¿Podemos permitirnos el prescindir de lo digital?

WC Soma comunicacionPrometo que no suelo inmiscuirme en conversaciones ajenas – ¡palabra! –, pero hace poco en un reducido brindis tras la finalización de un curso escuché cómo una recién graduada en periodismo hablaba de sus planes en el corto plazo. Y sí, decidí abordarla: quería saber cómo había sido su experiencia en una universidad distinta a aquella en la que yo cursé mis estudios, así como tantear su transición al mundo laboral desde allí. Conclusión: nada nuevo.

En respuesta, ella mostró especial interés por mi trabajo – me recordó tanto a mí apenas dos años atrás, ¡tanto a todos en los inicios! –. Por supuesto, le expliqué brevemente mi trayectoria – lo cual no requirió de un gran ejercicio de síntesis, todo hay que decirlo –, a lo cual ella respondió con un: A mí es que lo digital no me va mucho. A pesar de lo mucho que me gusta, el momento no invitó al inicio de un debate. Pero, afortunadamente, para eso existe este blog. Traducción: sí, el sermón os ha tocado a vosotros.

No pretendo adoctrinar ni sentar cátedra, sólo compartir una duda existencial, la misma que reza el titular del post: ¿podemos los periodistas permitirnos el prescindir de eso, de lo digital? Nadie cuestiona que la formación del ‘plumilla’ pase por la televisión, la radio y la prensa escrita. Sin embargo, como ajenas a los términos en que se maneja la sociedad actualmente, muchas facultades de comunicación parecen olvidarse de ese otro medio que ya no es la quimera de unos pocos, sino la realidad de unos muchos.

Insisto en una convicción que vengo compartiendo a raíz de mi propio paso por la universidad: creo que estos centros deberían encabezar la exploración de nuevas plataformas, inculcar esa curiosidad a los alumnos y actualizar su plan de estudios continuamente, no sólo adaptándose a aquello que se cuece en el presente, sino también arriesgándose con predicciones de futuro. Cierto, un mayor apoyo a la investigación – tanto económico como moral – en la disciplina ayudaría sobremanera, pero podría comenzar por un sencillo cambio en la actitud de los implicados.

Aclaro que no defiendo arrinconar ningún medio, sólo que tengo la sensación de oír cómo muchas puertas se cierran mientras uno de los existentes no se atiende. Y llegó el turno de réplica: ¿cuál es vuestra opinión al respecto? A veces, pienso que este maldito idealismo 2.0 va a acabar conmigo…

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Periodismo, me aburres

Foto: Marga Ferrer, Soma ComunicaciónCuando empecé a estudiar periodismo, allá por el lejano 2002, lo hice con la convicción de que era una profesión dinámica, divertida y que ofrecía un valor añadido a la sociedad. Casi 12 años después de aquello no sólo es que mi percepción haya cambiado. Eso sería lo de menos. Lo más trágico es que ha llegado un punto en el que el periodismo me aburre, tanto como periodista como en mi vertiente de consumidor de información.

Siempre fui más de escribir que de perseguir la noticia. Quizás porque las noticias que tenía que perseguir no me interesaban. A veces tengo la sensación de que hubiese estado bien unir las dos vertientes: escribir sobre noticias que me interesaran lo suficiente como para implicarme en ellas. Pero eso pocas veces se ha dado. Y, de todas formas, no deja de ser algo muy personal. Unas sensaciones muy mías y difícilmente extrapolables a otros compañeros de profesión.

Lo que sí que es innegable es que el periodismo de hoy en día aburre. Salvo contadas excepciones (en la mayoría de los casos de revistas y diarios, muchos de ellos online, de nuevo cuño y con poco peso entre el gran público), el periodismo que muestran los medios de comunicación me parece rancio y caduco. Hasta el punto de preferir estar desconectado de la realidad antes de estar informado (por decir algo) por ellos.

