El rumor de la demagogia

Contagiados quizás por los tambores del oficialismo tradicional, hemos asistido en los últimos días a episodios en las redes sociales calcados del ruido registrado en otros tiempos por cauces más rudimentarios pero, a la vez, igual de eficaces.

Cuando los argumentos proceden de la vertiente oficial, tanto en su origen como en su desembocadura, el resultado en  muy ruidoso e impone un silencio prudente.  Aspecto que hemos localizado el pasado fin de semana tanto en el suscitado en torno a la idoneidad de ver fútbol o no en tiempos de crisis o sobre los silencios protagonizados por determinadas instancias, periodistas o personalidades en relación a circunstancias lamentables como los incendios de Valencia.

Cualquier persona es libre de mostrar el enfoque que considere oportuno respecto a las circunstancias que le rodean. Como lo es el amante del fútbol de ver un partido, a pesar de que él o algún miembro de su familia esté en paro. Como lo es la pareja que decide mantener relaciones sexuales con su media naranja, o el periodista de la sección de Economía que después de una larga jornada en la redacción decide desconectar tuiteando las anécdotas del encuentro de su selección.

Banalizamos, nos mostramos como albaceas de lo bueno y de lo malo, tuiteamos a golpe de verdades absolutas, respiramos sin oir respirar, criticamos sin contrastar, leemos titulares sin entrar en la letra pequeña, construimos verdades a medias, maquillamos nuestra estulticia a golpe de mensaje demagógico o conectado con el pensamiento de la masa, fabricamos ideas que multiplicamos por cien hasta revestirlas de verdad…

Los cauces de la libertad no han de verse reducidos por el ruido de cuatro perfiles que por no compartir una ideología, una tendencia o, incluso, una frivolidad, recurran a la condena irracional y demagógica de ese acontecer construido por todos, entre todos. Las reglas del juego deberían estar claras, o al menos tenerse en cuenta mientras no mediaran insultos o amenazas irracionales.

Convertir en titulares tuiteros el acontecer futbolístico no ha de avergonzar a nadie; hablar de la subida de los precios y no hacerlo de un incendio, tampoco; lamentar la mala suerte y la mala gestión política en relación a un suceso tampoco ha de levantar corrientes fanáticas en contra…

El respeto es el mejor defensor (también periodístico en tiempos de ‘140caracterismo social’) y el mejor garante del derecho a la información sin cortapisas, sin condicionantes masivos que aplasten el parecer de una minoría alejada de la oficialidad en su mejor o peor versión. Dejemos que cada cual se defienda como considere oportuno, en su tiempo libre o en su rato laboral, del rumor de la demagogia.

Posted by @Os_Delgado / Soma Comunicación

¡Miau!

Se puede decir sin rodeos: Nikos Michaloliakos tiene miedo. Y mucho. Habrá quien pensará: “¿Y este señor quién es?”. Buena pregunta, porque uno de sus temores es no ser reconocido, ya no por su nombre, sino como líder del partido neonazi griego, Amanecer dorado, que acaba de conseguir la friolera de 21 escaños en el parlamento.

No tendrá tan claro que él es más que un cabecilla de rancio ideario, cuando su equipo de seguridad ha ordenado a los periodistas que cubrían la rueda de prensa que se pusieran en pie para recibirlo; con la misma cordura con la que un perro ladra cuando se ve acorralado en un callejón sin salida en el que varios gatos sigilosos se acercan afilando las uñas y maullando sin escandalizar. Para ser más exactos, ésta fue la frase estrella: “¡¡Levantaos, mostrad respeto al líder!!”. Una informadora se negó y se marchó.

En un primer momento, el desagradable gesto puede parecer un símbolo de fortaleza y rotundidad. Pero nada más lejos de la realidad. Lo que Michaloliakos proyecta con esa actitud es debilidad. Pánico a no parecer un dirigente solvente, terror por tener que enfrentarse a aquellos cuya principal función es la de vigilar sus movimientos –y los del resto de políticos-. Horror a no ser admirado por méritos propios. El respeto se gana, no se impone. El asustadizo, éste que pretende dar miedo, más bien preocupa. Inquieta que todavía haya quien crea que los ladridos amordazan. No se enfrenta a mininos, señor Michaloliakos.

posted by @Lorena_Padilla

La tragedia griega

Con una tradición trágica tan ancestral, no era de extrañar que fuese Grecia la que pusiese a Europa al borde del colapso. La actual tragedia griega, que por extensión es la tragedia europea, tiene todos los ingredientes que allá por el siglo V a.C. hubiese exigido Sófocles a una de sus obras. Un escenario teatral (la Unión Europea, sus organismos y representantes) y la caída en desgracia de un personaje importante (que en el caso que nos ocupa es más de uno. Y de dos).

