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“Las redes sociales sirven para llegar a tu audiencia sin pasar por el medio en el que trabajas”

El periodista José Manuel Rodríguez (@josemanuelrodos) ha dedicado toda su trayectoria profesional a resolver problemas y crear oportunidades para las empresas, desde internet y las redes sociales. Además, está especializado en desarrollo de audiencia, negocio y producto digital. Actualmente trabajo en consultoría, formación y contenidos como freelance, como él mismo afirma, “siempre buscando la excelencia creativa“.

¿Cómo defines la profesión de periodista?

Esa es una buena pregunta, porque no tiene una respuesta sencilla ahora mismo. Es decir, el periodismo para mí es contar historias que importan, es la base de nuestro trabajo y el valor de nuestra profesión de cara a la sociedad. Pero el término periodista ahora abarca más que antes porque implica que uno no solo tiene que saber contar historias para desenvolverse en esta industria. Ahora son necesarias competencias complementarias que en algunos casos son cada vez más importantes. Si trabajas en digital (que a fin de cuentas reúne vídeo, audio, texto, etc., todo lo que se puede hacer en cuanto a narrar algo) es recomendable que sepas de analítica, redes sociales, SEO, multimedia, etc. No a nivel experto, evidentemente, pero sí de forma que puedas entenderte con los especialistas en esas áreas y saber cómo tu trabajo puede estar mejor empaquetado para llegar a la audiencia que esperas que tenga.

¿A qué está llevando en la actualidad la transformación digital a las empresas?

Cada vez estoy menos de acuerdo con el término ‘transformación digital’. Prefiero hablar de ‘transformación cultural’, porque de lo que hablamos es de cambiar las culturas internas de las redacciones a través de la tecnología, sobre todo. Y esa es una tarea muy ardua, porque hay gente que se ha quedado al otro lado de la brecha y no quiere o no puede saltar. Y son precisamente las personas que más cobran en no pocas ocasiones, y eso en parte hace que las nuevas tengan salarios más bajos, adaptados a la nueva realidad de ingresos inciertos del sector. Todos estos procesos son largos y en realidad no tienen que llevar a nada. Esto es, la transformación cultural debería ser una dinámica permanente e iterativa que permita a las organizaciones estar preparadas para adaptarse a un entorno cambiante como el que vivimos. El objetivo no es llegar a algo, sino evolucionar de forma constante para que no te cojan a traspiés los cambios profundos en el ecosistema informativo que se van dando en muy poco tiempo. Quien mejor resume esto es Sun Tzu en ‘El arte de la guerra’, cuando recuerda que el ejército que llega antes al campo de batalla puede descansar, y el último tiene que pelear en cuanto aparece, con lo que lo hace agotado y frente a un rival fresco. En términos de adaptaciones al entorno, creo que las empresas pueden transformarse por convicción (sé que es lo que debo hacer y estratégicamente me conviene porque lo veo venir) o por obligación (no me queda otro remedio). En ambos casos el problema es el tempo: hacerlo demasiado pronto y quedarte solo en un escenario que no cambia contigo en la primera opción, o llegar el último a un entorno en el que las oportunidades se han agotado para ti en la última.

¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de plantearse arrancar un negocio 100% digital?

En este negocio ya solo puedes competir en dos ámbitos concretos: el nicho o la escala. Es decir, ser especializado en algo y hacerlo muy bien, como para que los lectores de esa temática se suban a bordo y puedas obtener una publicidad más cara por ese nivel de segmentación, o bien gracias a ingresos por usuarios en base a suscripción o membresía; o sumar mucho tráfico y que eso te permita rentabilizar volumen con publicidad más barata e intentar ingresos por usuario de otro modo. Hay otras opciones de ingresos (marketing de afiliación, eventos, acuerdos de explotación de contenidos con plataformas, etc.), pero diría que lo esencial es saber qué puedes hacer respecto a publicidad y usuarios. Dicho esto, para arrancar necesitas un buen plan, una financiación interesante (normalmente se habla de que empatar cuentas en el tercer año está bien) y gente dispuesta a tirar del carro contigo, porque el comienzo de todos los proyectos es complicado y requiere sacrificios.

¿Qué te aporta el trabajo freelance frente a formar parte de una plantilla?

Ser autónomo es en mi caso una elección más basada en mis ambiciones personales que en las profesionales. Es decir, quería tener un mayor control de mi vida y de mi tiempo, darme mayor margen para aprender otras cosas y, además, me mudé de ciudad. Actualmente trabajo en consultoría, formación y contenidos y hay meses mejores que otros, como en el caso de cualquier persona que trabaje por su cuenta. Creo que es importante tener claro qué puedes ofrecer, a qué clase de clientes y, sobre todo, establecer tus límites en cuanto a lo que no quieres hacer. Esto último me parece casi lo más importante.

¿Qué están suponiendo las redes sociales para los periodistas de hoy en el ejercicio de su trabajo?

