Hace año y medio, el cambio en el algoritmo de Facebook ocasionó el reventón de la llamada burbuja de los medios digitales. Varios magazines nacidos en los años espléndidos de Internet vieron como la plataforma de Zuckerberg, principal distribuidora de su material, les cerraba el grifo de clicks al priorizar los contenidos personales frente a las publicaciones de medios de comunicación. Resultó devastador: Buzzfeed España cerró, Eslang cerró, PlayGround presentó un ERE que afectó a más de un tercio de la plantilla. Las plataformas sociales, teóricas aliadas de la prensa milenial, fueron inmisericordes con unas publicaciones a las que tenían maniatadas. Fue como ver a Internet devorando a sus hijos.
Después de aquella demolición, los medios aprendieron a sospechar de la tecnología… y ahí seguimos. Una y otra vez, la prensa busca fórmulas para resolver su crisis de indentidad ahondando en el progreso tecnológico, pero al mismo tiempo procura no verse arrastrada por la influencia de empresas como Facebook o Google, dos agentes externos que han transformado las dinámicas de acceso a la información y se han situado entre los medios y la audiencia filtrando los contenidos al dictado de algoritmos caprichosos. Pero, ¿cómo podríamos rebasar la tecnología a lomos de más tecnología? Uno de los medios que más audazmente encara esta ecuación, como veremos a continuación, es The New York Times.
El periódico neoyorkino plantó en abril un muro de pago mediante el cual los lectores tienen que suscribirse si quieren ir más allá de los cinco primeros artículos gratuitos. Es la tendencia dominante en los medios fuertes de Estados Unidos y publicaciones como Wired, Vanity Fair o Quartz ya se han sumado a ella. Ocurre que buena parte de las lecturas se realizan desde Google Chrome, y éste contempla una navegación en modo incógnito que hasta hace unos días permitía esquivar la limitación del periódico.
La ventana de incógnito de Chrome se utiliza para la navegación privada, donde los usuarios pueden visitar sitios web sin almacenar su historial de navegación. Además, este modo de incógnito bloquea temporalmente la capacidad de un sitio web para leer o escribir cookies, por lo que se ha convertido en una forma popular de sortear los muros de pago medidos, que dependen de las cookies para saber cuántos artículos le quedan a un lector.
Pero no era del todo efectivo. Medios como The New York Times eran capaces de detectar la identidad digital de los usuarios que trataban de sortear la restricción y terminaban bloqueándoles. El modo incógnito no lo era tanto, hasta ahora: Google ha implementado la versión Chrome 76 con la que impide el rastreo de los medios a los usuarios de incógnito. Y, a modo de compensación, ha regalado una sugerencia a los diarios: levanten un muro de pago duro o exijan el registro gratuito a sus lectores.
Eso es precisamente lo que ha hecho The New York Times. Desde este verano, el usuario debe registrarse de manera gratuita si quiere acceder al contenido del diario norteamericano, y éste contabiliza los artículos leídos a partir de la cuenta del usuario, no de la IP. De este modo, el periódico se garantiza un control más efectivo con el que aumentar el número de suscriptores y, de paso, amplía y segmenta su base de datos para mejorar la selección de contenidos.
Evidentemente este registro obligatorio aumenta el desgaste, pero desde el medio han argumentado que los lectores que no están dispuestos a registrarse no valen nada para la marca, mientras que aquellos que están dispuestos a compartir información a cambio de un artículo son mucho más valiosos como suscriptores potenciales. “Cuando un usuario está registrado y conectado, podemos comunicarnos con él y comprender sus preferencias y patrones de consumo de manera más efectiva que si fueran anónimos”, comentó el New York Times a WNiP en un comunicado.
Según WNiP –medio especializado en información sectorial–, The New York Times contaba en junio con 3.78 millones de suscriptores digitales. A final de año será interesante ver si el registro obligatorio gratuito a servido para acelerar o ralentizar el crecimiento de la suscripción. También veremos si esta corriente se populariza. De momento a esta lado del Atlántico hay cabeceras como El País que ya han empezado a apostar por el registro gratuito para determinados contenidos. ¿Terminará El País levantando su propio paywall?