Enciendo la radio. Los tertulianos se empeñan en saber de todo sin saber de nada. Sientan cátedra en cada aseveración que lanzan en las ondas. Da igual si hablan de atletismo, de controladores, de política fiscal o de wikileaks. Creen tener opinión por el simple hecho de participar en un programa radiofónico. En realidad, están superados por el qué dirán si digo a las claras que no tengo ni idea de ese tema o que no he tenido tiempo de documentarme de forma adecuada para trasladar un argumento sólido a partir del cual la audiencia apoye una conversación de desayuno con sus colegas de trabajo.
Abro el periódico. Los temas están demasiado caducos. Huele a agenda oficial y a cercanía de elecciones autonómicas y municipales. Nada que ver con la pasión y la efervescencia global que recorren el Social Media. Algo está cambiando.
Enciendo la televisión. Me salvo de ‘Sálvame’ gracias a los documentales de La 2, ésos que ve todo el mundo pero que los datos de audiencia nunca contemplan. Continúo con el zapping. Fútbol rosa, goles a discreción, películas de las que no se alquilan en los videoclubs, noticias que ya conozco por haberlas compartido en Twitter y realities encubiertos de información.
Enciendo el ordenador. Escribo este post y lo comparto en redes sociales.
Off.