Gol de Messi. Miles de ‘tuitgoles’ de Messi.
Seis millones de parados. Cientos de miles de tuits.
URGENTE: el rey operado con éxito. Retuiteado exponencialmente.
Twitter ha ganado el elemento corpóreo del volumen en los dos últimos años, a la vez que ha alcanzado peso en la capacidad de influencia comercial, como lo ha hecho en la multiplicación de mensajes de manual institucional. Pero la originalidad del tuit de nuevo cuño está de capa caída.
Cada día es más complicado localizar debate constructivo paralelo al de las realidades de comunicado oficial. El debate que tanto embelleció a esta red social no hace mucho tiempo y que sintonizó con el tono crítico de muchos perfiles acostumbrados a no comulgar con los titulares mayoritarios en cuanto que estructurados para persuadir a una masa mostrenca.
La misma masa que vota orientada por los mensajes masticados procedentes de gabinetes y maitines; o la que sólo lee fútbol cuando se habla de deportes; o la que ve un telediario creíble sin intencionalidad subjetiva; o la que hace RT de un minuto y resultado sin aportar una valoración que complemente la actualidad de teletipo; o la que cree a pies juntillas un tuit por haber sido publicado desde la instancia oficial del aparato. Con todo, es algo que forma parte de un proceso lógico. No somos nadie para criticar la vida misma, la que nos creemos a pies juntillas desde siempre.
Pero los partidos políticos, los medios masivos tradicionales, los famosillos oficiales, las grandes marcas, los perfiles influyentes de manual offline tenían que hacerse, tarde o temprano, con el control de una herramienta a priori molesta, movilizadora, cruda, directa y creíble como ha sido Twitter, dominada hasta no hace mucho por otras personas influyentes forjadas dentro de la misma plataforma, desconocidas antes en el offline, con vocación de sumar nuevos argumentos, no de encapsular los mensajes más adecuados en relación a un contexto intencional y tradicional de venta, persuasión o engaño.
Con todo, esos perfiles sobreviven en la jungla del ruido a la par que vehiculan opiniones y argumentos aún con peso, pero con menos carga emocional que los marcados en rojo, los reconocidos, los que han terminado por contaminar las aguas de esa otra argumentación, la que hace pensar por encima de lo impuesto por los aparatos tradicionales del control.