Tenemos grandes cabeceras nacionales que titulan todas igual, como si posicionarse de otra forma estuviese prohibido. Tenemos redacciones llenas de periodistas que se pasan el día sentados en sus sillas. En parte porque no hay dinero para desplazamientos y en parte porque en la España del siglo XXI sigue estando muy bien visto el presentismo, particularmente si es delante de un ordenador. Así que las noticias brillan por la ausencia de vida y los diarios (especialmente sus versiones online) se llenan de chorradas varias que al cabo de los días se demuestran falsas. Supongo que es lo que la gente demanda, así que para qué vamos a contrastar los datos…

Tenemos parrillas televisivas y horas de primetime llenas de personas que se quieren hacer pasar por periodistas de raza y se hacen llamar tertulianos. Debates políticos con mucho grito y cero contenido. Gente que sentada en una mesa redonda y con una tablet en la mano nos quieren hacer creer que saben mucho y que tienen la solución a todo, aunque realmente no saben nada, ni siquiera qué mérito han hecho para estar ocupando esas sillas.

Tenemos secciones de deportes de informativos convertidas en programas del corazón. 30 minutos seguidos de tonterías varias sin ninguna información. Y tenemos informativos que pierden 10 de sus minutos hablando de los souvenirs de la proclamación del nuevo Rey mientras medio mundo se desangra en un fuego cruzado sin sentido. Tenemos, al fin y al cabo, un periodismo aburrido que, quizás, es el que merecemos. Aunque no se parezca en nada a la idea que yo tenía en 2002 de la profesión. Aunque quizás ya sea demasiado tarde para plantearme estas cosas.

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Entre el periodismo ciudadano y el oficialista

Oficialismo Marga FerrerPonemos en el punto del debate el papel del periodista en el escenario multiplataforma actual y el acceso a la información, el origen y la credibilidad que conferir a la misma.

Pero, más allá de enfocar el post en la necesidad, preexistencia o nuevas funciones del periodista, que vamos a dar por presupuestas, dado que el profesional  de la comunicación será imprescindible en el manejo, filtrado y difusión de la información y del ruido que fluyen de dichas plataformas, pondremos el acento en la condena que muchos proyectan de la vertiente ciudadana.

Se quiera o no, el denominado periodismo ciudadano forma parte del nuevo contexto informativo que se pone a disposición del periodista o del medio de comunicación para ofrecer a sus audiencias contenidos adaptados a tiempos tecnológicos, móviles, directos, inmediatos, locales, globales y digitales.

Frente a este tipo de actualidad, encontramos la sempiterna cara oficial procedente de las grandes corporaciones, instituciones, partidos políticos y otras altas instancias del poder fáctico que tanto han marcado el signo del periodismo tradicional, que ahora se somete a revisión, precisamente, por no haber asimilado a tiempo las nuevas normas de las plataformas incipientes, más bien consolidadas.

Entre el periodismo ciudadano, ése que ofrece aspectos hasta la fecha reducidos a círculos invisibles; y el oficialista, el que siempre ha impuesto los enfoques y la agenda-setting; el periodista habrá de escoger. Aunque la tendencia es satanizar al primero en detrimento de la seguridad tradicional que da aferrarse al segundo. Con todo, es el segundo polo el que ha llevado a que la transición de soportes sea más virulenta, a proyectar esclavitudes en las cabeceras de las que ahora éstas no saben cómo desembarazarse, aún a costa de su desaparición; a obligar a enfocar la realidad desde el prisma de la foto oficial, del comunicado, del silencio en las salas de prensa, de los monitores anclados en otras salas para el seguimiento de acontecimientos de dudosa rentabilidad social, a la realización de actos políticos servida vía satélite, a desmentidos plastificados…

Ese periodismo oficial ha desembarcado con la misma virulencia en las nuevas plataformas, haciendo un ‘copiapega’ del estilo que ha marcado su anterior invasión de enfoques, sin preocuparse siquiera por adaptar el discurso a las características de los nuevos canales, a los lenguajes de éstos y a las personas (más que ciudadanos) que los cohabitan.

