El marketing tradicionalmente ha favorecido la trampa del dato, el sesgo a favor de un interés comercial o de una verdad a medias. Una tendencia que ha virado hacia nuevas formas de hacer campañas, en las que la responsabilidad da paso a la veracidad y la transparencia. Porque se puede hacer marketing responsable a partir de la puesta en práctica de unos valores esenciales como los subrayados.

Si atendemos a perfiles de empresas que conviven con crisis reputacionales, ¿qué mejor camino para promocionar sus productos y servicios que decir la verdad sobre los mismos? Por ejemplo, cuántas personas trabajan día a día, con qué valores practican su aporte profesional, con qué retorno social, medioambiental y económico, bajo qué apuestas de responsabilidad social corporativa o desde qué compromiso sostenible.

Porque, más allá de productos y servicios, las empresas, con o sin crisis, están formadas por personas que trabajan inmersas en dinámicas sectoriales y que aportan un beneficio para los clientes que reciben su producción o para consumidores que practican, a su vez, unos valores más o menos identificables con los anteriores.

En esta línea, la veracidad informativa, el enfoque periodístico, el dato, la perspectiva sintética de titulares basados en los hechos objetivos de las mercantiles son guías necesarias del nuevo (y necesario) concepto responsable aplicado a la comunicación y al marketing.

Así, por ejemplo, las tan cacareadas macrogranjas disponen de herramientas como la transparencia y la verdad para, en la práctica, conseguir ser más responsables. Si pproyectan estos valores y los comunican, en esencia, serán más sostenibles y podrán desenmascarar con más facilidad los lobbies que, en su caso, les están ganando la partida de la credibilidad social. El marketing practicado desde esta óptica es, asimismo, rentable y se alinea con las tendencias que fomentan las medidas sostenibles de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.