Encontrar un tema que consideras interesante y adecuado para la publicación en que trabajas. Mover hilos hasta conseguir el contacto oportuno. Llamar. Presentar la propuesta y el medio oferente. Especificar que se trata de un digital. Acto seguido, lo que parecía un acuerdo inminente se convierte en un ejercicio de persuasión. Las reticencias han hecho acto de presencia al otro lado de la línea. ¿Por qué este recelo?
Pecaría de victimista si afirmara que esta es la norma general. Muy al contrario: la predisposición de aquellos que aceptan una entrevista o se prestan a que sus trabajos sean reportajeados es tan habitual como de agradecer. Sin embargo, aún son bastantes los casos en que la desconfianza se activa cuando se habla de una publicación “.es” o “.com”. Parece, pues, que el papel todavía tiene una baza a su favor, el prestigio.
Como siempre, la crítica debe estar precedida de un mea culpa: los profesionales somos los principales responsables de habernos dejado eclipsar por la injerencia en el plano 2.0 por haber descuidado las informaciones, haber caído en la tentación del copy paste y haber antepuesto la característica inmediatez de Internet a la verificación propia del periodismo. Pero más allá de nuestros errores – los cuales estamos pagando con creces – existe otra cuestión a tratar: el cambio de mentalidad en los lectores y, atención, en muchos periodistas.
Increíble. Así es que los mismos compañeros sean quienes tuercen el morro cuando les comentas que el proyecto en que andas metido es digital. Mucho más cuando lo que hacen es negarte una colaboración. Deberíamos ser los primeros en comprender que la valía de una información es indiferente a la plataforma en que ésta es presentada. Es más, teniendo en cuenta los términos en que se mueve el mundo actualmente, resulta razonable creer que es más efectivo compartir un artículo interactivo – lo audiovisual y el hipertexto como complementos inherentes – que una estática hoja de papel.
Conste en acta que yo también me considero una enamorada de las buenas lecturas impresas capaces de involucrarte hasta tal punto que tus dedos acaban impregnados de su tinta. No obstante, hay que ser realistas: Internet no es el futuro, sino el presente. Y cuanto antes decidamos apostar con firmeza por el hoy, mejor nos irá mañana. De nosotros depende que entrevistados y lectores se despojen de sus reticencias. Muchas publicaciones digitales ya están ganando terreno en una de las pocas batallas perdidas que les quedan, la del crédito. Su mejor arma, el arma del periodismo por excelencia, es y será siempre la calidad.