Sobre todo, sirven como escaparate directo para llegar a tu audiencia sin pasar por el medio en el que trabajas o incluso sin trabajar para ninguno. Hay muchos casos exitosos de profesionales que han creado su comunidad en base a una identificación con su forma de entender este trabajo. Eso tiene repercusiones buenas y malas, porque esta es una profesión donde el ego predomina y tener una cierta cantidad de seguidores en redes sociales puede envanecer fácilmente. Pero lo bueno es que un profesional ya puede tener una voz más allá del medio que le pague y ser respetado y conocido por ella.

¿Cuál es el futuro de los jóvenes que estudian actualmente Periodismo en las facultades? ¿Qué oportunidades no deben dejar pasar?

El futuro es incierto para todos, los que vienen y los que estamos. Este sector se va transformando después de un proceso de redimensión a la baja causado por una doble crisis (económica y de transición al digital) y hay muchos factores en el aire que determinarán los próximos años. Yo les recomiendo que vean sus estudios en Periodismo como un punto de partida para crecer sobre él e incorporar distintas capacidades que les pueda hacer empleables en roles que hoy no manejan como opciones y que les haga estar preparados para ser los profesionales que los medios demanden mañana.

Por @casas_castro
Un reconocimiento al periodismo “con cabeza y con corazón”, al periodismo “de personas para personas”. Es la síntesis que ofrece el director general de la ONCE, Ángel Sánchez, sobre el espíritu de los Premios Tiflos de periodismo, que han sido entregados en su XX edición. La convocatoria correspondiente a 2018 acaba de convocarse. Estos galardones reconocen los trabajos que mejor exalten los valores relacionados con la integración de las personas con discapacidad, además de hacer pedagogía sobre la necesidad de suprimir las barreras físicas y mentales que en ocasiones impone la sociedad, más allá del indudable avance legal que se ha producido en la supresión de las barreras arquitectónicas. En estos galardones se valoran especialmente aquellas publicaciones que subrayen el valor de la superación individual o colectiva de todos los obstáculos que frenan el desarrollo personal y social de las personas con alguna discapacidad.  Los Tiflos han conseguido consolidarse en estas veinte ediciones hasta alcanzar un acreditado prestigio en el mundo de la comunicación. Se trata de unos galardones dotados con 9.000 euros para los ganadores de cada una de las categorías: prensa escrita, radio, televisión y periodismo digital. Suele decirse que hay premios que enaltecen al premiado y premiados que otorgan categoría al premio. Del mismo modo hay galardones periodísticos que por su planteamiento honran al periodismo en su enfoque más social y, por tanto, más transformador. El servicio público no es una etiqueta ni un lugar común que se adjunta de oficio al periodismo; es su auténtica esencia en tanto que el periodista y los medios de comunicación gestionan en cierto modo la concesión del derecho constitucional a la información que asiste a todos los ciudadanos. Servicio público, es, por encima de todo, poner el poder de influencia y de generar opinión pública (la fuerza motriz que impulsa buena parte de las decisiones políticas) al servicio de las causas de los más débiles. En este sentido, premios como los Tiflos contribuyen a mantener el alma genuina y la esencia del periodismo como motor de igualdad y progreso social.  En la XX edición de estos galardones el jurado premió distintas publicaciones y reportajes difundidos por El Mundo de Castilla y León, El Español, Radio San Sebastián (Cadena Ser) y Cuatro TV. Entre los trabajos reconocidos figura El sueño de Pere, un reportaje que refleja cómo un niño invidente narra como si de una retransmisión de radio se tratara, el fútbol de su equipo favorito. En radio, resultó ganador el tema Javier y Dover, de Mikel Huarte, que muestra cómo una persona ciega disfruta de un partido de pelota vasca con su perro guía. En el apartado de Prensa Digital resultó galardonado el trabajo titulado Madrid, 25 baños públicos para 3 millones de personas: la ciudad que abandona a los enfermos de colon. El autor, Daniel Ramírez García-Mina relataba en El Español el día a día de dos jóvenes, Amaranta y Miamar, se enfrentan a la dificultad de la escasez de servicios públicos en una urbe como Madrid. Las bases publicadas por la organización establecen que los trabajos que quieran optar a estos reconocimientos en su edición de 2018 deberán haber sido publicados entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de este año. Los trabajos podrán presentarse hasta el 25 de enero de 2019. Deberán remitirse por triplicado al consejo general de la la Organización Nacional de Ciegos, concretamente a la dirección de comunicación e imagen, en Calle la Coruña, 18, 28020 de Madrid. En el envío hay que hacer constar, además, la inscripción Premios Tiflos de Periodismo.

Premios Tiflos: la cara social del periodismo

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Un reconocimiento al periodismo “con cabeza y con corazón”, al periodismo “de personas para personas”. Es la síntesis que ofrece el director general de la ONCE, Ángel Sánchez, sobre el espíritu de los Premios Tiflos de periodismo, que han sido entregados en su XX edición. La convocatoria correspondiente a 2018 acaba de convocarse. Estos galardones reconocen los trabajos que mejor exalten los valores relacionados con la integración de las personas con discapacidad, además de hacer pedagogía sobre la necesidad de suprimir las barreras físicas y mentales que en ocasiones impone la sociedad, más allá del indudable avance legal que se ha producido en la supresión de las barreras arquitectónicas. En estos galardones se valoran especialmente aquellas publicaciones que subrayen el valor de la superación individual o colectiva de todos los obstáculos que frenan el desarrollo personal y social de las personas con alguna discapacidad.

