciones a periodistas metidos a científicos y no a científicos en labores periodísticas. Es más, un estudio de Roger Cassany, Sergi Cortiñas y Albert Elduque evidencia que estos periodistas no solo carecen de formación universitaria científica, sino que tampoco la consideran necesaria.
En el auge de la información astronómica en España ha pesado, sin duda, la labor del Instituto Astrofísico de Canarias (IAC), como centro de investigación y divulgador de ciencia, así como el Telescopio Espacial Hubble (HST) y la actividad científica que generan ambos. También ha contribuido la Sociedad Española de Astronomía o la Fundación Starlight, creada por el IAC, y cuyo fin es la difusión de la astronomía y la lucha por salvaguardar el “cielo estrellado”, libre de contaminación lumínica y vital para la supervivencia de especies que necesitan de la oscuridad de la noche.
Por Abril Antara
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