Fonsi Loaiza es uno de esos claros ejemplos de que la vocación en el mundo del periodismo deportivo existe. Y, aunque se considere torpe para jugar al fútbol, su trayectoria como comentarista radiofónico no tiene comparación en esta área, gracias a su experiencia y a sus amplios conocimientos en la materia.
¿Cuándo comenzaste a interesarte por el Periodismo?
En mi caso ha sido vocacional desde muy pequeño. Cuando preguntaban eso de “¿qué quieres ser de mayor?”, siempre decía que quería ser periodista deportivo y nunca lo he cambiado hasta ahora. Descubrí mi pasión por el periodismo gracias al deporte y a mis limitaciones técnicas y físicas en el fútbol. No sé de dónde me viene esa vocación por el deporte siendo tan rematadamente torpe. Era malo jugando, pero desde niño interioricé el ideal de justicia que existe en el deporte. En los partidillos del colegio los compañeros del equipo rival me preguntaban por las jugadas polémicas porque sabían que siempre iba a decir la verdad. En mi primer equipo de fútbol con los compañeros de clase celebramos como un campeonato el único gol que marcamos en toda la temporada y ahí entendí que es preferible compartir las derrotas y pasarlo bien con los amigos que el triunfo con desconocidos. También aprendí la tabla de multiplicar y conocimiento del medio en el pasillo de mi casa jugando a la pelota con mi madre. Esa niñez es mi patria y me esfuerzo cada día por recuperarla con un periodismo que cuente la verdad.
¿Qué aporta la radio a la hora de ejercer tu profesión?
La radio es un medio que tiene algo especial que hace que nunca muera, aunque la quieran dar por muerta. Ni la televisión ni internet la han matado. Ahora han llegado los podcasts y son un exitazo. La radio da compañía en la soledad de estos tiempos acelerados.
¿Cuáles son las claves para hacer periodismo deportivo claro, cercano y de calidad?
No encuentro diferencia entre lo que tiene que ser el periodismo de calidad y el periodismo deportivo de calidad. Hace falta fiscalizar al poder, contar la verdad, ser honrados, no venderse, pelear por un deporte democrático.
En tus redes mencionas que luchas por un deporte antifascista, anticapitalista y feminista. ¿Son todavía estos problemas actuales del mundo del deporte?
La mercantilización, el machismo y la xenofobia son males que asolan al deporte en el que los mercaderes que lo gobiernan tienen cancha libre para sus negocios. El deporte está concebido por estos corruptos como un paraíso fiscal en el que esconder sus fechorías. La única forma de combatir estas lacras es con un periodismo con una visión feminista, anticapitalista y antifascista. Los que dicen que no hay que politizar el deporte lo que realmente están diciendo es que los aficionados no se metan en política, que ya la hacen ellos para robar. El panorama comunicativo y empresarial en torno al fútbol es desolador. Los aficionados no cuentan para nada en este sistema basado en el lucro. Como explicaba el entrenador Marcelo Bielsa, el fútbol es de la gente, pero estos destinatarios están excluidos de todas las decisiones.
¿Cuál es el panorama actual del periodismo cultural en los medios generalistas?
La cultura proviene del latín ‘cultivo’. La cultura crítica no interesa en los medios de comunicación. En España la cultura sí ha tenido un papel muy importante en lo que el periodista Guillem Martínez llama ‘la cultura de la Transición’, sin embargo, todo lo que estaba fuera de este marco era marginal. Ahora existen las redes sociales y sí veo un nuevo panorama cultural con otros códigos y que sí se están abriendo nuevos debates culturales que antes no se quiso mencionar. Como la Memoria Histórica: son los nietos los que están sacando a sus abuelos de las fosas del miedo que inoculó el franquismo.
¿Qué mensaje le trasladarías a quienes estudian Periodismo en la actualidad?
El mismo que en los agradecimientos de mi tesis doctoral. No soy nadie para dar consejos, solo para dar las gracias. A todos los jóvenes periodistas que luchan por el oficio, que no desisten en su empeño homérico y que nunca sucumbirán ante la mediocridad y el miedo que ejercen los imperios mediáticos del capitalismo.