Eurípides y Esquilo se frotarían las manos ante el escenario. No habría problemas para respetar la estructura clásica de la tragedia. En el prólogo, algún representante griego nos contaría como falsearon las cuentas para acceder a la Unión Europea y nos explicaría cómo eran capaces de mantener en el país heleno gastos tan lógicos (entiéndase la ironía) como 45 jardineros para el cuidado de las plantas de un hospital, sueldos de 66.000 euros anuales para todos los empleados de la empresa de ferrocarriles o jubilaciones anticipadas a los 50 años para más de 600 profesiones.

Algún alto mandatario europeo podría darle la réplica explicando al público como pasaron por alto tales tropelías y permitieron la entrada de Grecia en la Unión Europea. Momento en que pasado y presente se unirían para entender las causas de la situación actual y explicar el porqué del castigo que están a punto de recibir los supuestos héroes políticos y sus inocentes/desinformados ciudadanos.

La obra continuaría con la párodos, que incluiría cantos de un coro formado por ciudadanos indignados a modo de orquesta, para posteriormente dar paso a los episodios y el imposible diálogo entre los protagonistas y el coro de la obra. Ambos expresarían sus ideas políticas. Tan distantes unas de otras que parecerían pertenecer a dos realidades totalmente diferentes.

Y sin darnos cuenta, atrapados por la tragedia, llegaríamos al éxodo o parte final de la obra. En este caso, para desgracia de Eurípides y Esquilo, los protagonistas no reconocerían su error. Ellos nunca se equivocan. No obstante, los dioses, que aún están por encima de ellos, los castigarán. A unos con la bancarrota de su país, incapaz de afrontar sus deudas. A otros con un sueño de Europa hecho pedazos al primer contratiempo. Llegados a este punto, muchos deberían extraer una enseñanza moral. La gran mayoría, sin embargo, no habrá comprendido nada y en unos años seguirá actuando como si la tragedia no hubiese existido. Hasta que ésta, con otro nombre y otras caras, vuelva para derrumbar lo poco que consiguió quedar en pie.

Posted by @acordellat

De la inmediatez al olvido

Photo by Marga FerrerEl mundo en el que nos movemos es el mundo de la inmediatez. Nunca una noticia se ha conocido tan rápido ni se ha propagado como ahora a la velocidad de la pólvora. Los medios digitales y las redes sociales han contribuido sobremanera a este fenómeno en el que, en ocasiones, uno tiene la sensación de enterarse de algunas cosas incluso antes de que pasen.

Sucede que esta inmediatez, este ‘boom’ del primer momento, esta sobresaturación de información en poco tiempo no se ve reflejada con el transcurrir de los días. Las cosas suceden, se consumen, se sufren o se disfrutan, producen angustia… Y se olvidan. El olvido es tan inmediato como la propia difusión de la noticia. Lo que ayer nos sorprendía hoy pasa a un tercer o cuarto plano superado por otros sucesos más novedosos y que también olvidaremos mañana. De la inmediatez se pasa al olvido casi sin tocar por el camino ningún estado intermedio.

Hoy parece que el terremoto de Lorca queda ya muy lejos, pero todavía no ha pasado un mes desde que la tierra tembló en la localidad murciana llevándose por el camino a nueve personas y las ilusiones de miles de sus vecinos. Las redes sociales, los informativos y los diarios nos recordarán en breve su primer mes, su primer aniversario, pero esto no ocultará que Lorca ha dejado de ser noticia. La situación sigue siendo igual de caótica, pero ahora ya no muere gente ni se derrumban como por arte de magia los edificios. Es el momento de los pepinos.

El ‘olvido’ de Lorca me recuerda desafortunadamente a otras tantas tragedias ocurridas en los últimos años. El terremoto de L’Aquila, en Italia, es el mejor ejemplo de ello. Hubo 608 victimas mortales y prácticamente todos los vecinos de la localidad de los Abruzos se quedaron en la calle y sin casa. Aquello tuvo lugar un 6 de abril de 2009 y fue portada de todos los informativos habidos y por haber. Durante una semana se apeló a la solidaridad internacional, se dijo que no se abandonaría a los damnificados, se prometió todo. Dos años después, con los focos informativos ya demasiado lejos como para ver la realidad, L’Aquila sigue en ruinas pero parece que ya a nadie le interesa. Su momento de gloria pasó dejando su lugar al olvido.

Fukushima, Haití, Indonesia, Pakistán… Suceden muchas cosas y las contamos a la velocidad de la luz. A esa misma velocidad las olvidamos. La lista del olvido es interminable.

Posted by @acordellat