Los Tiflos han conseguido consolidarse en estas veinte ediciones hasta alcanzar un acreditado prestigio en el mundo de la comunicación. Se trata de unos galardones dotados con 9.000 euros para los ganadores de cada una de las categorías: prensa escrita, radio, televisión y periodismo digital. Suele decirse que hay premios que enaltecen al premiado y premiados que otorgan categoría al premio. Del mismo modo hay galardones periodísticos que por su planteamiento honran al periodismo en su enfoque más social y, por tanto, más transformador. El servicio público no es una etiqueta ni un lugar común que se adjunta de oficio al periodismo; es su auténtica esencia en tanto que el periodista y los medios de comunicación gestionan en cierto modo la concesión del derecho constitucional a la información que asiste a todos los ciudadanos. Servicio público, es, por encima de todo, poner el poder de influencia y de generar opinión pública (la fuerza motriz que impulsa buena parte de las decisiones políticas) al servicio de las causas de los más débiles. En este sentido, premios como los Tiflos contribuyen a mantener el alma genuina y la esencia del periodismo como motor de igualdad y progreso social.ƒ

En la XX edición de estos galardones el jurado premió distintas publicaciones y reportajes difundidos por El Mundo de Castilla y León, El Español, Radio San Sebastián (Cadena Ser) y Cuatro TV. Entre los trabajos reconocidos figura El sueño de Pere, un reportaje que refleja cómo un niño invidente narra como si de una retransmisión de radio se tratara, el fútbol de su equipo favorito. En radio, resultó ganador el tema Javier y Dover, de Mikel Huarte, que muestra cómo una persona ciega disfruta de un partido de pelota vasca con su perro guía. En el apartado de Prensa Digital resultó galardonado el trabajo titulado Madrid, 25 baños públicos para 3 millones de personas: la ciudad que abandona a los enfermos de colon. El autor, Daniel Ramírez García-Mina relataba en El Español el día a día de dos jóvenes, Amaranta y Miamar, se enfrentan a la dificultad de la escasez de servicios públicos en una urbe como Madrid.

Las bases publicadas por la organización establecen que los trabajos que quieran optar a estos reconocimientos en su edición de 2018 deberán haber sido publicados entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de este año. Los trabajos podrán presentarse hasta el 25 de enero de 2019. Deberán remitirse por triplicado al consejo general de la la Organización Nacional de Ciegos, concretamente a la dirección de comunicación e imagen, en Calle la Coruña, 18, 28020 de Madrid. En el envío hay que hacer constar, además, la inscripción Premios Tiflos de Periodismo.

Abril Antara

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Cómo evitar un titular #estafa como este en un digital

Cómo evitar un titular #estafa como este

Hubo un tiempo, más o menos cuando la Segunda Glaciación a vista del pajarito twittero, en que las escuelas y facultades de periodismo explicaban a los estudiantes que una noticia no era tal si no aclaraba cinco interrogantes, las clásicas cinco W’s: What, When, Where, Who y Why. Las cuatro primeras son más difíciles de responder de lo que parece. Porque la realidad es más compleja y poliédrica de lo que proyecta. El qué, cuándo, dónde y quién es uno, en primera lectura, pero la realidad suele tener tantos estratos como la arqueología y tantas capas como una cebolla. Así que, conforme el periodista, como peón de albañil del historiador, va adentrándose en cada asunto el argumento se transforma en tema. Y entonces ya no resulta tan fácil despejar incógnitas.

Porque el bosque de intereses en efervescencia política y social suele parecerse más a los reactores de las centrales nucleares que al festival de Woodstock. Paz y amor. Incluso en la noticia más cruda y desnuda, no resulta sencillo completar el puzzle de lo sucedido. Un accidente, en el kilómetro X de la autovía Z, como consecuencia de un golpe frontal entre un camión y un turismo. Hasta ahí, relativamente fácil. Pero Why, ¿Por qué? Aclarar la o las causas del accidente puede requerir de un atestado, varias periciales, testimonios enfrentados y puede que hasta un proceso judicial. Más complicado se antoja discernir los porqués de fenómenos tan complejos como una caída de las bolsas, una guerra comercial entre Estados Unidos y China, un atávico conflicto como el árabe-israelí o un resultado electoral. Los porqués confieren al periodismo el valor añadido, marcan la diferencia entre la capacidad de servir una fotografía epidérmica de la realidad o una radiografía de cierto calado sobre el flujo de intereses y poder que no siempre se advierten a simple vista.

Una vez realizado el trabajo de campo, procesados los datos y tamizados por todos los gatekeeper oficiales y oficiosos, ¿cómo se sirve el producto acabado? Los periodistas que escribían en el Bajo Pleistoceno, cuando las páginas se componían con tipos móviles inventados por un tal Gutenberg, atendían a la ley sagrada de la “pirámide invertida”, según la cual la prelación de ideas al redactar una noticia iba de mayor a menor importancia para garantizar que cuando se pasara la guadaña en la edición de la página no se segaran aspectos esenciales de la información. La regla universal de la pirámide tan teorizada por José Luis Martínez Albertos se mantuvo inquebrantable hasta que los redactores empezaron a editar sus textos sobre páginas maquetadas.

