Guardias interminables en la puerta de la finca Cantora o de un piso del barrio de San Blas a la caza y captura de alguna declaración de Isabel Pantoja o Belén Esteban. Como ésta casi nunca solía llegar, se estiraba al máximo el material audiovisual. Piezas de minutos a base de repeticiones, música y mucha postproducción elevando a la categoría de noticia un simple gesto, mirada o expresión. Algunos programas encontraron una mina en este formato. Una adaptación de las páginas de papel couché a la televisión que era tan cuestionable como rentable en términos económicos y de audiencia. Todo un filón del que posteriormente se alimentaban tertulias a base de gritos, histrionismo y mucha opinión.
El sistema sigue vigente y es el modelo de negocio principal para alguna cadena, pero ha evolucionado y conquistado otros ámbitos. Entre ellos, el deportivo. Con idéntico modus operandi, los medios se agolpan en la puerta de los campos de entrenamiento de los grandes equipos. Real Madrid y Barcelona fundamentalmente. Allí graban todo. Desde el pequeño que se acerca a pedir un autógrafo a las palabras captadas al viento entre dos compañeros sobre el terreno de juego. Lo mismo ocurre durante los partidos, con tantas cámaras enfocando la grada o el banquillo como el césped. Luego se edita con rimbombantes efectos sonoros, gráficos y mucha imaginación.
Así se llenan horas y horas de emisión, pero hay más. Comentarios en redes sociales, affaires amorosos, rumores de fichajes, cambios de casa, vestimenta, viajes, etcétera. La anécdota tratada como cuestión de estado para alimentar foros y programas televisivos donde las intervenciones se solapan a gritos de tres en tres ignorando cualquier norma básica de cortesía y educación.
España es el país del mundo donde más información pseudodeportiva hay por minuto de radio, televisión y letra de medio escrito. Pseudo porque en toda ella, es complicado encontrar noticias deportivas en su sentido estricto. Incluso los resúmenes de los partidos han sido relegados a una simple repetición inconexa y sin linealidad temporal de goles.
Internet no ha hecho más que acrecentar un problema que ya se atisbaba en algunas cabeceras impresas de primera línea. Una de ellas, precisamente el periódico más leído de España con mucha distancia sobre cualquier otro, llegó a despreciar durante la década pasada tanto las crónicas de los partidos que quedaron reducidas a poco más de un tercio de columna. En su lugar, muchas fotos, declaraciones y titulares poco rigurosos. Aunque rectificó, hoy la fórmula se sigue empleando. Aperturas a gran anchura con simples anécdotas que sólo buscan alimentar el enfrentamiento valiéndose de algo tan pasional como el fútbol. Porque además es este deporte el que copa casi la totalidad de la dedicación. Una hazaña muy elevada ha de conseguirse en cualquier otra disciplina para que sea medianamente comparable.
Estos son algunos de los rasgos que identifican a la prensa sensacionalista deportiva:
- Búsqueda continua de la polémica.
- Elevación a categoría de noticia el rumor o la polémica.
- Ignoran o relegan al mínimo espacio el análisis y la descripción del desarrollo del juego.
- Atención excesiva a la vida privada de los jugadores.
- Partidismo o clara identificación con un equipo.
- Publicación de contenidos como hechos consumados cuando son sólo futuribles.
- Erigirse en voz de la afición para lanzar mensajes al equipo rival.
- Lenguaje excesivamente llano y rayano en lo soez.
- Periodismo declarativo.
- Profusión de imágenes en detrimento de texto o narración.
- Espacios exclusivamente basados en la opinión de diferentes actores (periodistas, exfutbolistas, exárbitros, representantes, directivos, etc.), usualmente claramente identificados con un equipo.
- Presentaciones corales con más atención a la puesta en escena que al mensaje.
El éxito de este tipo de periodismo deportivo (entre comillas) es innegable y queda evidenciado por las cifras de audiencia. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Lo exige la audiencia o lo consume ante la falta de alternativas? El debate, como siempre en estos casos, podría ser inacabable. Aunque también podríamos destacar ejemplos de información rigurosa, profunda, contrastada y plural practicada por medios o programas minoritarios que, quién sabe, podrían ser también de masas si alguien apostara por darles más protagonismo.