Por el contrario, la profesión se ceba mientras con los nuevos enfoques, las nuevas fotografías, las nuevas imágenes y las nuevas realidades que las personas comparten en estos canales bajo el seudónimo de periodismo ciudadano. Esto es, en vez de exprimir la nueva coyuntura hacia nuevos espacios de debate, contenido y de actores con algo que decir; la profesión ha optado por poner el foco de la crítica en esa potencialidad, cuando lo preferible, quizás, sería que aprovechara para dar un puntapié a esa oficialidad que tanto servilismo, daño y perjuicio ha causado en el periodismo.

¿O no?

posted by @os_delgado

El revés de una entrevista

Soma ComunicaciónSeré breve: atender a los periodistas no es una obligación, pero si se hace, que sea bien. Por supuesto, no estoy hablando de personas que ostentan un cargo público, pues en ese caso considero que responder ante los medios de comunicación forma parte del empleo. Me refiero, más bien, a personalidades de otros ámbitos – cultura, deporte, ciencia… –, los cuales despiertan interés entre la sociedad y suelen barajarse como protagonistas de artículos.

Lo sentimos, pero no concede entrevistas” me ha dicho en más de una ocasión algún representante o miembro del correspondiente departamento de prensa cuando he tratado de abordar a varios perfiles. Por el contario, hace poco presencié cómo una célebre actriz nacional comentaba que prefería atender a los periodistas antes que dar lugar a interpretaciones. Obviamente, nosotros preferimos esta segunda actitud, pero ambas son igual de respetables.

Lo que no tiene sentido es aceptar a regañadientes la concesión de unos minutos a un profesional de la información para contestarle a base de monosílabos o sucedáneos. Y sí, me baso en una experiencia reciente: tras una comparecencia celebrada con motivo del estreno de una obra de teatro, los plumillas presentes contábamos con un turno para entrevistas individuales. Aunque a todos nos gusta extendernos, en esta tesitura tenemos unos diez minutos para proceder con el cuestionario. Y, a diferencia de otras, en esta ocasión apenas éramos cuatro – literalmente – quienes estábamos a la espera.

Desconozco si los organizadores de esta cita con los medios no habían puesto al corriente de la dinámica al entrevistado en cuestión, pero – por lo menos, en mi opinión – la profesionalidad se mide más allá de las tablas del escenario en determinados casos. Le pilló por sorpresa, sí, pero un mínimo de cortesía hubiese sido suficiente. Preguntas como “¿Pero vosotros de qué medio sois?” en según qué tono o hacer saber cada dos minutos que se tiene prisa no puede decir mucho a favor de nadie en este sentido.

Lo sé: todos tenemos días. Sin embargo, puesto que una entrevista supone un tiempo de preparación, me gustaría recibir el trato educado necesario para, sencillamente, no comprometer mi trabajo. Supongo que esto son gajes del oficio que hay que aprender a gestionar. Gracias, lectores de este blog, por ser ese hombro sobre el que llorar.

Posted by @LaBellver
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¿Qué soy? ¡Periodista! Permitidme que os lo explique…

Foto libreta Marga Ferrer - Blog SomaUna vez más, escribo unas cuantas líneas en este blog para poner en común una experiencia. No sé si a vosotros os pasa, pero de un tiempo a esta parte vivo un mismo déjà vu por estas fechas: en una de cada tres reuniones familiares de Navidad – sí, la estadística acabo de improvisarla – tengo que explicar a qué me dedico. Bien porque a alguno de mis allegados no le quedó del todo claro el año anterior, bien porque hay un nuevo miembro al que ilustrar. La cuestión es que la situación se repite. Y cuando digo “explicar a qué me dedico” no me refiero a decir “soy periodista” y ya está, porque la reacción a mi respuesta suele ser algo así como “¡Ah! ¿De esos que van con el micrófono detrás de los famosos?”.