Pero antes y después, permaneció inquebrantable la norma de que el titular condensaba la idea fuerza de la noticia. “¿Este tema tiene titular?” “Cántame el titular” “No fuerces el titular “ o “No dejes que la verdad te arruine un buen titular” .. son expresiones que han formado parte de la jerga de la canallesca, del microcosmos de las redacciones. Porque el titular es la esencia destilada de la información, el santo grial del periodismo. En el reportaje, el titular ha de convertirse en un cañón de luz proyectado sobre la centralidad del tema que se aborda. En la noticia, el titular ideal e imposible sería aquel que sintetizara las cinco W.

El titular ha de ser comercial, por supuesto, ha de tener gancho y atraer el lector, cogerle por la solapa, sacudirlo y abrir su apetito como lector. Pero sin trampas, sin conservantes, ni colorantes, ni aditivos. Y no hay peor estafa que vender el vacío, la nada, la no noticia.. La estafa hasta hace poco consistía en querer colocar como un watergate que el perro muerde al hombre, cuando ese dentellazo forma parte de la normalidad y lo normal no es noticia. Ahora el timo 2.0 consiste en pretender el scoop con una noticia que no tiene ni perro, ni hombre, ni mordiente. Sólo un titular y un enlace a ninguna parte. Es el fenómeno clickbait, la peste que ha asolado las redacciones con mal llamados titulares gancho, cebos periodísticamente grasientos que aportan cero nutrientes al cerebro del lector, al que convierten en un número, en un click con el que maquillar la ausencia de periodismo en las redacciones y la escasa fe que algunos editores tienen en invertir en periodismo como salida a la crisis del modelo de negocio de papel. Decía Marshall McLuhan que el medio es el mensaje. A más de uno parece que le sale a cuenta entender que el formato es el mensaje y que el formato digital comporta frivolidad y vacuidad. Cuando el periodismo, el mensaje es inmortal, así sea por señales de humo, paloma mensajera o pájaro azul. Por fortuna, Google se percató de la estafa.

Abril Antara

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El legado de Alejandro Bolaños: honestidad y pedagogía

Hay mil conversores de valor monetario y hasta de palabras para traducir equivalencias de divisas o expresiones de uno a otro idioma. Pero no se ha inventado todavía la aplicación que transforma fenómenos farragosos en explicaciones al alcance de cualquiera con una mínima capacidad de discernimiento. En el mundo del periodismo económico, Alejandro Bolaños Correa (Madrid 1971-2018) consiguió la cuadratura del círculo: poner los conceptos más alambicados al alcance de un lector generalista de perfil medio. El recientemente fallecido periodista de El País siempre consiguió que los fenómenos más complejos resultaran altamente digestivos para el lector y hasta para los alumnos de secundaria y universitarios que trabajaron sus textos para entender el mundo que les rodea. Ese es parte del legado periodístico, económico y hasta histórico que deja el redactor de la sección de Economía del diario de Prisa.

Bolaños cumplía los dos requisitos básicos para ser un transmisor de conocimiento: entender previamente en toda su profundidad aquello que se difunde y acreditar una honestidad intelectual de la que dio prueba en toda su trayectoria. La doble formación académica, como periodista y Licenciado en Económicas, le ayudaron a destripar y servir mascados para el gran público todos los vectores que condicionan conceptos como bono basura, prima de riesgo, banco malo, activos tóxicos y unos cuantos más que a partir de la depresión de 2008 entraron por sorpresa en todos los domicilios de España y acamparon sin pedir permiso. En muchos casos, desahuciaron incluso a los propietarios hipotecados de las viviendas.

Los transmitió con todo el sentido pedagógico del que hizo gala en su trayectoria periodística y sin perder rigor. Su capacidad para contar los entre bastidores de la economía sin atajos le valió el premio internacional de periodismo económico Citi Journalistic Excellence Award. Corría el año 2015. Antes se llevó el premio de periodismo Jaume Vicens Vives. Un galardón con nombre de historiador que ilustra a la perfección cómo Bolaños supo tejer un cordón umbilical entre sus artículos y su tiempo a través de explicar las raíces de los acontecimientos económicos, los porqués. Explicar el presente a partir de entender el pasado. Y explicarlo, analizarlo, diseccionarlo con gran capacidad de análisis, sentido crítico y compromiso social. Desde su militancia humanista pintó las mil caras de la crisis que puso en jaque hace diez años al mismísimo capitalismo financiero y lo hizo sin estridencias. Era su estilo. El sello Bolaños al que siempre fue fiel, desde cualquier lugar y cualquier circunstancia. Desde sus tiempos en la edición de El País en Sevilla, donde inició su singladura profesional.

