Si redes como Facebook o Twitter quieren consolidar el papel desempeñado en la “primavera árabe” y ser parte esencial -más allá de su uso lúdico- de la nueva arquitectura social deberán dotarse de un “código de circulación” que garantice su utilidad a la sociedad, según el investigador Ricard Ruiz de Querol.

Director del Grupo de Investigación sobre Información de la Fundación Barcelona Media, Ruiz de Querol asegura a Efe que los bautizados como “social media” han hecho más hincapié en lo tecnológico que en lo estrictamente social.

Sin embargo, las revoluciones en el Norte de África y Oriente Próximo, o la repercusión del movimiento 15-M, han puesto las cosas en su sitio y han demostrado el potencial de estas plataformas para la innovación social y su capacidad de movilización.

Ruiz de Querol apunta que muchos ciudadanos del planeta han sido conscientes de su utilidad antes que sus gobiernos, a los que el alcance de estas tecnologías ha pillado con el paso cambiado, incluso con resultados dramáticos.

Así, estos días la policía británica culpaba a algunas redes sociales de avivar los actos de pillaje que se están produciendo en diversos barrios de Londres y que se están extendiendo a otras ciudades inglesas.

En general sus usos han sido constructivos. Un ejemplo de este movimiento 4.0 es la plataforma Rodalia.info, que unos usuarios de Cercanías crearon en Cataluña sobre incidentes en la red ferroviaria y que da mejor servicio informativo que la empresa gestora.

“Aumenta la sensación de que los caminos tradicionales están tocando techo y la gente ve que otros tipo de gestión pueden funcionar”, señala este experto.

Ruiz de Querol cita un artículo de “The Economist” en el que se indicaba que el alcance de estas innovaciones sociales tiene un problema de escala para convertirse en alternativa real aplicable a ámbitos como la educación, la salud y otros fines sociales construidos “de abajo a arriba”.

Otro reto de la nueva arquitectura social es cómo recrear la estructura de una asamblea participativa en estas plataformas que no sean manipulables. “¿Por medio de blogs?, ¿con foros de debate y votaciones? Eso algo que está por hacer”, señala el investigador.
En este sentido, remarca que habrá que tener en cuenta a la gente que por edad (en España la brecha generacional es más amplia que en otros países) u otros motivos no utilicen estos nuevos medios.

Para septiembre, la UE reunirá expertos en Bruselas para recabar opiniones sobre cómo crear plataformas que aumenten la conciencia colectiva en determinados asuntos y gestionen la acción colectiva: por ejemplo, reducir el consumo de medicamentos o ahorrar energía.
“La innovación social no excluye la innovación política, pero no se trata sólo de tener una idea, hay que hacer que esta surta efecto”, argumenta Ruiz de Querol, que utiliza como símil el “boom” generado por el libro “Indignaos”, de Stéphane Hessel.

“El que un libro tan flojo en contenido haya tenido tal éxito se debe al descontento grande. Ahora hay que ver cómo se recoge este descontento para convertirlo en algo más que una acampada”, indica.

Frente al hecho evidente de que las principales redes sociales estén en manos de grandes corporaciones, Ruiz de Querol explica: “para Facebook o Twitter los ciudadanos no somos clientes, somos audiencia, sus clientes son los que pagan publicidad y su propósito principal no es servirnos, sino conseguir anuncios”.

Por ello, ve ideal la existencia de un gran red social “con causa”, y anima a los ciudadanos a crearlas porque los instrumentos “están ahí” y el “software libre lo permite”. EFE, Barcelona.

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