Ya estamos”, suelo pensar. He perdido la cuenta de la cantidad de veces que me he topado con esta cuestión desde que tengo uso de razón como plumilla. Me pregunto por qué lo primero que le viene a mucha gente a la cabeza cuando oye el término periodista es ese perfil. Sí, la parrilla televisiva está plagada de programas que sirven de hábitat para el desarrollo de esta faceta, pero también de ediciones diarias de informativos que muestran – mejor o peor – una de las prácticas clásicas de esta profesión; informativos que, además, sirven como acompañamiento o música de fondo durante comidas y cenas en numerosos hogares. Entonces, ¿qué sentido tenido tiene que dicho pensamiento asociativo sea el primordial?

En fin, sea como sea, recuerdo que al principio sonreía cortesmente mientras trataba de explicar brevemente que mi motivación para estudiar periodismo distaba mucho de esa mal llamada crónica social a la que se refería mi interlocutor – NOTA: las diferencias entre crónica social y cultura del morbo podrían dar para otro post –. No obstante, hubo un tiempo en que la frecuencia de ese puñetero interrogante me llevó al hartazgo, de manera que ahora despliego mi mejor argumentario cada vez que me enfrento a LA pregunta.

En resumidas cuentas, intento aclarar que un periodista es quien sabe gestionar información, de manera que es capaz de diferenciar la paja del trigo y presentar datos útiles, así como correctamente contrastados y contextualizados a la ciudadanía. Añado que guarda un compromiso social respecto de sus contenidos y que tiene un olfato especialmente desarrollado para detectar historias de interés público. Matizo, asimismo, que tiene la habilidad de comunicar en cualquier medio que se precie, tanto los denominados tradicionales – radio, televisión y prensa escrita – como los digitales. Y, por supuesto, concluyo aludiendo a su importancia en democracia.

Evidentemente, soy una idealista. La carne de periodista es tan débil como la de todo mortal, por lo que también tenemos nuestros vicios. De hecho, desde hace unos años venimos pagando algunos de ellos bien caro. Además, este oficio en sí tiene sus claroscuros, entre los que destaca el dilema entre financiación e independencia o la delgada línea que le separa del poder. No es que me olvide de ello cuando abandero mi particular discurso, pero estoy convencida de que nosotros, los periodistas, somos los primeros responsables de poner en valor nuestra profesión. Y para ello debemos creer en ella, de manera que, después, podamos practicarla conforme a dicha convicción. Al menos, así es cómo pienso y actúo. Otra cosa es que esté en lo cierto y que lo consiga. Eso, camaradas y lectores, me lo tenéis que decir vosotros.

Posted by @LaBellver / Photo by @Marga_Ferrer

 

La calidad informativa no se mide en cifras

img_15515Reflexiono. Y como reflexiono mi mente se abre como un abanico en el que las posibilidades, opciones en las que se barajan como subgrupos pros y contras y las dudas brotan de sus paisajes y varillas. La idea de periodismo no iba a ser menos. Se habla de crisis de los medios de comunicación, pero no se trata solo de un problema a nivel económico, que también. La época de las grandes estrellas del periodismo ya pasó. Los profesionales de la comunicación que se sentían tentados de formar parte del escenario estelar que presentaban – ya fuera a nivel artístico, social o político – van pasando a mejor vida.

Crisis económica, escasez de beneficios, pero también crisis de la credibilidad, de la confianza, de los valores de una profesión que debe trabajar por y para la sociedad y no sólo para esa minoría política que les daba de beber desde sus propias manos sumas astronómicas a cambio de una prostitución de palabras y de lados buenos para la foto. A los lectores, radioyentes y telespectadores les cuenta confiar en sus mensajeros. Ya saben bastante como para no ser conscientes de que los filtros de información son muy fuertes y que las fuentes interesadas pueden llegar a tener más influencia que el mítico cuarto poder.