                                                                                                                                                      Abril Antara

Foto: @marga_ferrer

Muerto en la trinchera digital, deja viudo y tres Pulitzers

Muerto en la trinchera digital, deja viudo y tres Pulitzers

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“Falleció en Nueva York a los 63 años por ser un inadaptado. Sus tres premios Pulitzer y los amantes del periodismo de trinchera ruegan una reflexión por su alma”. Podría ser perfectamente la esquela del semanario neoyorquino Village Voice, un referente del periodismo comprometido, del periodismo crítico, del periodismo a secas, una institución de la cultura alternativa incubada a orillas del río Hudson que el pasado 31 de agosto engordó la larga lista de cabeceras de prensa caídas en combate. Village Voice murió en el ciberespacio, un destino al que se exilió en septiembre de 2017 cuando su editor Peter Barbey, decidió parar la rotativa harto de echar paladas de tierra a la inversión que había realizado dos años antes, cuando adquirió la cabecera.

El periódico de papel que cada miércoles se repartía gratis en los buzones rojos sembrados por las zonas de máxima afluencia de la capital del mundo se travistió en digital, pero el giro no le dio para sobrevivir. El ecosistema comunicativo en la era digital resulta asfixiante para la prensa escrita tradicionalmente sujeta al modelo de la doble venta (la publicidad y el quiosco). Pero, tras la depresión post Lehman Brothers y el desplome del mercado publicitario, la prensa impresa gratuita, aquella que nació en la década de los 40 del siglo pasado en Estados Unidos, directamente fue arrojada a un agujero negro. El caso español es bien significativo. En 2006, se distribuían cinco millones de ejemplares free. En 2011, apenas 1,5. Metro, ADN o Qué fueron algunas de las cabeceras que pasaron a ser material de hemeroteca.

Por cansancio o pena, el caso es que el editor Barbey no se ha prodigado en lloros ni en detalles a la hora de lamentar la pérdida. No pudo sobrevivir a “una realidad económica cada vez más difícil para aquellos que producen periodismo y prensa escrita”, apuntó el propietario en un comunicado. En su réquiem avanzó que la empresa está completando la digitalización de archivos para que las “futuras generaciones puedan vivir la experiencia de este tesoro cultural y social de la vida de este país”. Ironías de la vida o inconsciencia, el caso es que Barbey está embalsamando y acicalando el cuerpo sin vida para ser expuesto a los nativos digitales que quieran bucear en la historia de la política, la cultura y el pulso social de la casa del tío Sam desde los tiempos del senador cazador de brujas McCarthy hasta el intelectualmente estreñido Trump, quien ha sido objeto de diversos reportajes de investigación sobre su particular sello a la hora de hacer negocios. Una forma tan épica como trágica de cerrar el círculo.

Village Voice nació en 1955 en el bohemio Greenwich Village como un periódico underground con ganas de agitar una sociedad intelectual y políticamente en barbecho o en estado de páramo. Los padres de la criatura certificaban su genética: un psicólogo, Dan Wolf, un psicoterapeuta hippie; Ed Fancher, y el escritor Normal Mailer. Vecinos de barrio de Jimi Hendrix o Joan Baez, los editores del Village Voice convirtieron al medio en una plataforma de defensa de los derechos civiles, del movimiento de liberación de los negros, del feminismo, del pacifismo (con su declaración de guerra a la guerra de Vietnam)…

Nunca perdieron el pulso a la sociedad más vanguardista desde un periodismo activista y de compromiso. Desde la concepción del cuarto poder como contrapoder, como servicio público en defensa de los ciudadanos que solamente disponen del voto y el periodismo para sobrevivir ante los poderosos. Nunca cayeron en la trampa del falso mito de la realidad unívoca ni sucumbieron a la ética de la falsa neutralidad de la equidistancia. Normal Mailer forma parte de la galería de culto del nuevo periodismo, junto a Truman Capote, Tom Wolfe o Gay Talese. Seguramente jamás concibió debates en torno al copy paste, el paywall, el metered model o el freemium como posibles soluciones a la crisis del modelo de negocio de la prensa. Para los impulsores del Village Voice, como para Hildy Johnson y Walter Burns, reportero y director del Chicago Examiner, eran conceptos de ciencia ficción. Para los personajes encarnados por Jack Lemmon y Walter Matthau en la mítica película Primera Plana (de Billy Wilder) no había más digital first que el journalism first.

                                                                                                                                                                                                                                  Abril Antara

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“El techo de cristal afecta a todas las profesiones por muy feminizadas que estén”

La periodista Cristina de la Hoz (@delahozm) es un claro ejemplo de la importancia y la enorme presencia que la mujer ha tenido en la información política (y, por supuesto, también en el resto de temáticas) desde la llegada de la Democracia a nuestro país, a pesar de que, como ella misma indica, los altos puestos de las grandes cabeceras han estado reservados a los hombres durante 40 años hasta el ascenso directivo de Soledad Gallego en El País. En la actualidad De la Hoz escribe sobre esta área periodística en el diario digital El Independiente.

¿Cómo defines la buena práctica periodística?

