Un artículo de opinión se escribe con carácter de exclusividad y bajo la firma prestigiada de un referente local, especializado o sectorial de la cabecera que recoge el escrito. Hasta este punto parece lógico el enriquecimiento que significa para dicho perfil de publicación contar con una colaboración externa de las características detalladas. Pero, ¿esta lógica puede llegar a dervanecerse? ¿Cuántas publicaciones actuales, en papel o en soporte digital, respetan la vigencia, la separación o la inclusión del género periodístico de la columna en sus contenidos? ¿Acaso muchas (o pocas) de ellas se dejan llevar en exceso por el afán comercial descuidando el valor que aporta a sus publicaciones la inclusión de este tipo de colaboraciones? ¿O será que en dichos episodios se carece de un periodista especializado que diferencie entre la idoneidad de este recurso del imperativo publicitario?

Fernando López Pan profundizó a finales del siglo XX (1) sobre la columna de una forma académica. No se pretende abordar aquí la descripción pormenorizada de las características del género, pero sí al menos realzar las oportunidades que brinda a la generación de contenidos de calidad en relación a una actualidad que requiere del análisis de expertos que sepan aportar contexto, trayectoria y opinión cualificada. Porque hoy muchos hablan de todo sin saber de nada o procuran vestir de rigurosidad informativa columnas que no lo son. Precisamente, cuando a éstos les toca definir qué contenidos son susceptibles de formar parte de la sección Opinión bajo la forma de columna y lo hacen sin la independencia que se les presupone, bajo el martillo censor o recaudador del área comercial de la cabecera, el rigor, el análisis y la oportunidad pierden terreno a favor de una suerte de carta de servicios reducida a medias páginas, ‘redaccionale’s bajo pedido o entrevistas de pregunta-respuesta precocinadas que nadie lee, ni siquiera los que tienen la responsabilidad de editar la publicación en cuestión.

En el ámbito de las revistas sectoriales, las que abarcan la información de sectores concretos de actividades profesionales alejadas del minuto y resultado de los telediarios, las mismas que se trabajan bajo criterios de especiales de periódicos más que como referentes de esos sectores de los que informan, la difuminación de géneros periodísticos se hace más evidente, hasta tal punto que es harto complicado el distinguir entre lo que puede ser considerado una revista periodístico-especializada de un catálogo comercial con el único ánimo recaudatorio y de supervivencia en bucles de preexistencia marcada por el compás del certamen ferial, la oportunidad del calendario o la rutina llevada al copiapega rutinario a cambio de la inclusión en un plan de medios.

Porque hay revistas digitales o en papel cuya misión, más que informativa del sector (o sectores) del que informan, cumplen una misión testimonial cuyo único afán, loable por otra parte, es recaudatorio. Es loable, digo, porque desde siempre los medios de comunicación han sobrevivido o mantenido su independencia gracias a la publicidad, los patrocinios, los especiales u otras formas de percepción de ingresos para mantener su vida y la de los trabajadores, entre los que se encuentran habitualmente periodistas. El problema llega cuando en estas cabeceras no hay un profesional que dirija la suerte informativa de la cabecera, un periodista que aporte el criterio que sepa separar el imperativo de la noticia; el especial de la actualidad; la opinión cualificada de la patrocinada.

Es en este punto donde cabe apostar por la columna. Más aún en un contexto como el actual, en el que el periodismo tiende necesariamente hacia la especialización y ésta requiere ocupar nichos con la autoridad comercial, pero también con la credibilidad del contenido de valor. El artículo de opinión formará parte de una u otra vertiente en función del filtro que decida ese periodista, que emitirá en un juicio de valor interno para dictaminar si enriquece y da prestigio a la cabecera o si, por el contrario, persigue fines promocionales para quien lo firma. Pero que no haya un juez interno que discierna entre una opinión y otra, condena al ostracismo a aquellos activos sociales y empresariales que, aún perteneciendo a organizaciones o compañías con fines lucrativos, no siempre tienen por qué aportar opinión con dichos fines, sino también por la experiencia y trayectorias profesionales que atesoran en relación a algún hecho noticioso.

¿Cuántas revistas sectoriales lo practican? Quien lo haga, estará apostando por el contenido de calidad y la prevalencia profesional de quien maneja los criterios y géneros periodísticos, incluida la columna como niña bonita de una publicación especializada que se precie de serlo.

Posted by Óscar Delgado
1. La columna periodística: teoría y práctica : el caso de Hilo directo (Ediciones de la Universidad de Navarra, 1996)