El tiempo que discurre de un año a otro, 365 días o 366, inflama la actualidad, la cura, la alimenta o la dispersa con temáticas más o menos cíclicas, incluso las que se dan en contextos extraordinarios como la pandemia de la Covid o la erupción del volcán de La Palma. Con más o menos sobresaltos, con más o menos singularidades o con más o menos titulares de portada, la realidad noticiable se dilata tanto como encoge.
Ya sea por desgaste, por familiaridad con el hecho, por merma de novedad o por la capacidad innata que tenemos para interiorizar noticias, por extraordinarias que sean, y reciclarlas en el olvido, cada año abre y cierra ciclos a lo insólito, a lo cercano, a lo de siempre, a lo más notarial, al cambio de cromos en dinámicas similares o a un campeón, un líder o un juez más o menos protagonista que el anterior.
Se acaba 2021 como terminó 1948, o como se fue 1897. Un ciclo temporal más, una nueva oportunidad para hacer balance. Desde el ámbito de la comunicación, nos queda, por encima del lado estrictamente semántico, el cualitativo de la necesidad. Porque, independientemente del contexto, las organizaciones, las empresas, las asociaciones, los partidos políticos, las universidades, las personas de forma individual y cualquier actor de esta sociedad necesita comunicar, transmitir a su círculo más próximo o al que desea llegar lo que hace, dice, lanza, avanza, proclama, defiende o luce.
En 2022, como en 2021, pon una agencia de comunicación en tu vida (profesional) y configura los titulares de ida y vuelta con una intención, un sentido (estratégico) y un retorno (económico). Una recomendación para destacar por encima del ruido que llega de la competencia, de la herencia de temas más manidos de tu sector o del silencio de quienes huyen del carrusel informativo que mece la actualidad por temor a un enfoque aberrante. Felices titulares 2022.