Un mensaje llega antes si proviene de un famoso. Esto es así. Muchos son los expertos que reniegan de ellos y critican. Hablan de muchos temas sin poseer los conocimientos necesarios como para tener la autoridad de formar una opinión a nivel estatal o, incluso, mundial. Un ejemplo de ello es que los Oscars, los Globos de Oro o los Goya se han transformado en una tribuna desde la que poder criticar las injusticias, reivindicar las acciones de los gobiernos o exponer opiniones sobre temas como el feminismo o la homosexualidad.
Ante este paradigma, es imposible ignorar el valor social que poseen las caras públicas, cuyas acciones -tanto si son positivas como si son negativas- afectarán a una masa incontrolable de fans que se guían, quizás en exceso, por sus opiniones.
Este año la gala de los Oscars se vio ensombrecida por el reciente triunfo del presidente Donald Trump, a quienes muchos famosos ya mostraron su oposición en su negativa a participar en su acto de investidura, así como con su presencia en las manifestaciones que se dieron mientras tanto, destacan celebridades como Michael Moore o Scarlet Johansson. El mensaje era claro: la Academia no va a aceptar las restricciones y las amenazas del nuevo Presidente de los Estados Unidos sin oponer resistencia.
A pesar de los esfuerzos de Trump por acallar esta celebración, sus esfuerzos no hicieron más que aumentar el protagonismo de la gala. Muchas estrellas de Hollywood lucieron lazos azules para apoyar la campaña “Stand with ACLU” de la Unión para las Libertades Civiles en América (ACLU), grupo defensor de los derechos civiles. También se oyeron declaraciones de los presentes, como las intervenciones del cineasta iraní Asghar Farhadi y la del actor mexicano Gael García Bernal.
En España los Goya también han adquirido una gran popularidad en este sentido: hay más revuelo por conocer cuáles serán las críticas de los famosos y el contenido del monólogo del presentador de la gala -este año, Dani Rovira- que por conocer a los premiados. Este año los focos de atención han sido el feminismo –Rovira se puso “en los pies” de las mujeres y se calzó unos tacones, un método de reproche que no fue bien visto por muchos espectadores- y, como siempre, las subvenciones y el IVA en la cultura.
Sin embargo no es necesaria una gala para que los famosos planteen sus ideas, es el caso de Lady Gaga cuyas luchas a favor del colectivo LGTB ha favorecido a muchos jóvenes que no se sentían cómodos con ellos mismos, ha visibilizado el problema de la homofobia, además, la cantante ha organizado recitales con los que financiar esta causa. Otro ejemplo es el del actor estadounidense Shia LaBeouf, quien tras el triunfo de Donald Trump, decidió llevar a cabo una performance que consistía en situar una cámara en el Museum of Moving Image de Nueva York para visibilizar el rechazo hacia el presidente de EE UU.
El poder de las estrellas pueden agilizar campañas que los propios gobiernos son incapaces de llevar a cabo. Sin embargo, se ha de tener presente que no todas las figuras públicas son ejemplos a seguir, y sus actos pueden acarrear serias consecuencias, minando los logros y esfuerzos de sus compañeros profesionales, gobiernos y organizaciones. Este podría ser el caso de actores como Charlie Sheen o Johnny Deep, que han sido acusados de cometer violencia de género, pero ello no ha conllevado ni penas judiciales ni sociales.