¿Cuántos seguidores tienes? Me da igual, como tienda de soluciones para jardines y el hogar me importa más qué retorno especializado me brinda un perfil de 300 seguidores al que le gusta aprender soluciones para el bricolaje que uno de 30.000 al que no le interese mi cortacésped ni lo haga interesante para su comunidad, más aficionada al chisme, al fútbol o a la ópera. Pero, ¿cómo es la comunicación con ellos vía Twitter? Trato de dinamizar contenidos de interés, originales, de calidad periodística; salgo al paso de tuits que pregunten por especificidades técnicas y procuro resolver con agilidad y documentación práctica las dudas que suscitan tanto las informaciones como las interacciones en que participo con mi cuenta corporativa.
¿Tienen vigencia estas preguntas y respuestas imaginarias?
No se trata de un pasatiempo o de una adivinanza. Twitter ha cambiado de vigencia, por lo menos en cuanto a número de usuarios activos y al perfil tipo de tuitero. Antes, un tuitero era influyente en cuanto que usuario de esta red social. Solo por tuitear ya formaba parte de una comunidad simpática de personas que por el mero hecho de ser tuiteros tenían una empatía recíproca. Daba igual si uno era periodista, marketer, abogado, publicista, sastre, cortador de jamón o taxista. Uno podía terminar organizando un evento al que daba voz y voto al resto, por acción u omisión; por tomar la palabra o por tuitear como asistente lo expuesto en ponencias de formato anglófilo.
¿He respondido a la pregunta anterior?
Parece que no, pero a ver si ahora lo consigo. Los usuarios fantasma, los robots, los inactivos, los influencers, los famosos, los políticos… han echado de Twitter a los anónimos influyentes. Por lo menos a los que se divertían combinando su faceta profesional con la extraprofesional y confluían en una verdadera red social de afinidades con esos otros usuarios multidisciplinares que retroalimentaban tendencias, gustos, gadgets, tecnología, posicionamiento, verdades y mentiras a medias sobre el acontecer y el social media. Buena parte de ellos imparten hoy sesiones en los numerosos másteres y grados formativos que han surgido al albur de esas experiencias. Porque sin éstos no hubiera formación; porque ellos aprendieron a golpe de tuit de los otros, de aquellos y de esos.
¿Ya está respondida?
No, claro. Que lo haga Twitter. Para que con todos sus 280 caracteres no se olvide de quienes ayudaron a conectar empresas, marcas, compañías, medios de comunicación y patrocinadores con personas, personas y más personas afines, entre clientes y audiencias especializadas en escuchar, interactuar y compartir.
Entonces, ¿sigue siendo Twitter una herramienta útil de comunicación para las empresas?
Toma, claro.