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“Se cruzan muchas líneas rojas en el periodismo de sucesos, pero hemos mejorado desde el caso Alcàsser”

La periodista Paula Corroto acaba de publicar ‘El crimen mediático’, un libro de Akal en el que se pregunta por qué nos fascinan tanto las noticias de sucesos. Desde aquí hemos querido conocer la razón de esa morbosidad compartida entre periodismo y sociedad, y al mismo tiempo hemos aprovechado la conversación con Corroto para adentrarnos en las prácticas más controvertidas de la esfera mediática actual.

Últimamente parece que todo el periodismo de sucesos está atravesado por el sensacionalismo. Para ti, ¿cuál es el buen periodismo de sucesos? 

Es complicado decir cuál es el buen y mal periodismo de suceso. Sí creo que muchos de los casos de los que hablo en el libro se impregnaron de sensacionalismo y amarillismo. Sucedió en las televisiones y sucedió en la prensa escrita, ésta última se vio arrastrada por algo que estaba sucediendo en las televisiones y que se vio claramente, con testimonios que no tenían nada que ver con el caso, gente llorando, gente con rabia o con ira.

¿Crees que el público se ha insensibilizado, que si no se le da esa ración de sensacionalismo tiende a cambiar de canal?

No lo creo, no creo que exista una nueva falta de sensibilidad. Diría que el periodismo de sucesos ha interesado siempre y nos ha fascinado siempre, lo que ocurre ahora es que podemos mostrar aquello que nos causan estas noticias y nuestras emociones en las redes sociales y a través del whatsapp, y al final se crea una gran conversación que antes no estaba. Todos podemos comentar y especular sobre lo que le pasó a Diana Queer o al niño Gabriel. No es que haya más fascinación, sino que la forma de consumir estos sucesos y de mostrar lo que nos producen sí que ha cambiado; todo el mundo ha  especulado siempre a raíz de los sucesos, pero ahora se genera un tsunami en las redes que antes de la democratización de estas tecnologías no sucedía.

Netflix volvió a poner en la palestra el caso Alcasser y la pornografía emocional que sirvió en bandeja el programa especial de Nieves Herrero. ¿Crees que estamos mejor que entonces?

Creo que sí que estamos mejor, se han cruzado algunas líneas rojas en algunos casos, pero lo que sucedió con Alcasser no ha vuelto a ocurrir. He visto el documental y vi en aquel momento, en los 90, la edición de ‘Quién sabe dónde’ o el especial de Nieves Herrero, cuando acababan de aparecer los cuerpos y estaban en la mesa de autopsia y se les preguntaba a los familiares cómo se sentían. Aquella pornografía del horror y de lo más terrible que le pueda pasar a una familia no se ha vuelto a alcanzar.

¿Qué líneas rojas se traspasan ahora en el periodismo de sucesos?

Bueno, por ejemplo ha habido programas de televisión que han involucrado a menores, como hizo Telecinco en el caso de Marta del Castillo, razón por la que fueron multados. Llevar a menores para que hablen de su amiga desaparecida me parece que sobra; sacar testimonios, primeros planos, gente llorando, tertulias en la que hay pura especulación porque nadie sabe realmente por dónde está yendo la investigación, todo eso sobra. Mostrar testimonios hablando del dolor que puede sentir una madre, un padre, un amigo, que muestre su ira y lo que haría con el presunto culpable, yo creo que eso forma parte de lo adyacente al suceso. La especulación crea realidades paralelas que no tienen nada que ver con la verdad.

En ‘Chavs’, el periodista Owen Jones compara las desapariciones de Madeleine McCann y Shannon Matthews, dos niñas de la misma edad que sin embargo suscitan una atención desigual en los medios. La tesis del periodista es que el caso de Madeleine se mediatiza y el de Shannon no lo hace por el origen humilde de la segunda. ¿Crees que existe un trato diferente en función del estrato social de las víctimas?

Desde luego, hay estudios sobre eso que lo atestiguan. Estoy muy de acuerdo con la tesis de que se discrimina en función del origen de cada cual, y de hecho los estadounidenses lo llaman el ‘Síndrome de la mujer blanca desaparecida’, que tiene que ver con chicas atractivas, guapas, de una familia estructurada, normalmente de clase media o clase alta, víctimas con las que el caso siempre se mediatiza muchísimo más. Si el caso afecta a una chica de familia humilde y desestructurada, aunque la víctima sea una chica –las desapariciones de chicas siempre tienen más repercusión–, ese caso va a tener menos atención mediática a causa de un sesgo cognitivo que cataloga el suceso como algo normal, esperable.

¿Hay un patrón en estos casos mediáticos explotados por el periodismo de sucesos?

Normalmente suele ocurrir que la noticia aparece en medios locales alertando de la desaparición de una chica adolescente o niños. Las víctimas casi siempre tienen este perfil. Luego se desatan las especulaciones sobre lo que ha ocurrido, lo cual suele durar unas semanas o meses, y finalmente va a desapareciendo en el tiempo y deja de salir en televisión y prensa, a no ser que el caso gire, como sucedió con Diana Queer, que de repente lo importante y lo que nos interesaba era la familia. En última instancia, los medios recuperan el interés cuando aparece el cuerpo o la persona viva.

¿El hecho de que haya un monstruo detrás del suceso hace que se mediatice aún más el caso?

