Desde hace años la sociedad ha cosificado el cuerpo de la mujer como un reclamo visual para atraer la atención del público y en la televisión no ha sido diferente. Si echamos la vista atrás hallamos varios ejemplos como el caso de las azafatas de un evento deportivo, a las que rocían con champán tras una victoria o obligan a dar un beso al campeón. Percibimos también, según los últimos hechos acaecidos, que existe acoso sexual por parte de los hombres a las féminas, a quienes estos acusan de “provocar”. Una afirmación que dista mucho de la realidad.
A día de hoy proseguimos viendo en televisión a presentadoras exuberantes, atractivas, que a veces incluso no son periodistas, pero siguen un canon de belleza, establecido y que, se presupone, gusta a la audiencia. Aunque afortunadamente los últimos años han abierto el camino a la profesionalidad femenina dejando paso a grandes competentes, lo cierto es que todavía existen casos que preocupan, no solo en la sociedad, sino también en la profesión periodística, como los que hoy tratamos en este artículo.
Pues bien, hay un número ingente de profesionales femeninas que sufre acoso sexual mientras realiza su trabajo, como fue el de la periodista Victoria, de Espejo Público, que se trasladó a Navarra para cubrir la festividad local de los San Fermines y tuvo que aguantar en directo comentarios soeces por parte de los asistentes, negar dos besos y pedir que no le tocaran sin su consentimiento.
Pero el tema trascendió porque la periodista preguntó a un grupo de jóvenes sobre el conocido caso de la “violencia de la manada”, cuyo escándalo estalló el pasado año en las mismas fechas cuando se conoció que un grupo de cinco jóvenes violó a una chica y estos respondieron que hay mujeres que incitan a la violación. Una afirmación que no se puede tolerar bajo ningún concepto y, por supuesto, en ninguna profesión.
Y desgraciadamente estos actos vejatorios no solo tienen lugar en España. Cadenas de otros países han sido protagonistas de episodios sexistas como, por ejemplo, en México cuando a la presentadora de un programa musical, Paranoia TV, uno de los músicos le instó a que se quitara la ropa interior y se la entregara y la periodista Andrea Vilash, por exigencias del guión, tuvo que obedecer y se quitó el tanga y se lo entregó. Ante este hecho, el público enloqueció y la vitorearon. Mientras que si hubiera sido un varón al presentador nunca se le habría pedido semejante vulgaridad.
Otra vejación en directo es la perpetuada por el tenista francés Maxime Hamou, quien fue expulsado de Roland Garros por su “comportamiento inadecuado” con una periodista en el transcurso de una entrevista. La periodista se sintió en una postura incómoda y no sabía como actuar frente a la cámara, pero al acabar la emisión manifestó su malestar ante los comentarios y la persistencia del deportista.
Un caso similar ocurrió en la televisión italiana. La artista Emma Marrone, quien fue conocida por representar a su país en Eurovisión en el año 2014, también fue víctima de un abuso sexual por parte de uno de los bailarines, quien le manoseó y trató de besarla en varias ocasiones. El programa no lo reconoció como un acto de violencia sexista, sino que trató de explicar que se trataba de una broma y que la cantante disfrutaba con ello. Lejos de retractarse la cadena, la presentadora Maria di Fillipi, exclamó que “si para algunos significa que con esa broma apoyan a los abusadores sexuales es que el mundo se ha vuelto loco”.
Estos son únicamente algunos ejemplos de los que podemos hallar actualmente en la sociedad y por los que se espera que el periodismo, como cuarto poder del mundo, ejerza su influencia en focalizar este problema y concienciar a la sociedad de su importancia. Del mismo modo, los medios de comunicación afrontan el reto de no emitir imágenes sexistas ni permitir vejaciones de ningún tipo.
El objetivo, cambiar los hábitos sociales y demostrar que el acoso es una problemática común con muchos damnificados, que no se puede tolerar. En esta línea, los eventos deportivos recientemente han anunciado, después de varias campañas contra el acoso sexual, que van a a incorporar azafatos varones que acompañen a las mujeres y van a prescindir de varias prácticas denigrantes que hasta ahora se realizaban. Un paso más en el camino que aún queda por recorrer para fomentar la igualdad y reivindicar los derechos de la mujer con el fin de que se deje de considerar como un objeto sexual.