Honestidad, curiosidad y espíritu crítico. Y, con esas herramientas, ejercer un oficio de enorme responsabilidad porque el producto de ese trabajo configura en mayor o menor medida el estado de opinión pública en las sociedades democráticas. Sirve para cualquier ámbito de la información, pero de manera muy especial para el área política. ¿Eso significa que no se pueden cometer errores? En absoluto, pero nunca guiados ni por la mala fe ni por intereses inconfesables.

¿Cómo era el periodismo que se ‘respiraba’ en las grandes cabeceras en los 80 en comparación con la actualidad?

Mi experiencia en la década de los ochenta es limitada porque no comencé a formar parte de la plantilla de una redacción hasta muy avanzada esa década. Recuerdo, quizá más por la edad que yo tenía entonces, una enorme efervescencia. Eran las cabeceras de papel las que marcaban la actualidad del día, los grandes referentes y la sensación (cierta) de que sobre ellos se sostenía el pilar de una democracia aún muy joven.

¿Era difícil para una mujer prosperar en una profesión todavía bastante masculina en aquella época?

Curiosamente la información política siempre ha tenido un fuerte componente femenino en democracia. Si se atiende a los que fueron los grandes referentes periodísticos de la Transición, los nombres más importantes son los de Victoria Prego, con la que tengo el honor de trabajar en El Independiente, y Julia Navarro. Actualmente la situación no es muy distinta. Somos mayoritariamente mujeres las que informamos sobre el Gobierno y los distintos partidos políticos. Otra cosa es que esa presencia se traduzca en la asunción de responsabilidades y cargos en el staff periodístico. No deja de ser llamativo que hayan tenido que transcurrir cuarenta años desde la celebración de las primeras elecciones democráticas para que una cabecera de papel de ámbito nacional tenga a una mujer al frente como es el caso de Soledad Gallego en El País. Pero el “techo de cristal” afecta a todas las profesiones por muy feminizadas que estén.

¿Cuáles son las claves para realizar periodismo político de calidad y que capte la atención del lector?

Fundamentalmente ser conscientes de que en política todas las fuentes responden a intereses personales o de partido, salvo que el grado de confianza alcanzado permita una comunicación sincera. De ahí la importancia de discernir la verosimilitud de la información y contrastarla. Asimismo, hay que huir de la práctica cada vez más generalizada del periodismo declarativo que tanto interesa a las formaciones políticas para vender su mensaje. Aunque es difícil sustraerse a una actualidad que nos arrolla, es necesario abandonar el carril informativo. Por otro lado, si bien el actual formato digital necesita captar la atención del lector entre la enorme oferta que hay, el periodismo político de calidad no puede centrarse en la búsqueda de visitas. Es esa calidad la que debe actuar a modo de señuelo del lector.

¿Qué reflexión haces sobre tu libro Pacto de caballeros y su influencia, 16 años después de su publicación?

Se hizo en un contexto de cierta normalidad política, si lo comparamos con lo que ha ocurrido en este país desde el año 2014 (aparición de nuevas formaciones políticas, abdicación real, repetición de elecciones, desafío independentista en Cataluña, etc.). Acontecimientos que nunca hubiéramos imaginado en tan corto periodo de tiempo. Creo que el libro retrata una época y una forma de hacer política que ahora ha saltado por los aires. Me gusta echarle una ojeada y ver lo que ha sido de esos protagonistas 16 años después: Rodrigo Rato, Francisco Álvarez-Cascos, Jaime Mayor Oreja, etc. Personas que lo fueron todo. De aquella etapa quedaron dos supervivientes: Mariano Rajoy y Javier Arenas, hoy también en retirada.

¿Qué futuro le ves a los jóvenes que en la actualidad estudian Periodismo en nuestro país? ¿La clave de su mantenimiento en la profesión se encuentra solo en el mundo digital?

Nuestra profesión ha sufrido una enorme e irreversible transformación. Ya no son sostenibles las grandes redacciones ni, por ejemplo, esas redes de corresponsales en el extranjero que daban prestigio a las cabeceras. El papel languidece y resistirse a ello es un ejercicio de melancolía. Eso afecta tanto cuantitativa como cualitativamente a los profesionales del periodismo, porque si bien han proliferado los medios digitales, es una actividad devaluada en lo económico. Ahora bien, hablar del mundo digital no es en absoluto incompatible con la calidad. Creo que un buen ejemplo es El Independiente, donde no hay una sola información cuyo único objetivo sea intentar inflar el número de visitas. Ni ‘zascas’, ni titulares-cebo, ni vídeos de supuestas celebridades. Nada de eso. Cuando me reúno con jóvenes estudiantes en la escuela de Periodismo Manuel Martín Ferrand sólo les pido dos cosas: esto es, que sean exigentes con la calidad de la información que consumen en la red, sin dejarse distraer por la gran cantidad de basura que circula por ella, y que salgan de las redacciones a buscar la información. El futuro de los nuevos periodistas es complicado, pero tampoco hay que olvidar otros formatos como la radio o la televisión, menos afectados, sobre todo el primero, por la reconversión del sector.