Un suceso siempre es un misterio, se trata de averiguar qué le han hecho a la persona desaparecida, quién se lo ha hecho y por qué. Se trata de buscar siempre a un culpable. Por ejemplo, en el caso de Bretón era paradigmático y curioso porque siempre se le puso el ojo del huracán aunque no se tuvieran pruebas contra él –también es verdad que hubo un error de la forense al investigar los cuerpos que estaban en la finca–. Luego, una de las cosas en las que hay que andar con cuidado, y siempre lo dicen los especialistas en sucesos, es en no señalar a alguien que finalmente no tenga nada que ver con el crimen. Si señalas a un inocente en los medios le puedes arruinar la vida.

¿De qué manera las redes sociales amplifican el periodismo más sensacionalista?

Como decía en otra pregunta ahora mismo todos podemos comentar y dar nuestra opinión en las redes, e incluso señalar las penas que debería tener esa persona que igual no sabemos ni quién es, y ahí se van lanzando muchísimas especulaciones. Cuando preparaba el libro muchos periodistas me comentaron que por las mañanas se revisaban las redes sociales y que incluso algunos programas de televisión se ponían a dar noticias que estaban basadas en meras especulaciones vertidas en Twitter o Facebook.

¿Por qué suscita tanto morbo el periodismo de sucesos?

Los sucesos nos han interesado siempre, de hecho, a finales del siglo XIX hubo un crimen en Madrid, en la calle Fuencarral, y llegó a vender muchísimos más periódicos de los que se estaban vendiendo porque la gente quería saber qué estaba pasando en el caso del asesinato de una señora que, una vez más, era de clase alta en el centro de Madrid. Nos fascinan en general porque el suceso, como las series de televisión, lo tiene todo: un misterio, una víctima, un culpable, un móvil que no sabemos cuál es; no apasiona descubrir qué es lo que ha pasado y luego nos remueve por dentro, nos genera empatía con la víctima, nos genera dolor, ira, rabia y nos hace mantenernos completamente en vilo. Es decir, tiene todos los ingredientes de una buena novela. Es la gran historia y eso periodísticamente tiene mucho tirón y va a seguir teniéndolo.

Da la impresión de que los programas de televisión matinales, que son los que suelen tratar más profusamente estos sucesos, se saltan con alegría la deontología periodística, ¿es tan así? ¿Están tan lejos como parece de la ética profesional?

En esos programas hay de todo, como en cualquier profesión, también hay gente que sí que tiene un cierto respeto, una elegancia y una forma de contarlo elegante. De todos modos, sí que sabemos –y se ve nítidamente– que hay directrices para que se ponga toda la carne en el asador. En ese sentido, los programas matinales sí han cruzado muchas líneas deontológicas, tal y como ha señalado el Consejo Audiovisual de Andalucía, señalando directamente que los programas de Ana Rosa y de Espejo Público cruzaron todas esas líneas anteriormente mencionadas en los casos de Diana Queer, Marta del Castillo y Gabriel Cruz.

¿Hay alguna repercusión cuando los periodistas cruzan esas líneas?

Normalmente no, suele haber una llamada de atención y tal, pero no se termina haciendo nada. De todos modos estamos hablando de grupos muy potentes que pueden pagar la multa en cuestión. Yo cuando estaba investigando todos estos temas no recordaba que dichas televisiones hubieran tenido demandas, y eso ocurre porque ls sanciones se suelen enterrar.

 

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Google Ads o Facebook Ads: ¿dónde realizo una campaña?

Llevan la misma “coletilla” y su configuración resulta muy similar, pero Google Ads y Facebook Ads se pueden (y deben) emplear para fines distintos en función en la estrategia que siga una marca. La publicidad en Internet sigue creciendo a costa de los medios tradicionales. De hecho, para el próximo año, las previsiones apuntan a que su presupuesto se incrementará en un 8,2%, siendo el de las redes sociales de un 8%. Por tanto, el dinero que los anunciantes destinen tanto a la publicidad tanto en Google como en Facebook va a continuar su tendencia ascendente.

Sin embargo, muchas veces surge la duda de cuál es la mejor plataforma a la hora de lanzar una campaña, ¿Google Ads o Facebook Ads? Las dos son excelentes para poder dar a conocer los productos o generar conversiones. De todas formas, las diferencias que entrañan hacen que los anuncios puedan tener más o menos éxito en función de dónde se lleven a cabo y los objetivos establecidos.

La diferencia está clara -uno es un buscador y otro es una red social-, por lo que la manera en la que los usuarios las emplean es distinta. Parece una obviedad, pero como la estructura resulta muy parecida (campaña-conjuntos de anuncios-anuncios) y cuentan con funciones semejantes (objetivos, segmentación, pujas), en ocasiones no se sabe muy bien cuál proporcionará mejores resultados. Por tanto, hay que partir de la base de que en Google la gente accede para buscar algo, es decir, acomete una acción; mientras, en Facebook, los anuncios van surgiendo sin que haya que realizar nada en especial. Por ello, el buscador suele obtener unos resultados más certeros, por lo que se recomienda cuando el objetivo consiste en generar ventas o leads.

Además, hay que tener en cuenta que, al día, se realizan 3.500 millones de búsquedas solo en Google Chrome. Mientras, Facebook aglutina en torno a 2.300 millones de usuarios, según cifras de principios de 2019. Ahora bien, si el objetivo consiste en una mayor notoriedad y visibilidad, las cifras que proporciona Facebook de alcance son muy mayores porque la aparición de anuncios no depende de la búsqueda que se realice, sino del público que se haya definido.