Es momento de olvidarse de idealizar el periodismo a través de grandes cifras – aunque sin mendigar un artículo a 50 céntimos, no vayamos a defender la ficción utópica, que el periodista también come y mantiene a su familia – . Es el momento de trabajar, de desperezarse, engrasar la máquina de la creatividad y sacar a la luz la verdad – subjetiva, la objetividad es un mito ridículo – . Poco a poco hay que tratar de separarse de las faldas de la madre (línea) editorial y escribir lo que realmente uno siente, desde la máxima racionalidad y carácter de servicio social. En mi abanico de opciones surge Internet. Porque la red se está convirtiendo en la panacea de este nuevo periodismo que muchos desean alcanzar.

Pero todo mesías puede ser sobornable. La Red también está llena – más que ningún otro soporte – de mentiras, chismorreos insustanciales y sumisión al poder. Por ello, la cuestión no es el soporte. Nos podemos llenar los dedos de tinta, combinar la tostada y el zumo con las ondas hertzianas o llenar la pantalla de la tableta o del móvil de huellas dactilares para pasar de noticia. Pero lo principal es que ese contenido que revisamos y que ofrecemos a la sociedad sea de calidad, que nutra, que sirva para algo o para alguien. Noticias, reportajes, artículos de opinión… todo vale. Toda información puede ser interesante cuando contiene verdad y se acerca a la realidad vivida o por vivir.

Posted by @casas_castro / Photo by @Marga_Ferrer

Cuando a los periodistas nos dan calabazas

rupertaUn hecho insólito en mi (breve) trayectoria profesional aconteció hace apenas unos días. Preparaba un artículo acerca de una particular tradición cultural, así que traté de ponerme en contacto con asociaciones que trabajan por su preservación. Era una de esas semanas en las que la agenda se había confabulado en mi contra, de manera que realicé las correspondientes gestiones a última hora – los periodistas cultivamos el arte de vivir al límite –. Por eso mismo, contaba con alguna negativa de antemano: cerrar una entrevista de un día para otro a veces es físicamente imposible, ya que el resto de la humanidad también tiene su propia agenda.

Cuál fue mi sorpresa cuando obtuve dos respuestas poco después de lanzar mi oferta: una afirmativa – gracias a lo cual pude sacar el tema adelante – y otra con una ambigua denegación: decían estar “encantados” de atenderme siempre que garantizase que el contenido y las fotografías fuesen “respetuosos con la tradición” – hasta aquí todo bien –, de manera que se prestaban a leer mi reportaje y asesorarme – “Can you repeat, please?”, pensé –. Creí entender bien que se trataba de una mera revisión del escrito sin ánimo alguno de responder una pregunta, pero de todos modos me decidí a llamar para confirmarlo. Sí, quería desplegar mis dotes de persuasión

Y no sólo me di cuenta de que no tengo tantas como creo – reconozco que esto representó un duro golpe para mi ego –, sino que también hay mucha gente resentida con el periodismo. Me explico: el señor en cuestión afirmaba estar cansado de leer información errónea sobre el asunto en cuestión, ya que en su opinión los periodistas tendemos a usar términos inapropiados para el caso. Esto, en resumidas cuentas, claro. Porque en la realidad todo ello cayó sobre mí en forma de intenso sermón telefónico, el cual tuvo ‘momentazos’ como éste – y cito textualmente –:

–      Me hace mucha gracia cuando decís que os estáis documentando. A ver, ¿en qué se está basando usted?

–      Bueno, justamente estoy llamando a instituciones como la que usted trabaja para obtener información de la mano de profesionales, lo cual me está negando.

La conversación terminó poco después – prometo que fue en un tono muy educado por ambas partes – y acto seguido me vino a la cabeza la reflexión que hoy quiero compartir con vosotros: obviamente, toda persona tiene el derecho a decidir si quiere ser o no ser entrevistada – eso se da por descontado: los periodistas proponemos, no imponemos –, pero considero que los argumentos de este caballero no se sostenían. Básicamente, porque como fuente de información tenía el poder de cambiar esa dinámica que denunciaba.