Por @casas_castro
Foto RTVE

El Valle de los Caídos catódico: exhumar silencios en RTVE

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Recién cumplidos los cien primeros días, podría decirse que el Gobierno del Doctor Sánchez se mueve al ritmo de la yenka -un pasito p’alante, un pasito p’atrás– fruto de sus exiguos 84 diputados y de los excesos de ímpetu al anunciar medidas que a veces responden más al ánimo de demostrar la fortaleza de la que se carece. “Es que tengo 84 diputados”, se lamentaba el presidente ante Ana Pastor en La Sexta para justificar el trecho entre el dicho y el hecho. Como si fuera una debilidad sobrevenida. Rectificar es de sabios, pero convertir la enmienda en comunión diaria traslada señales de improvisación. Por ejemplo en las bombas Marca España para Arabia Saudí, que pasaron de la noche a la mañana de ser imbéciles perdidas a inteligentes como si la Rey Juan Carlos les hubiese enganchado un máster en la punta.

En esas circunstancias de anemia congénita, la gestión de la imagen no es decorado ni atrezzo para el inquilino de la Moncloa, es la sustancia. El ministerio de la imagen y la comunicación concentra los mayores esfuerzos de Pedro Sánchez. Y el pirulí de RTVE tiene tanto poder de seducción como una gran garita para otear el horizonte y llevar bajo palio al Gobierno hasta 2020. Un altavoz para tirar de la recuperación del crédito socialista, dilapidado por Zapatero cuando insultó a los tres monos sabios al no ver, no oler y no oír ni la crisis ni sus consecuencias. ¿Se puede orillar el intento de quedarse con el mando de RTVE en esta telecracia en la que el Congreso se mudó a un plató de La Sexta los sábados por la noche? Por ahora, Pedro Sánchez parece que ha esquivado la tentación.

Por exigencias de la aritmética parlamentaria que le obliga a acuerdos para reformar el modelo, por convicción democrática y por el peso del prestigio adquirido por la tele pública en los tiempos en que la Ley Zapatero obligó a consensuar nombramientos y brilló la pluralidad con Fran Lorente de director de informativos. Pero la tentación huyó, sobre todo, porque resultaba insoportable la carga de manipulación pornográfica de los servicios informativos diarios y no diarios. Por ejemplo, el Informe Semanal de Jenaro Castro, que pasó de programa referente, casi de culto, a ventana propagandística. Por sus palabras y, especialmente, por sus silencios, que en ese caso (el no tratamiento a escandalazos Gürtel, por poner un caso) han sido muy atronadores. Aunque en cuestión de silencios y de ocultación de conflictos quedan lejos del Cum Laude del extinto Canal 9.

La caída del propio Castro, de Sergio Martín o de Pedro Carreño y la reposición de nombres como Xabier Fortes atestiguan al menos una voluntad de quitar carga de trabajo a un comité de informativos que no daba abasto a diseccionar tanto sesgo en los noticiarios. La llegada de Rosa María Mateo al cargo de administradora única provisional -hasta que se resuelva la selección por concurso de un nuevo consejo de administración- es una buena noticia. Y lo es, sobre todo, porque releva a un tipo llamado José Antonio Sánchez cuyo currículum está más teñido de episodios negros que la indumentaria de los periodistas que lucían prendas oscuras cada viernes para afear la manipulación en la cadena pública. Sánchez fue grabado por la policía en una comparecencia en el despacho del expresidente de la Comunidad de Madrid, el imputado Ignacio González, corazón y alma del escándalo Lezo. No ha trascendido que en la reunión con el presunto político y recaudador de mordidas en Sudamérica se hablara de pluralidad informativa. El expresidente de RTVE decidió que sobre las aguas turbias del Canal de Isabel II, mejor un fundido a negro.

La colección de silencios en estos años de plomo en la televisión pública alcanza también a algunas series y proyectos que ahora el nuevo director de ficción, Fernando López Puig, pretende exhumar porque su ostracismo resulta tan vergonzante como el culto al dictador Franco en el Valle de los Caídos. Por ejemplo, la segunda temporada de La República, que lleva años en lista de espera por razones ideológicas, según su creadora, Virginia Yagüe. Otra producción que permanece en el archivo circular es La Conspiración, de Pedro Olea. Una serie que versa sobre el golpe militar del general Emilio Mola en el 36, que, a la postre, dio inicio a la Guerra Civil.

Llegan buenas y malas noticias de RTVE. Noticias plurales. Informativos en los que se habla de la controversia sobre la tesis de Pedro Sánchez y en los que aparecen periodistas con hipótesis nada amables con el presidente. Ni más ni menos que lo que cabe exigir a una radiotelevisión pública. Aquella receta del “si no le gusta, cambie de cadena”, prescrita por el exministro Cristóbal Montoro a la diputada de Podemos Noelia Vera nacía del sectarismo de quien ignoraba que, al igual que Hacienda, RTVE somos todos.

Abril Antara

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La comunicación y su vigencia en Twitter

“Twitter está muerto”. Esta afirmación, con la que muchos dan hoy por muerta a la red social del pajarito azul, puede significar un arma de doble filo para quien la pronuncie. Por un lado, podría suponer un ejercicio de falta de asimilación de la fisionomía camaleónica de la plataforma de los 280 caracteres; por otro, una capacidad profética sin precedentes, o bien una realidad palpable para quienes quizás no estén tan cerca de los usuarios de Twitter y vean desde la distancia que “ya no es lo que era” (sic). De una forma u otra, el poder de la comunicación en la plataforma de microblogging sigue vigente, por lo menos desde el punto de vista de la influencia que mantiene en la agenda de la cosa pública.

