La radio digital terrestre (DAB) se ha quedado anclada en litigios en los tribunales, tantos como autonomías existen. Desde que se instalaron los primeros multiplex de emisión en 1999 -año en que se aprobó el Real Decreto1287/1999 que convertía a España en pionera en la implantación del sistema en Europa-, sitos en Madrid y en Barcelona, la fotografía se quedó detenida. Tan obsoleta se ha quedado la nueva tecnología que ya impera en el resto de Europa un nuevo estándar, DAB+, que convive ya con las rutinas de vida de nórdicos o británicos, por citar dos ejemplos que recoge la European Broadcasting Union (EBU).

Sin filtros, sin la evolución móvil registrada desde entonces hasta nuestros días. Porque son 21 años sin que los españoles puedan disfrutar de las hipotéticas ventajas de emisiones digitales. Si bien la televisión digital terrestre (TDT) sí que ha conseguido imponerse en las costumbres de recepción, el DAB será el estándar gafado, el maltratado o el aparcado. Seguimos en modo analógico en tiempos de digitalización, de smart cities y de 5G. ¿Curioso verdad?

Tener en casa un receptor DAB es equivalente a tener un florero. Por lo menos si quien lo tiene no reside en núcleos poblacionales de Madrid, Barcelona o cercanos a Gibraltar, desde donde cuatro emisoras emiten con una sola frecuencia DAB+. Con todo, las marcas de vehículos a partir de la normativa europea van a incorporar progresivamente desde este mismo año equipos de audio equipados con DAB, que serán en España floreros similares a los mentados si las autoridades no desbloquean los litigios abiertos en los TSJ de las distintas autonomías donde se han convocado concursos que han quedado bloqueados y en los que las empresas que optan a las frecuencias en algunos casos han ganado y ahora esperan el recurso de la Administración. Lo que hace temer un escenario caótico y mal gestionado como ya significó la asignación de emisoras analógicas.

Mientras en Europa el número de emisoras DAB ha crecido en los últimos tres años un 15% -hay unas 1.850 estaciones– es conveniente poner el foco también en los hábitos de consumo de la audiencia. Los jóvenes escuchan menos la radio, lo que está mermando público potencial al medio eterno. A su vez, este aspecto obliga a que la radio agilice en investigar si estas nuevas fórmulas de emisión van a aparejar herramientas de captación y de fidelización del perfil más joven de oyente. ¿Cómo se podrá sincronizar la emisión en directo con los contenidos y las plataformas que habitualmente utiliza esta franja de edad? Pregunta sin respuesta hasta que no conozcamos de forma decidida una apuesta por el DAB y sepamos analizar las posibilidades de interacción con la audiencia que apareja.

La tercera vía de escucha que ha propiciado confundir a los responsables de agilizar su puesta en marcha es la radio en internet. O, lo que es lo mismo, el volcado de la emisión analógica a través de las páginas web y de las apps de las emisoras de radio convencional, así como los servicios de podcast y de radio a la carta.

Informe DAB de la EBU

Radio digital terrestre en Europa. Informe de la EBU.

Según el último informe de la EBU, la principal alianza mundial de medios de comunicación de servicio público que representa a más de cien organizaciones en todo el mundo, en los países donde se ha implantado el DAB+, como en Noruega, donde ya han dado el apagón a la FM, los oyentes reconocen la oferta radiofónica y los nuevos formatos que brinda, como programas infantiles o exclusivos para adolescentes, lo que les permite ganar el pulso a otros canales como Youtube, que también integran en la programación. De hecho, más de 500 emisoras en Europa ya solo emiten en digital, sin equivalencia en analógico.  Un paso que podremos ver, quizás, en España en los próximos años, lo que redundará en un cambio radical del concepto de parrillas radiofónicas. Las mismas que nadie se atreve a cambiar, que solo mutan de nombres temporada tras temporada pero que, en esencia, mantienen escaletas bajo un mismo esquema heredado del siglo XX.  El siglo XXI empuja hacia un nuevo modelo que impera consolidarse antes de que se quede por el camino la audiencia que protagonizará la radio del futuro.