Como en todo, hay periodistas mejores y peores. Y, como todos, los periodistas tenemos días buenos y malos. No obstante, me atrevo a afirmar que gran parte de mis compañeros de profesión tratan siempre de abordar los asuntos con la mayor diligencia posible. Y sí, habéis leído bien: aunque la mala información abunda, me gusta pensar que los plumillas del ‘lado oscuro’ son minoría. Siento que a veces las experiencias no sean positivas, pero cuando se dice “no” a un periodista se puede estar perdiendo la oportunidad de repartir veracidad o, en todo caso, de proporcionar otra perspectiva a la sociedad.

Con todo, llamadme interesada si queréis, pero os pido que penséis dos veces antes de darle calabazas a un periodista.

PD: Para aquellos que aún guarden reticencias añado que si se publica algo incorrecto, el entrevistado tiene los derechos de réplica y rectificación.

PPD: Las revisiones de los artículos que frecuentemente nos piden a los periodistas tienen una entrada pendiente. “Cuando los periodistas dan calabazas” podría ser un buen título.

Posted by @LaBellver

Abierta la inscripción para el primer ‘Premio Gabriel García Márquez de Periodismo’

garcia marquezEl ‘Premio Gabriel García Márquez de Periodismo’, promovido por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), nace con el objetivo de reconocer la vocación y el servicio público de los periodistas, y de impulsar la excelencia, la coherencia ética y la innovación del periodismo. El Nobel de Literatura de 1982 apadrina este premio bajo el lema “El mejor oficio del mundo”, que siempre ha utilizado para describir el periodismo.

Los premios están repartidos en cinco categorías: crónica y narrativa, imagen periodística, cobertura noticiosa, innovación y excelencia. Y no sólo se aceptan trabajos de periodismo escrito, sino también de radio, vídeo, fotografía, blogs, microblogs, redes sociales, gráficos y animaciones o aplicaciones realizadas en cualquier plataforma. El requisito es que los autores sean periodistas empleados de un medio, colaboradores freelance o autores independientes y que los trabajos estén en castellano o portugués.

El premio es de 15.000 dólares para cada una de las cinco categorías, mientras que los dos finalistas de cada categoría ganarán 2.500 dólares. La entrega de premios se celebrará en noviembre en la ciudad colombiana de Medellín. Además habrá conferencias, talleres y exposiciones acerca del periodismo Iberoamericano. Y estas actividades y encuentros se retransmitirán en directo a través de Internet. En Twitter se podrá seguir la actualidad del Premio a través del hashtag #PremioGGM.

A partir del 26 de julio y hasta el próximo 26 de agosto, queda abierto el plazo para presentar los trabajos. La inscripción se puede realizar desde aquí, y las bases y la información relativa al premio se pueden consultar aquí.

 

Queridos periodistas, ¿Y si nos plantamos?

Chapa Sin periodismo No democracia (2)Reía el otro día al recordar esa consigna de sin periodismo no hay democracia que de un tiempo a esta parte tanto empleamos. Y sí, lo hacía por no llorar. Ocurrió el pasado lunes 15 de julio, cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ofreció su primera comparecencia ante los medios tras las últimas revelaciones de Luis Bárcenas – también conocido como “ese personaje”, “ese señor” y, próximamente, como “el que no debe ser nombrado”, tiempo al tiempo –. Dado que se trataba de una aparición junto con el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, los periodistas españoles sólo tenían derecho a dos preguntas, pues así es como se procede en las ruedas de prensa de carácter internacional. Por ello, como siempre, los plumillas acordaron previamente qué cuestiones se iban a preguntar y quiénes serían los encargados de plantearlas.

Todo entraba dentro de la normalidad hasta que, llegado el momento de la verdad, Mariano Rajoy concedió la palabra al periodista de ABC, saltándose así el acuerdo por el que se habían escogido como representantes a los compañeros de El Mundo y EFE. Posteriormente, Mariano Calleja (@Marianocalleja) – el periodista de ABC en cuestión – explicó que antes de la comparecencia había recibido una llamada de su director, Bieito Rubido, quién le había dictado qué pregunta formular. Y por si esto fuese poco, también se apuntó que el presidente, incluso, leyó la respuesta.

