‘Periodismo de mandarina’ no es un libro de viajes

El periodista Javier Fariñas (@JavierFMartin), redactor jefe de la revista Mundo Negro (@mundo_negro) y profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo CEU, cuenta que hace algunos años, en su primer día de clase con sus alumnos, se le ocurrió plantar delante de los pupitres una mandarina que previamente había pelado delante de sus ojos. La abrió, separó los gajos y pidió que le contaran esa fruta en cinco líneas. Prácticamente todos hablaron de su olor, sabor y textura sin haberse acercado a ella. Ello lo derivó a la profesión periodística para explicar que no debemos conformarnos con lo que nos enseñan o vemos de lejos, sino que hay que “preguntar, oler, probar y destripar la realidad hasta contarla sin atisbo de duda”.

De esta sencilla anécdota surgió el título de su libro Periodismo de mandarina, el making off de su trabajo como periodista durante años: las historias que han quedado fuera de sus reportajes, crónicas y relatos de lugares, relegadas al cuaderno de notas. Se ha preocupado por dar voz a pueblos, gentes y situaciones que habitualmente no tienen cabida en los medios de comunicación por no ser lo suficientemente ‘influyentes’ a pesar de sí ser importantes, como considera, lo que le supone un profundo malestar con la profesión.

Los asesinados por Boko Haram, aunque importantes, eran mucho menos influyentes que los de la revista satírica Charlie Hebdo, por lo que nos volcamos en hablar de unos y silenciamos a los otros”, afirma Fariñas, que añade: “nos inquieta la seguridad de nuestro territorio y pasamos por alto preguntarnos por qué miles de personas quieren atravesar el Mediterráneo, saltar vallas o jugarse el pellejo en cayucos”.

El periodista destaca de todos esos países que ha visitado y que le han marcado un rasgo común: la voluntad de sus hombres y mujeres para tirar de una vida no siempre fácil a causa del hambre (Burundi), de un terremoto (Haití), de una guerra reciente (Bosnia y Herzegovina), de la presencia de un territorio radical (Filipinas), de determinadas vicisitudes políticas o históricas (Venezuela o Cuba) o de la injusticia debida a los países que “solo tienen como objetivo acaparar, acaparar y acaparar” (los migrante que llegan hasta una valla que saltar, una frontera que cruzar o un mar que atravesar).

El suyo no es un libro de viajes, sino de personas. “En este punto se igualan los bosnios con los cubanos, con los filipinos, con los burundeses. Lloran y ríen por igual. Lloran y ríen por lo mismo. Y en ese marco, los que tenemos la vida más fácil, tenemos mucho que aprender. Por eso nos cuesta tanto ver a Aylan muerto en la orilla. O a los que atraviesan una Europa fría en lo climatológico y en lo humano para huir de Siria en guerra. Nos duele verlo porque es, objetivamente, una realidad dura. También porque nos interpela, nos tira de las orejas”, asegura Fariñas, que brinda la responsabilidad a los medios de comunicación que “ofrecemos el ‘menú informativo’ que la ciudadanía quiere, y el que interesa a la clase dirigente; un discurso demasiado cómodo a veces, que garantiza seguridades, que evita inconvenientes, que no perturba la paz de la zona rica y acomodada en la que nos encontramos”.

Written by David Casas

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