El periodismo ofrece una gran posibilidad de opciones para especializarse y si eres melómano puedes apostar por la cobertura de festivales musicales, que actualmente se encuentran en pleno apogeo. El verano abre paso al FIB, el Rototom Sunsplash, el Arenal Sound, el Tomorrowland, el Low Festival o el Sonorama, entre un gran repertorio.
La época estival es por excelencia, donde más eventos de este tipo se celebran, además de una ventana perfecta para respirar un poco de aire y escapar de la rutina periodística. Cambiamos la redacción por el recinto de las actuaciones; el ordenador por la cámara o la grabadora, y la mesa de la oficina por la que nos habilitan en la zona de prensa para escribir nuestra crónica o noticia. Se respira compañerismo en la sala. Hay muchos periodistas, redactores, fotógrafos y algún que otro cámara de televisión, pero ante todo reina el buen rollo entre la profesión, acompañado de la ilusión y el cansancio.
Lo más farragoso es siempre la acreditación. Hay que pedirla con tiempo y cuando te la conceden los trámites burocráticos obligan a identificarte en una zona dispuesta para esa labor y demandar también photopass para acceder a la zona del foso, en caso de que seas cámara, donde se pueden tomar imágenes con una serie de directrices, que marca en ocasiones el propio artista. Lo normal. Pero nada de ello importa cuando puedes disfrutar de los directos de músicos de renombre a escasos metros e incluso compartes espacio con algunos de ellos, lo que te da pie a conversar y conocerles mejor fuera de escena.
Pero a pesar de estas indudables ventajas, lo cierto es que cubrir un festival de música es extenuante, al contrario de lo que la gente piensa. Cuando comienza una actuación, todos los periodistas se aproximan raudos al foso para escoger un buen sitio, desde el que poder capturar el mejor momento, sin que eso suponga un impedimento para el trabajo de los compañeros. Difícil pero no imposible. Los fotógrafos se mueven sin parar, algunos se agachan para no molestarte y colarse en tu plano. Mientra, los redactores aguardan en un extremo lateral para captar con todo lujo de detalles el momento que están presenciando, con el objetivo de transmitirlo después en su crónica y llevar al lector a ese preciso instante mediante palabras. Un reto fascinante.
Posteriormente a las actuaciones, es el momento de localizar a los representantes de los artistas o a los propios organizadores del evento para cerrar entrevistas con los músicos y enriquecer tu pieza informativa con sus declaraciones. Nos conceden como mucho diez minutos y hay que sintetizar. Les formulamos todas las preguntas que consideramos de interés para nuestro público, además de las habituales, cómodas, como se llaman comúnmente en el oficio, para romper el hielo.
¡Conseguido! Tenemos todos los ingredientes para cocinar nuestro crónica o noticia, pero falta algo. Hay que impregnarse del ambiente para describirlo con la mayor exactitud posible, así que procedemos a meternos en la vorágine de personas y fanáticos. Observamos a nuestro alrededor y vemos expresiones que nos llaman la atención, escuchamos gritos, sentimos emociones y nos empapamos de todo para después volcarlo.
Finalizado el evento, los hay que se refugian en la sala de prensa para escribir su crónica o los que la dejan reposar junto a las emociones a flor de piel para el día siguiente. Personalmente, me gusta comunicar al momento y las redes sociales nos brindan la posibilidad de hacerlo, mediante Stories Instagram, un vídeo directo o un tweet de 140 caracteres para retransmitir la actuación. De esta manera, es más fácil hacer partícipes a los lectores de la experiencia vivida.