Como no podía ser de otra forma, la indignación del resto de periodistas ante lo que se planteaba como un amaño evidente fue supina. No obstante, desde Moncloa se achacó la situación a un mero “malentendido” – parece que los astros se alinearon para que lo que nunca antes había sucedido ocurriese en un día informativamente clave –. En cualquier caso, por la tarde de ese mismo lunes 15 de julio se convocó una nueva rueda de prensa, ahora de la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal. A pesar de no tratarse de una comparecencia por cumbre internacional en este caso, otra vez se intentaron limitar las preguntas de los periodistas a dos o tres; algo que, finalmente, los profesionales de la información ignoraron.

Con todo, esta jornada me trajo a la memoria Ensayo sobre la lucidez, un libro de José Saramago que, si no habéis tenido oportunidad de leer, os recomiendo fervorosamente. Para quienes no la conocéis, esta obra relata qué ocurre en una ciudad en la que la mayoría de la población decide votar en blanco en unas elecciones; una suerte de revolución pacífica que pone en jaque a los políticos. Y yo me pregunto: ¿qué ocurriría si los periodistas no asistiésemos a las convocatorias fraudulentas a las que se nos cita? Nosotros no podemos destituir directamente a los dirigentes deshonestos, ni tampoco a los gerentes de medios que priman sus afinidades al derecho a la información del público, pero sí que podemos ponerles en evidencia y, por qué no, decidir no entrar en su juego. Quizá sea más sencillo de lo que imaginamos o, quizá, sencillamente soy una ilusa. Sea como sea, aquí os dejo esta cuestión: queridos periodistas, ¿y si nos plantamos? Espero vuestras respuestas.

Posted by @LaBellver

Cuestión de actitud

Captura de pantalla 2013-07-01 a la(s) 18.08.55Ahora que los exámenes de Selectividad han terminado y que muchos posibles estudiantes de Periodismo dudan entre escribir o no “Grado en Periodismo” en las hojas de matrícula de las universidades, me siento en la obligación de animarles a hacerlo, si es que de verdad les gusta esto de contarle a la gente lo que le pasa a la gente. A pesar de todo.

Entrar a la facultad de Periodismo y a las pocas clases escuchar que la carrera no tiene mucha salida es de lo más habitual. Oír a los propios profesores desalentar a los estudiantes, algo común. Comentar entre los compañeros lo acertado o no de haber elegido esta carrera en vez de cualquier otra, también algo recurrente.

¿Realismo o pesimismo? -me preguntaba yo-. Con el tiempo, los vaticinios de los profesores y las dudas de los colegas, efectivamente, han cristalizado en una realidad bastante incierta y sin perspectivas de recuperación… pero, ¡sólo nos faltaba a los estudiantes y a los recién graduados sumirnos en ese pesimismo!

El periodismo es una profesión que cada vez va a tener un papel más relevante en el mundo online. La sobreabundancia de información que circula por internet situará inevitablemente al periodista como sello de garantía de, al menos, la veracidad de sus publicaciones. Pero para consolidarse en esa posición de referencia primero tiene que hacerse valorar. Y eso empieza por abandonar un periodismo cada vez más precario, con menos recursos y, consecuentemente, sin valor añadido y sin personalidad distintiva.

Por suerte no son pocos los medios y los periodistas que se empeñan en combatir esta deriva y apostar por un producto de calidad. A estos medios y a estos periodistas es a los que los estudiantes deben tomar como ejemplo.

También por suerte, todavía existen profesores que sí insuflan dosis de optimismo a los alumnos: profesores/profesionales del sector que de verdad sienten pasión por la comunicación y que tienen vivo el gusanillo del periodismo. Y es que a la postre, se trata de una cuestión de actitud.

Yo no tengo ni la más mínima duda: si volviese atrás en el tiempo y tuviese la oportunidad de elegir de nuevo qué carrera estudiar, cogería el bolígrafo y escribiría: “Periodismo”, ¡y lo anotaría con una sonrisa en la boca! Al mal tiempo, buena letra.

Posted by @PauFIR