En este sentido, Facebook Ads también es aconsejable para aquellas marcas que quieren microsegmentar a su audiencia. Solo hay que recordar que dar un like a una determinada publicación ya queda registrado en la plataforma e implica la asignación de algún tipo de insight. Además, tanto el píxel de Facebook como la creación de públicos personalizados y similares ayudan a definir aún más el target al que se quiere dirigir el negocio.

Asimismo, si se cuenta con poco presupuesto para la ejecución de una campaña, Facebook Ads supone una herramienta más adecuada. ¿El motivo? Su CPC es más bajo, por lo que se puede optimizar mejor el dinero. Y esto no merma en la calidad ni en el resultado final. Google cuenta con un sistema de pujas que influye mucho más en el peso de los anuncios, por lo que se necesita de una inversión mayor. De hecho, con Facebook puedes comenzar por poco más de un euro.

A todo esto hay que añadir que desde Facebook se pueden gestionar las campañas en el feed de Instagram y efectuar los Stories. Y, previsiblemente, cuando se instaure, los anuncios de WhatsApp Business. En definitiva, en función de los objetivos, presupuesto y público objetivo una plataforma será más adecuada para unas campañas que la otra, solo hay que definir bien qué se quiere, cómo y a quién hay que dirigir el anuncio.

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“Sin comunicación corporativa la empresa no existe”

l periodista David Martínez Pradales (@dmartinezpr) lleva trabajando en comunicación de Orange desde que la marca aterrizó en España y ahora dirige el medio de información tecnológica www.nobbot.com , impulsado por la compañía, donde da muestra clara a través de sus contenidos de lo importante que para una empresa es la comunicación corporativa.

¿Por qué es tan importante la comunicación corporativa para una empresa en la actualidad?

Lo ha sido siempre: sin comunicación corporativa la empresa no existe más allá de sus productos, servicios y precios, pero es la comunicación la que da sentido a esa actividad para las distintas audiencias. Estas, abrumadas por una oferta inabarcable, pueden tomar sus decisiones de compra determinadas por los llamados intangibles y por eso estos son tan necesarios. Pero más allá de este alineamiento con el negocio, la comunicación corporativa es hoy una muestra de responsabilidad de la empresa con la sociedad, que exige de las empresas un compromiso que va mucho más allá de la compra-venta y tiene que ver con considerar a los clientes como personas y a la sociedad como mucho más que un mercado.

¿Cuáles son las claves para desarrollar la comunicación corporativa de una empresa de manera efectiva?

Cada empresa es un caso distinto, pero, en general, creo que la clave es mirarse poco el ombligo y extender la mirada en el horizonte que se dibuja más allá de las ventanas de las oficinas. Esto es: priorizar la demanda de información de las distintas audiencias sobre las ansias de comunicación de las empresas. Y, por supuesto, apostar por la traslucidez (no creo en la transparencia) constructiva para ambos.

¿Qué papel tienen las herramientas digitales en la comunicación corporativa?

Esencial en un ecosistema informativo cada vez más ‘desintermediado’. En este sentido, creo que Orange, a través de sus distintos soportes (webs propias y redes sociales), se sitúa a la vanguardia de lo que se hace en comunicación en nuestro país. Por ejemplo, un medio como www.nobbot.com, con hitos como la entrevista al presidente de la nación, es algo insólito en el panorama de la comunicación corporativa nacional y no sé si internacional. La clave, como decía antes, es no imponer a las audiencias lo que queremos que escuche, sino construir contenidos (y marca, a través de ellos) tomando como guía sus intereses.

¿Qué cosmovisión haces de tu libro Comunicación POP 5 años después de su edición? ¿Ha cambiado mucho la situación expuesta en ese camino hacia la marca personal?

El libro creo que es un retrato, muy personal y caótico, de su momento y en buena parte, y por fortuna, ha sido superado por los acontecimientos. No precisamente en lo que tiene que ver con la marca personal, un concepto en el que no creo y que me parece otra forma más de enmascarar la vigilancia y el control cosificando, de paso, a las personas. En él también avanzaba la necesidad de aventurarse en el periodismo de marca, algo que posteriormente hemos hecho desde nobbot.com  con éxito de audiencia (más de 850.000 visitas al mes) y relevancia, por ejemplo, siendo considerado uno de los tres mejores medios digitales en los últimos premios del día de Internet.

¿Qué mensaje le darías a los estudiantes de Periodismo que tienen el foco puesto en la comunicación corporativa?

Qué puedo decir. Llevo más de 25 años dedicado a esta actividad y me siento un privilegiado porque, además, puedo combinarla con el ejercicio del periodismo y la creación de contenidos. Mi recomendación para ellos es que, si se van a dedicar a la comunicación corporativa, sean valientes y contribuyan con su actividad a borrar límites profesionales obsoletos que, a menudo, convierten la comunicación en un ejercicio de ensimismamiento corporativo. Sirve, también en este ámbito, la recomendación de escuchar antes de hablar.

Por @casas_castro

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¿En qué consiste el periodismo de soluciones?

