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Las redes sociales han supuesto una revolución para los trabajadores del campo de la comunicación, en especial para aquellos que han reorientado su carrera hacia el ámbito digital. Son –las redes– un altavoz espectacular para cuantos proyectos y contenidos se quieran diseminar, pero a la vez encierran un peligro potencialmente demoledor: si patinamos, todo el mundo lo sabrá.
Más allá del riesgo laboral, las redes sociales abonan un escenario que puede atormentar al trabajador de las redes sociales. La falta de conciliación. O más concretamente, la ausencia de fronteras entre lo personal y lo profesional. Las redes están dominadas por un flujo continuo de información concentrada que puede resultar extremadamente estresante: ¿qué ocurre cuando ese flujo permea la esfera privada?
ESTRÉS; en mayúsculas. Fatiga. Bloqueo mental. Angustia. La sintomatología que está abarrotando los ambulatorios de media España. Uno de los grandes dramas contemporáneos, multiplicado por la incidencia de unas redes sociales que aún estamos aprendiendo a relativizar. Veamos cómo puede hacerlo el trabajador de las redes sociales:
Ponlas en contexto: las redes sociales son absorbentes, construyen una realidad alternativa que nos contiene y nos condiciona, parecen el principio y el fin de absolutamente todo lo importante. Con una salvedad… No lo son. Fuera de ellas hay un universo complejo y –éste sí– tangible que merece mucha más atención. Cierra Twitter. Abre la puerta. Cruza el umbral.
Fija un horario de trabajo: puedes compartimentar el día en bloques de horarios para no estirar las jornadas laborales por encima de lo saludable. Cuando hayas fijado un bloque de horas para dedicar al trabajo, deberías ser consecuentes con la estrategia y no excederlo en exceso. Es la única manera de que remita el estrés.
Fija descansos sociales: el mejor remedio contra la adicción a las redes sociales consiste en socializar. Pasar tiempo con la gente a la que quieres en horarios que te pertenecen a ti y nadie más. Una buena conversación cara a cara con amig@s tiene todo lo que necesitamos. Fuera de eso habita el estrés.
Organízate: la procrastinación casi nunca es buena idea, porque las tareas se van acumulando y sobre todo van ocupando espacio en nuestra mente. Hasta que no las resuelvas, no se esfumarán. Procura organizarte para actualizar las redes sociales con contenido fresco e inmediato, de modo que no tengas que hacerlo al final de la jornada cuando ya estás agotado. O peor: fuera de ella.
Oblígate a desconectar de la tecnología: ¿ves esa lucecita blanca del móvil que parpadea y reclama tu atención? No es tan importante.
Comprende la naturaleza de tu labor: trabajas en comunicación digital, concretamente en las redes sociales. Teóricamente te gustan y las disfrutas, las tienes integradas en tu día a día de manera orgánica, casi como respirar. Las redes sociales son invasivas, pero eso no debería molestarte. Si no es el caso y te generan un estrés incontrolable, entonces quizás deberías revisarte la vocación profesional.
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