Casi un año de cautiverio estuvieron retenidos los periodistas Antonio Pampliega y José Manuel López y el fotoperiodista Ángel Sastre, secuestrados en Siria el año pasado y liberados hace un mes. Los tres son freelance y trabajan para diversos medios, entre ellos El País.
La historia del Periodismo de guerra, de esos reporteros que, armados con su papel y bolígrafo o su cámara, nos informan de un conflicto, ha estado marcada por la evolución de los propios conflictos. Muchos quieren ser periodistas para poder cubrir este tipo de acontecimientos y contar las historias que los envuelven con la motivación de que no vuelvan a suceder.
Esta evolución, a su vez, ha ido acompañada por la figura del periodista como profesional. Hoy, más que nunca, el número de freelance (o autónomos) se ha incrementado exponencialmente y la crisis que atraviesa el sector ha llevado a que muchos se precipiten a la aventura para poder informar de los conflictos.
Por ello, el trato que reciben los periodistas cuando cubren un conflicto puede complicarse, puesto que muchos carecen de nómina fija en un medio de comunicación que les pueda respaldar. De hecho, el Sunday Times de Reino Unido se negó a aceptar las fotografías de un freelance en Siria, ya que no querían “alentar a periodistas freelance a asumir riesgos excepcionales”. Una decisión que ha recibido tantas críticas como alabanzas.
Está claro que los reporteros suponen un objetivo, tanto por razones políticas como económicas. Por eso, organizaciones como Rory Peck Trust ayudan a periodistas independientes y a sus familias, y recomienda no viajar a zonas en conflicto como Siria sin una capacitación en entornos hostiles y primeros auxilios
Además, el incremento de mujeres periodistas que van a los conflictos ha hecho que surjan nuevos riesgos, como el acoso o la violencia sexual, como sucedió con la reportera de guerra de la cadena CBS en la Plaza Tahrir en El Cairo en 2001. Desde la UNESCO, por ejemplo, se lamentó que las periodistas sufrieran un “doble ataque”, tanto por su género como por su profesión. De hecho, en la Resolución 222 de 2015 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se destacó el “riesgo particular” al que las periodistas y trabajadoras de medios de comunicación están expuestas en los conflictos.
Reporteros sin Fronteras (RsF) ha actualizado su manual de seguridad para periodistas, una versión que aporta nuevas medidas de protección para nuevos peligros, “como el secuestro, y aborda el reto de la seguridad informática durante una misión en zona de riesgo, esencial para la protección de las fuentes, la información y la integridad de quienes realizan la cobertura”. Asimismo, ante los tratos vejatorios que pueden sufrir las mujeres, la guía cuenta con puntos específicos para las reporteras.
El veterano periodista Ramón Lobo, que ha cubierto conflictos como el de Kosovo, Afganistán, Ruanda o Chechenia recomienda en RsF a los periodistas que vayan a cubrir un conflicto bélico que se preparen antes de ir, que estén siempre localizados, tener un seguro de vida y accidentes o poseer conocimientos de primeros auxilios.
Los consejos se deben llevar a rajatabla, sobre todo en el caso de los freelance, muchos buscados por las agencias internacionales para que cubran un conflicto. Estos periodistas, normalmente, no pueden pagar una buena formación en seguridad ni tienen el material adecuado para trabajar. Muchos, como el fotoperiodista Maysun, aseguran que la industria de los medios se desentiende de los profesionales independientes, ya que se mantiene dicho status “para no tener que responsabilizarse si sucede algo en el terreno”.
Por todo esto, y dado el acoso que pueden sufrir los profesionales de la información en una zona en guerra por ser testigos directos y contarlo al mundo, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha condenado en diversas ocasiones el trato que reciben los periodistas, instando a los Estados a que protejan a los reporteros e investiguen los ataques que se produzcan.
Internet y las nuevas tecnologías
Por otro lado, las nuevas tecnologías, unidas a Internet y, sobre todo, a las redes sociales, también han cambiado la percepción, ya que la ciudadanía cuenta con mucho material para poder conocer qué está sucediendo. Por tanto, la labor que puedan realizar los profesionales del periodismo de guerra queda diluida por lo que se transmita a través de las redes, muchas veces en directo.
Esta situación influye en los periodistas que están cubriendo un conflicto: hay que ser el primero en difundir la noticia, la primicia. Esto conlleva a que la información muchas veces no sea verificada y el trabajo no tenga la calidad suficiente. Ni se investiga ni se contrastan los datos en pro de la rapidez, lo cual afecta, y mucho, al trato que puedan recibir los periodistas: la fuente puede engañar, manipular u omitir datos con más facilidad.
Se pensaba que con las nuevas tecnologías, los periodistas iban a mejorar sus condiciones, pero parece que las situaciones de secuestro, asesinato o tratos vejatorios siguen a la orden del día en los conflictos bélicos, quedando impunes en muchas ocasiones. Otras culminan con un final feliz, como el de los tres compañeros liberados recientemente.