La periodista Liza Gross, de la Red de Periodismo de Soluciones (SJN, por sus siglas en inglés), afirmó: “El periodismo de soluciones no hace promesas exageradas ni predice el futuro. Tampoco proclama que la solución presentada es la única existente; más bien mantiene la narrativa enfocada en la evidencia y las lecciones aprendidas”. Esa sería una primera aproximación al periodismo de soluciones, una modalidad escasamente explorada en nuestro país y de la que hablaremos en este artículo. A continuación, aportaremos unas cuantas claves más para aprender a trabajar con esta interesantísima metodología periodística.

Motiva a la acción. Según David Bornstein, cofundador de la SJN, esta perspectiva “alienta a los periodistas a informar cómo responde la gente a los problemas, de tal forma que genera más conocimiento para la sociedad. Esta noción del periodismo no se conforma con el diagnóstico del problema, sino que analiza cómo se pueden solucionar los problemas o si realmente están siendo solucionados.

Así, el columnista de The New York Times y ganador del Premio Pulitzer, cree que los medios deben llamar a los ciudadanos a tomar parte en la solución de lo que está mal y participar de su propio bienestar. En ese sentido, explica: “Cuando demasiadas personas conocen un problema pero desconocen cómo resolverlo, este desconocimiento les lleva a no participar y eso no es buena para la democracia”.

Investigación de cómo se responde a los problemas. A pesar de lo que pueda parecer en el punto anterior, los expertos en esta noción periodística aseguran que este enfoque no tiene nada que ver con el activismo. Eso fue lo que explicó Tina Rosenberg, cofundadora de SJN, en una entrevista con el diario El Colombiano: “El periodismo de soluciones busca que los periodistas no solo puedan cubrir lo que está mal en el mundo sino también informar, con igual grado de rigor, sobre los esfuerzos que hacen determinadas personas u organizaciones para corregir eso que está mal”.

La periodista añade que este tipo de historias suelen conquistar a aquellos que están hartos de leer sobre los problemas, es decir, “el 100%”. Y subraya: “Una de las razones por las que alguien deja de leer noticias es porque son negativas, no quiere saber únicamente lo que se está haciendo mal, sino conocer cómo van a arreglarlo”.

El tamaño del problema no importa. La argentina Liza Gross, periodista con 30 años de experiencia y exeditora general del The Miami Herald, explica en una entrevista en Argentina que este tipo de periodista puede abordar, desde temas gruesos como la violencia o los problemas en el sistema de salud, a otros más livianos como la suciedad en las calles de una determinada ciudad.

“El periodismo de soluciones es un reportaje riguroso de las respuestas a problemas sociales y sus resultados, es decir, no deja la cobertura solo en la descripción del problema, sino que cubre también qué iniciativas están en ejecución para resolverlo”, afirma la experta Liza Gross, y cita como ejemplo del ejercicio de este enfoque un trabajo de 15 medios que se unieron para investigar sobre las dificultades de las personas que salen de la cárcel de Filadelfia y las respuestas a la necesidad de una reinserción social exitosa.

En resumen, el periodismo de soluciones no se limita en ofrecer el diagnóstico de un determinado problema, lo cual es también muy importante, sino que va más lejos y aporta una descripción de las soluciones como parte indisociable del problema que se describe. Esta información ofrece al ciudadano la posibilidad de, o bien, calibrar si se está haciendo lo suficiente para atajar el problema, o bien adscribirse a la respuesta planteada y formar parte de la solución.

 

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El despegue de la publicidad en la mensajería instantánea

En los círculos del marketing digital se dice que 2020 va a ser el año de la mensajería instantánea. Si bien es cierto que su uso comercial se ha extendido, no ha terminado de despegar, sobre todo, por temas de privacidad. WhatsApp es el ejemplo más claro, una plataforma ideal para poder realizar acciones directas e individualizadas con los usuarios, pero mucha gente considera invasiva. Para ello, las empresas están preparando el lanzamiento de diversas opciones en las que se indique de forma transparente que se trata de publicidad.

La mensajería instantánea por excelencia va a desarrollar de forma exhaustiva en 2020 WhatsApp Business, una herramienta de pago a través de la cual las marcas podrán ofrecer un servicio personalizado de atención al cliente. Para ello, las marcas deben configurar y verificar su cuenta para que quede claro su rol. Así pues, la publicidad como tal llegará intercalada en los estados, primero en Estados Unidos, para después ir extendiéndose por el resto de los países.

Para poder crear y lanzar anuncios en WhatsApp hará falta hacerlo desde el Business Manager de Facebook, tal y como se está haciendo actualmente con la publicidad que se lanza en los Stories de Instagram. Además, aunque todavía no se ha asegurado al 100%, parece que si una persona le da “like” a una marca, esta podrá contactar de forma directa a través de la mensajería instantánea.

Desde que Facebook compró esta plataforma de mensajería instantánea ha tratado de buscar la forma de monetizarla, ya que cuenta con 1.500 millones de usuarios activos. Si bien WhatsApp nació con la intención de no incluir publicidad, su enorme potencial ha hecho que Mark Zuckerberg no pueda resistirse y, tras la marcha de sus fundadores, se ha encontrado con vía libre para hacerlo. Por tanto, va a comenzar copiando el modelo utilizado por los Stories de Instagram. Sin embargo, no se va a quedar ahí: los rumores apuntan a que Facebook está trabajando para que pueda haber anuncios entre las conversaciones, a modo de texto, algo que ha ocasionado un gran revuelo y que puede acabar con un trasvase de usuarios a otras mensajerías instantáneas como Telegram o Line.

