Pasan los años y los usuarios de las redes sociales envejecen al mismo ritmo que los jóvenes implementan los nuevos lenguajes en su cotidianeidad. Los primeros han dejado de ser tan intensos y románticos en sus incursiones por el social media; los segundos han elegido los gif, los memes, las historias efímeras y los emojis para conectar con comunidades cada vez más complejas.
Complejas por la hiperespecialización, por un lado, del espectro temático que se abre ante los ojos de los nuevos lenguajes. Y, por otro, la sencillez generalista que todo lo impregna en grandes contenedores que aglutinan toda esa hiperespecialización. Esto es, canales abiertos a una gran masa de comunidades que marcan la capacidad de influencia de marcas, empresas y hábitos.
Hábitos cada vez aparentemente más saludables pero, a la vez, más engañosos. Porque del 100 por 100 de aceite de oliva virgen extra que lleva una bolsa de patatas fritas con un 99% de aceite vegetal y cuyo 1% restante sí se ha hecho con ese aceite de oliva virgen extra 100% aceite de oliva virgen extra; al sin azúcares añadidos a los ya de por sí continentes en la magdalena sin gluten y sin procesar con harina que no es 100% integral porque el 50% de la harina restante que no es 100% integral ha sido procesada… nos dejamos liar o llevar ante una realidad ruidosa pero poco especializada en realidad.
O sí, quizás más especializada de lo que pensamos. Porque si usamos a la vieja usanza la información que circula por las redes sociales, por las más generalistas como por las menos, podemos seguir conectando con perfiles interesantes. De los de antaño y de los de ahora. Desde el médico que puede trazar una prospectiva de hacia dónde discurrirá la evolución del coronavirus y su posible antídoto con base científica al gamer que podrá vaticinar quién será la nueva estrella de la temporada siguiente de la liga de esports de turno.
Del auge de los youtubers a su veteranía diez años después, del auge de los snaps a su confluencia con el idioma de TikTok, de la información tuiteada a la conversión tuiteable de las imágenes y del silencio de las fuentes más cualificadas, de lo de antes a lo de ahora, de las formas de consumir información a las formas de seguir consumiéndola, pero de otra forma.
De lo viejo desde lo nuevo. De las redes sociales y de su constante evolución. De la necesidad de seguir analizando los hábitos sociales para comprender mejor nuestro comportamiento en las plataformas en que proyectamos estilos, formas de ser, lo políticamente correcto, las mentiras de un producto, las verdades de una marca y hasta la manera en que nos gustaría vivir por como pensamos que nos perciben a quien se lo contamos.
Filosofía del social media en reflexiones abiertas a la aportación desde el prisma o formato que cada cual desee, veteranos o noveles.