Muchos nos pueden tildar de pesados. De un tiempo a esta parte no dejamos de analizar la crisis general y la particular de la profesión. Y me atrevo a aventurar que las observaciones no van a dejar de sucederse. Tal vez, algunos pensaron en un principio que se trataba de un episodio eventual, pero el transcurso de los meses está demostrando que ésta es nuestra realidad, con todas sus consecuencias. Y cambiar una realidad implica aceptación, reflexión y acción. De ahí, quizá, el torrente – que ya no lluvia – de ideas actual entre periodistas.
Porque, ¿qué podemos hacer frente a esos tiranos – perdón, quería decir directivos – que la única salida que conciben frente a los tiempos difíciles es sacrificar a gran parte de la plantilla? Como bien sabemos, la cuenta de resultados siempre ha primado en cualquier empresa que se precie. Lo fuerte es que ya no se tiene que incurrir necesariamente en pérdidas para tomar la decisión más drástica e injusta. Será que otros aspectos fallan en los cálculos. O que hemos estado viviendo demasiado bien. En todo caso, trabajando por encima de nuestras posibilidades – gratuitamente, inclusive –, diría yo.
Pero no me quiero ensañar con una de las múltiples cuestiones que nos atañen. Porque también nos queda por resolver cómo lidiar con aquellos medios e, incluso, voces de autoridad que aún no conciben el periodismo en las nuevas plataformas – la cursiva se debe a que, más que “nuevas”, yo apostaría ya por calificarlas de “presentes” –. Y sigue, asimismo, abierto el debate de cómo convertir el contenido online en rentable. Y etcétera, etcétera, etcétera.
En fin, ¿qué hacemos? La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha puesto en marcha El muro de las lamentaciones de los periodistas, una iniciativa virtual en la que poner en común denuncias e inspirar una profesión más digna. Bien, pero… ¿Y si nos dejamos llevar por los aspectos positivos durante un momento? Como dijo hace poco Nicholas Lemann, ex-decano de la Columbia Journalism School: “El periodismo no es perfecto, pero no está muriendo”.
Quiero pensar que algo estaremos haciendo bien cuando gran parte de la ciudadanía nos sigue considerando necesarios. O, mejor dicho, la ciudadanía nos considera necesarios cuando hacemos bien nuestro trabajo: si ofrecemos calidad, si estamos dónde y cuándo se nos necesita, si no olvidamos nuestro compromiso con la sociedad…
Quizá, como es viernes, se me antoja ver el vaso medio lleno. Probablemente, el lunes acabe escribiendo mi particular lamentación en ese muro gris. Sea como fuere, sé que somos muchos los que aspiramos a dar la talla en esta necesaria profesión, así que sigo con mi capricho de hoy y os propongo: ¿compartimos los motivos por los que seguir adelante?