Asimismo, en 2020 también podremos ver la integración de las mensajerías instantáneas de Instagram, Facebook Messenger y WhatsApp. De esta manera, estas tres herramientas estarán interconectadas, pudiendo recibir un mensaje en una y contestarla en otra.

En definitiva, el año que viene será el año de la mensajería instantánea y quedará reducido al círculo Facebook-Instagram-WhatsApp, las plataformas que aglutinan el mayor número de usuarios activos y en las que se puede microsegmentar el público objetivo. Por tanto, será una nueva oportunidad que las empresas no van a dejar escapar y a la que ya empiezan a adaptarse. Sin embargo ¿habrá una avalancha de quejas y abandonos de las personas que utilizan estas redes?

 

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“Es importante que haya unidades de datos en todas las redacciones”

El italiano Daniele Grasso (@danielegrasso) es experto en periodismo de datos, una tendencia creciente en nuestro país y que consiste en recopilar y analizar grandes cantidades de datos a través de software especializado para hacer más comprensible la información al público. Grasso ha trabajado como freelance para medios italianos desde España y en la actualidad colabora en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y estructura la unidad de datos del periódico EL País.

¿Qué papel cumplen o deberían cumplir en la actualidad las redes sociales para el trabajo de los periodistas?

Deberían cumplir el papel del resto de herramientas de internet: ser fuente para verificar cosas y canal de comunicación hacia fuera. Tienen un papel de creación de marca personal, un canal fiable para los seguidores del periodista. Esto se ve últimamente con el funcionamiento en todo el mundo de las newsletter: la elección de un lector por un periodista del que se fían para que le hable de un tema determinado. Hay que cuidar las redes, pero sin obsesionarse.

¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de desarrollar periodismo de datos?

En general hay que tener en cuenta la necesidad de hacer buen periodismo, fiable, contrastado y contrastable por parte del lector también (con fuentes). Ya concretamente en el periodismo de datos, es algo cada vez más común, por lo que me empeño en quitarle el apellido de “datos”, ya que debe ser “periodismo” como tal. En sus inicios, en 2010, se hacía con menos recursos, pero hoy en día hay un mayor acceso a bases de datos más grandes y herramientas más potentes. Es importante no dejar de actualizarse y adentrarse más en este tipo de periodismo.

¿Cuáles son las claves para su uso por parte de los periodistas?

Uno de los aspectos fundamentales para que el periodismo de datos exista en las redacciones es darnos cuenta de que la audiencia cada vez nos exige más precisión, fiabilidad, rigor y trazabilidad de las fuentes. Es importante que haya unidades de datos y gente especializada en ello en todas las redacciones y que los periodistas tengan la mentalidad abierta para saber trabajar con perfiles nuevos. Incluso gente que no es periodista, pero que es especialista en alguna materia como son los datos.

¿Cómo valoras el panorama del periodismo en las grandes cabeceras italianas en comparación con España?

Lo que veo leyendo las grandes cabeceras italianas es que se han quedado bastante atrás en la apuesta por los datos. Incluso cuando intentan hacer gráficos atractivos se quedan en cosas que no funcionan bien en el móvil. Hay un intento interesante en La Repubblica: cada dos o tres días tratan un argumento con algo de profundidad desde el punto de vista de los datos. A mí no me apasiona y no creo que esté teniendo mucho éxito. Fuera de las grandes cabeceras sí hay varios freelance que trabajan mucho con datos, pero que colaboran con medios extranjeros.

¿Qué mensaje le darías a los jóvenes que hoy se forman como periodistas en las facultades?

Que tengan los pies en la tierra y no tengan como objetivo ser el nuevo Kapuściński, sino, más bien, saber ordenar, jerarquizar y explicar las cosas desde el conocimiento del periodismo de datos. Algo muy útil porque supone ofrecer ayuda y hechos sobre determinados argumentos de manera mucho más profunda, pulcra y analizada para no tener que tirar siempre de notas de prensa.

Por @casas_castro

Foto de Lorena Ruiz/El País

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“El prestigio es una carrera de fondo de la que nadie habla”

La periodista Reis Juan (@reisjuan) fue de las primeras profesionales en estar al pie del cañón para interponerse al cierre de la ya desaparecida Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) en 2013. Una lucha reforzada por la unión de trabajadores que, en cierto modo, dio pie al nacimiento en 2017 de la actual autonómica À Punt Media.

¿Cuáles son las claves para comunicar delante de una cámara de manera clara, cercana y veraz?

En realidad, yo comunico delante de un micrófono desde hace más de 30 años, exceptuando el “lapsus” del cierre de RTVV. Mi gran pasión es la radio y en ella he trabajado todo este tiempo. Aun así, he estado delante de la cámara en programas como “La Vella Memòria” i “L’Esfera de la cultura”. He de reconocer que jamás me planteé hacer nada especial por el hecho de estar delante de la cámara. Siempre pensé que debía ser yo misma (todo lo “yo” que se puede ser delante de una cámara). Al principio del programa mis compañeros me “reñían” porque me movía mucho (este suele ser un problema típico de gente que venimos de la radio). Recuerdo un día grabando un reportaje para MildeNou cómo se reían de mi porque enrollaba el cable del micro delante de la cámara: en radio lo hacemos para proteger la conexión del micrófono, cosa que los compañeros de televisión no hacían jamás. En cuanto a la veracidad, es cuestión de no querer engañar al espectador, de poner verdad en aquello que haces. La gente del teatro lo tiene muy claro: después de saberte el papel y de tener claros los movimientos, hay que ponerle al personaje verdad, víscera. Algo similar pasa con la cámara: debes poner verdad en aquello que haces, ser honesta con quien mira el programa. Y la cercanía la suele dar la ausencia de artificio, cosa complicada hoy en día. Echo de menos gente que sea “normal” delante de la cámara. Parece que solo aquellos personajes graciosos, alocados y pueden comunicar. Creo que nos estamos alejando mucho de la cercanía, que es un elemento fundamental para conectar con la audiencia. Me gustan compañeras como Carolina Ferré o Enric Navarro, en À Punt, o Pere Estupinyà, el “cazador de cerebros”, por ejemplo.

¿Cómo viviste el cierre de RTVV?

El cierre lo viví muy mal, como todo el mundo en el Pais Valencià, supongo. Aquella noche, cuando vi el decreto de cierre que acababa de firmar el ocupante de la Generalitat, Alberto Fabra, y leí que se ejecutaría en 24 horas me monté en el coche camino a la radio. La radio ya no sonaba. Envié a casi toda mi lista de contactos un mensaje que decía “La ràdio ja no sona, van per la tele. Tots a Burjassot” (“la radio ya no suena, van a por la tele. Todos a Burjassot”). Me fui a Burjassot pensando que podíamos evitar el cierre. No me querían dejar entrar porque, a pesar de estar en plantilla, no tenía permiso de la dirección para entrar. Salté el torno de entrada con un compañero y corrí mientras nos seguían los de seguridad. Una vez dentro intenté ayudar pasando teléfonos a la gente que llevaba el programa, haciendo tuits contando lo que pasaba. Lo peor de aquella noche fue ver la entrada militar de la policía y, enfrente, al compañero Vicent Mifsud, en aquel momento presidente del Comité, sin perder los papeles en ningún momento. Las siguientes 24 horas posteriores las recuerdo como si estuviera drogada. De hecho, llevaba algún Valium en el cuerpo. Y una mezcla de sentimientos difíciles de describir cuando vi a tanta gente que salía a la manifestación. Recuerdo que pensaba “¿dónde estabais cuando luchábamos hace años, cuando recogíamos firmas contra la privatización, etc.”. Aquella tarde quería desaparecer del mapa.

¿Fue la unión de compañeros esencial para tratar de hacer justicia y para la ‘construcción’ de À Punt?

Está claro que cada uno por nuestra cuenta hubiéramos conseguido menos, aunque me costaría definir “menos” en este caso. Visto en perspectiva todo tiene menos épica de la que parece que tuvo. Quienes realmente se batieron el cobre, con todas sus desavenencias lícitas, fueron los compañeros del Comité de Empresa. Sin ellos nos hubiéramos ido a casa con una mano delante y otra detrás, tal como pretendía la derecha y muchos “enfants terribles” de la izquierda. Y seguramente hoy no tendríamos À Punt en marcha, un medio que, a pesar de la pésima ley promulgada por el Botànic, que la obliga a ser privada, excepto los informativos, vuelve a vertebrar el país. De lo que sí nos protegió aquella “unión” fue de las calumnias de compañeras y compañeros de profesión y de la clase política que en teoría iba a defendernos y a rescatarnos. Hubo quien pagó un precio muy elevado a nivel de salud, pero como colectivo pudimos sobrevivir, con todos los matices que tiene. Algún día me gustaría hablar de todo aquello serenamente, pero tendrá que pasar mucho tiempo. Aquella unión, aquel colectivo, por ejemplo, impulsó la creación de la MESAV, la Mesa de l’Audiovisual Valencià, impulsora de la nueva À Punt. En cierto modo, allanamos el camino para que no se perdiera todo, a pesar de que aún hoy hay gente a la que le parece que tenemos trato de favor. En fin…

¿Crees que espacios de medio ambiente o de cultura tienen suficiente presencia en las televisiones nacionales? ¿Son importantes para aportar algo más que entretenimiento e información al espectador? 

Parece que el medio ambiente es un valor al alza. La clase política habla de medio ambiente (pocas veces con acierto) y los medios reflejan ese interés creciente. Sin ir más lejos À Punt tiene los programas Samarucdigital i Terra Viva, por ejemplo, e imagino que irán en aumento. A la cultura le pasa todo lo contrario, cada día interesa menos. Me parece muy interesante que la radio de À Punt ponga en antena el programa cultural Gravetat zero con Maria Josep Poquet. Es imprescindible que los medios dediquen horas a la cultura. Siempre he dicho que el Pais Valencià da para hacer un programa diario de cultura y divulgación científica. Pero ni la cultura ni la ciencia interesa a la gente porque no interesa a sus dirigentes. Buena prueba de ello son las políticas culturales y científicas. Es increíble que en un país con tanto creador y tanto equipo investigador de calidad no se puedan llevar a cabo políticas que premien el talento. Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la divulgación de la cultura y la ciencia, por eso soy tan crítica cuando leo crónicas que hablan de la baja audiencia de À Punt. A un medio público no se le debe juzgar por la audiencia sino por el nivel de servicio público que desempeña y, en nuestro caso, la ley lo pone difícil.

¿Qué importancia tienen los medios locales y autonómicos para el ciudadano? ¿Qué le aportan en su día a día a nivel informativo?

Tienen mucha importancia, aunque no lo queramos. Vertebran para bien o para mal. Los programas “top” como Assumptes interns crean lenguaje y fomentan gustos y comportamientos. Personajes como Eugeni Alemany hacen tanto por la lengua y la vertebración como la asignatura de Valencià en el instituto.

¿Qué mensaje le transmitirías a los estudiantes de Periodismo? ¿Hay futuro en la profesión para ellos?

Depende de lo que se entienda por futuro. Siempre hay futuro. Siempre existirá la necesidad de tener información y entretenimiento. Pueden cambiar los medios, los soportes, pero el hecho informativo y comunicativo siempre será el mismo. Tenemos necesidad de saber y los medios, sean los que sean, nos ofrecen esa posibilidad. Es un error querer descubrir la pólvora en este sentido porque ya está descubierta. El camino no está en inventar nuevos formatos, nuevas apps, nuevos soportes. Probablemente el secreto esté en ir al origen, es decir, ofrecer verdad. Que la gente se pueda identificar con aquello que le ofrece el medio y con la persona que le acerca el producto audiovisual. Esto, aunque parezca sencillo, es difícil de encontrar. Aquellos jóvenes que ven el futuro como la carrera al éxito supongo que tendrán menos futuro. Sobre todo, porque el éxito es efímero, poco consistente. A la gente joven que conozco siempre le digo que debe elegir entre éxito o fama y prestigio. Son carreras muy diferentes: el éxito es relativamente fácil de conseguir, depende de qué estés dispuesta a hacer. El prestigio es una carrera de fondo y de la que nadie habla. Si me dieran a elegir yo elegiría la segunda sin duda.

Por @casas_castro

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El feed horizontal de Instagram y el motín 2.0

El feed horizontal de Instagram lleva tiempo anunciándose. Parece que nunca llega pero cualquier día nos podemos topar con el cambio sin previo aviso, al igual que la red social hizo a finales del año pasado. En aquel momento, a los usuario elegidos les entró el pánico y se amotinaron (en modo 2.0, por supuesto). Y, aunque Instagram decidió parar las máquina para que el feed horizontal no acabara haciéndose efectivo, la amenaza se cierne sobre cada perfil.

Esta nueva forma de desplazarse por la red social, semejante a como se ven los Stories, implica diversos cambios que hay que conocer y a los que se debe estar preparado. La verticalidad forma parte de la idiosincrasia del feed de Instagram desde que nació, si bien es cierto que los nuevos formatos cobran cada vez más espacio y, por tanto, ayudan a explorar otras posibilidades.

Si mañana se implantara de forma general el feed horizontal de Instagram, una de las dudas más extendidas es qué sucederá con aquellos perfiles con un mosaico coherente, con colores y temáticas perfectamente diseñadas. Pues no pasará nada. De un solo vistazo, este trabajo se permanecerá impertérrito. Sin embargo, las imágenes deben respetar las medidas cuadradas originales 1:1. Es decir, la moda de los marcos blancos que circundan las fotografías y crean distintos tamaños tienen los días contados. Instagram va a incluir, precisamente, un marco blanco en aquellas publicaciones con otras dimensiones para homogeneizar la parrilla.

Uno de los puntos que más potenciará el feed horizontal de Instagram son los comentarios, muy en línea con lo que se está trabajando en Facebook. Esto se debe a que las interacciones cobran protagonismo por la inercia del desplazamiento, que deja más espacio en cada imagen. Y aquí los perfiles de empresa tienen mucho que hacer.

Como el consumo de contenidos se asemeja al de los Stories, la gente va a comenzar a ver una publicación tras otra. ¿Generará mayor tiempo de permanencia en la red? Posiblemente sí, ya que se puede trasladar el éxito del formato que Instagram plagió a Snapchat. Y esto implica que se incremente el número de visualizaciones de los anuncios. Si en los Stories te los puedes saltar, en el feed horizontal de Instagram parece que va a estar complicado. ¿Será este el fin del cambio que se avecina? Lo averiguaremos cuando se haga realmente efectivo –si antes no hay otro motín 2.0-.

TheNewYorkTimes

The New York Times reconfigura su muro de pago para defenderse de Google

Hace año y medio, el cambio en el algoritmo de Facebook ocasionó el reventón de la llamada burbuja de los medios digitales. Varios magazines nacidos en los años espléndidos de Internet vieron como la plataforma de Zuckerberg, principal distribuidora de su material, les cerraba el grifo de clicks al priorizar los contenidos personales frente a las publicaciones de medios de comunicación. Resultó devastador: Buzzfeed España cerró, Eslang cerró, PlayGround presentó un ERE que afectó a más de un tercio de la plantilla. Las plataformas sociales, teóricas aliadas de la prensa milenial, fueron inmisericordes con unas publicaciones a las que tenían maniatadas. Fue como ver a Internet devorando a sus hijos.

Después de aquella demolición, los medios aprendieron a sospechar de la tecnología… y ahí seguimos. Una y otra vez, la prensa busca fórmulas para resolver su crisis de indentidad ahondando en el progreso tecnológico, pero al mismo tiempo procura no verse arrastrada por la influencia de empresas como Facebook o Google, dos agentes externos que han transformado las dinámicas de acceso a la información y se han situado entre los medios y la audiencia filtrando los contenidos al dictado de algoritmos caprichosos. Pero, ¿cómo podríamos rebasar la tecnología a lomos de más tecnología? Uno de los medios que más audazmente encara esta ecuación, como veremos a continuación, es The New York Times.

El periódico neoyorkino plantó en abril un muro de pago mediante el cual los lectores tienen que suscribirse si quieren ir más allá de los cinco primeros artículos gratuitos. Es la tendencia dominante en los medios fuertes de Estados Unidos y publicaciones como Wired, Vanity Fair o Quartz ya se han sumado a ella. Ocurre que buena parte de las lecturas se realizan desde Google Chrome, y éste contempla una navegación en modo incógnito que hasta hace unos días permitía esquivar la limitación del periódico.

La ventana de incógnito de Chrome se utiliza para la navegación privada, donde los usuarios pueden visitar sitios web sin almacenar su historial de navegación. Además, este modo de incógnito bloquea temporalmente la capacidad de un sitio web para leer o escribir cookies, por lo que se ha convertido en una forma popular de sortear los muros de pago medidos, que dependen de las cookies para saber cuántos artículos le quedan a un lector.

Pero no era del todo efectivo. Medios como The New York Times eran capaces de detectar la identidad digital de los usuarios que trataban de sortear la restricción y terminaban bloqueándoles. El modo incógnito no lo era tanto, hasta ahora: Google ha implementado la versión Chrome 76 con la que impide el rastreo de los medios a los usuarios de incógnito. Y, a modo de compensación, ha regalado una sugerencia a los diarios: levanten un muro de pago duro o exijan el registro gratuito a sus lectores.

Eso es precisamente lo que ha hecho The New York Times. Desde este verano, el usuario debe registrarse de manera gratuita si quiere acceder al contenido del diario norteamericano, y éste contabiliza los artículos leídos a partir de la cuenta del usuario, no de la IP. De este modo, el periódico se garantiza un control más efectivo con el que aumentar el número de suscriptores y, de paso, amplía y segmenta su base de datos para mejorar la selección de contenidos.

Evidentemente este registro obligatorio aumenta el desgaste, pero desde el medio han argumentado que los lectores que no están dispuestos a registrarse no valen nada para la marca, mientras que aquellos que están dispuestos a compartir información a cambio de un artículo son mucho más valiosos como suscriptores potenciales. “Cuando un usuario está registrado y conectado, podemos comunicarnos con él y comprender sus preferencias y patrones de consumo de manera más efectiva que si fueran anónimos”, comentó el New York Times a WNiP en un comunicado.

Según WNiP –medio especializado en información sectorial–, The New York Times contaba en junio con 3.78 millones de suscriptores digitales. A final de año será interesante ver si el registro obligatorio gratuito a servido para acelerar o ralentizar el crecimiento de la suscripción. También veremos si esta corriente se populariza. De momento a esta lado del Atlántico hay cabeceras como El País que ya han empezado a apostar por el registro gratuito para determinados contenidos. ¿Terminará El País levantando su propio paywall?

Tik-Tok

Tik Tok ¿la app que desbancará a Instagram?

Si tienes más de 30 años, puede que no te suene esta red social que está siendo número uno de descargas en los dispositivos móviles: Tik Tok. Se trata de una red social ‘made in China’ a la que muchos auguran como la próxima que va a desbancar a Instagram. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque ha llevado más allá el uso de los Stories, ese formato que creó Snapchat e Instagram lo plagió hasta llevarlo al éxito más absoluto.

Tik Tok ha hecho suyos los Stories, mejorando el formato con vídeos de 15 segundos, verticales y a través de los cuales el usuario puede ir moviéndose por las cuentas haciendo scroll. Incluye filtros, canciones de moda y todo lo necesario para viralizar contenidos audiovisuales originales y con los que se puede utilizar toda la imaginación posible. De hecho, la música es su base, ya que es heredera de la plataforma Musical.ly. Seguro que, sin darte cuenta, has visualizado alguno sin darte cuenta en alguna red social como Facebook o Twitter. Por ello, Tik Tok está robando a las generaciones más jóvenes a Instagram -porque la red de Mark Zuckeberg ya está catalogada como ‘viejuna’ y en la de microbloggin quedan políticos, periodistas y trolls.

A finales del año pasado, Tik Tok ya contaba con 500 millones de usuarios: China ha dado el pistoletazo de salida a la conquista del mundo a través de sus redes sociales. Y ha empezado con los más jóvenes. No obstante, cabe recordar que la empresa fue multada por la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos por violar la privacidad de los menores con una multa de 5,7 millones de dólares. La aplicación aterrizó en EE.UU. en 2017 y está siendo una amenaza para las grandes redes sociales nacidas allí. La generación Z ha aceptado como suya Tik Tok para expresarse, para mostrar sus idea, su espontaneidad y su visión e, incluso, para dejar de ver a los perfectos influencers que copan Instagram.

Tik Tok es ágil y se encuentra en consonancia con el tipo de contenido que consumen las nuevas generaciones basado en memes, humor, creación sin límites a través de llamativos efectos especiales, y todo ello muy visual. Si bien es cierto que integra funciones de Instagram, como el envío de mensajes o el sistema de seguidores y seguidos, la aplicación rápidamente muestra cuáles son los vídeos más populares y, a partir de ahí, comienza a realizar recomendaciones en función de gustos e intereses. Así pues, aunque no se tenga seguidores o no se siga a nadie, Tik Tok trata de encontrar las publicaciones perfectas para cada usuario.

Parece que Tik Tok va a ser la próximo red social masiva, ¿adelantará a Instagram en su empeño?