Hubo un tiempo en que en Twitter conversabas abiertamente con Arturo Pérez Reverte, por poner un ejemplo de perfil notable. Por aquel entonces, en los últimos años de la primera década del XXI, la red social florecía a un ritmo de fascinación que implicaba a grandes y pequeños a partes iguales, estableciendo una horizontalidad de interacciones que pasaban por encima del quién eras. Y eso era lo más importante. Daba igual que fueras un escritor de renombre, un periodista deportivo, una investigadora universitaria, un taxista, un recepcionista, una geógrafa, un restaurador, un arquitecto, una fotógrafa, una doctora, un marketer, un desarrollador web, un panadero, un herrero, un sastre… Estabas en Twitter. Y eso generaba una empatía favorable entre los que utilizaban la red social del pajarito, por entonces con 140 caracteres, ni uno más; ni uno menos; sin imágenes que añadir al TL, caracteres, arrobas, hashtags y punto.

Una etapa de fascinación que perduró, como mínimo, hasta diciembre de 2010, cuando la crisis provocada por la huelga de los controladores aéreos en España significó un punto de inflexión para la red social, que encontró nuevos usuarios en los viajeros desesperados por conocer noticias sobre la situación de sus vuelos. La encontraron en Twitter de forma más inmediata que en la radio. La democratización de los smartphones había irrumpido en paralelo, con lo que la movilidad compartida de mensajes facilitó a posteriori el crecimiento exponencial de usuarios, especialmente los de perfil institucional. Porque desde ese mes, Aena dio el paso a informar a través de Twitter, y con esta entida pública, comenzaron a desembarcar poco a poco todo el aparato institucional: medios de comunicación, artistas, famosos y profesionales de reconocido prestigio.

Twitter se puso de moda. El número de usuarios se disparó y, con ellos, el de interacciones, robots o cuentas anónimas, sin nombre ni apellido; auspiciados por nicks de usuario de los que emanaban insultos, dádivas a favor o en contra del partido político de turno, mensajes de ida sin vuelta, comentarios carentes de suma a un punto de vista y ruido. Ruido mostrenco que fagocitó la sostenibilidad inicial. Los famosos de la vida real dejaron de hablar con los que no lo eran, los profesionales que se famosizaron por su acción tuitera desaparecieron y el comunicado oficial se instauró en las cuentas deshumanizadas de los actores de siempre, los mismos de la tele o de la radio.

Una evolución que condicionó el desarrollo paralelo de la plataforma, con la incorporación de lenguajes propios de otras redes sociales a la biografía: vídeos, fotografías, hilos y hasta 280 caracteres en vez de 140. Twitter había cambiado. ¿Asimilaron el cambio los usuarios? Es la pregunta que cabría realizar en este punto a los apocalípticos que hoy opinan que “Twitter está muerto”. ¿Lo opinan quienes conocieron la versión anterior a diciembre de 2010-2011? ¿Piensan eso los nuevos usuarios? ¿Y los que utilizan el canal con la misma frecuencia de siempre?

Solo por existir debates como el que plantea la esencia de este post, el relacionado con la vigencia o no de la red social del pajarito, puede servir para afirmar que “sí, Twitter está muy vivo”. Aunque quizás de otra manera, en constante evolución, en la que hoy se requiere invertir más tiempo que antes para acondicionar un TL propicio para que sea útil, más especializado, más segmentado, más veraz. Al menos, más práctico para que sea utilizado con criterio informativo, con vocación de relaciones públicas, con el marchamo del sé que Twitter me puede ayudar a conectar con prescriptores, fuentes, enfoques, personas anónimas con capacidad profesional sobrada en cualquier ámbito, temático o geográfico. Valores inherentes a la comunicación digital que cualquier planificador estratégico no habrá de desdeñar.

La comunicación tiene que seguir creyendo en Twitter. Twitter necesita su tiempo. Tiempo al tiempo.

@os_delgado o @360gradospress
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“El buen periodismo genera una opinión propia”

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La periodista Cristina Bea ha centrado su carrera profesional en el periodismo deportivo profesional, tanto en radio como en televisión, y sigue el día a día de los equipos valencianos Valencia C.F., Levante U.D. y Pamesa Valencia. Actualmente trabaja a pie de campo y como redactora para beIN SPORTS, GOL TV y LaLiga.

¿Cuándo comenzaste a interesarte por el mundo del periodismo? ¿Eras de las que de pequeña se plantaba con un cepillo a modo de micro delante de un espejo para dar una noticia?

Sinceramente, no tengo conciencia de no estar interesada por el periodismo 😊. Con doce o trece años ya decía que quería dedicarme a ello después de años de haberlo consumido. Siempre he sido muy aficionada al fútbol y a la información que genera, aunque la verdad es que nunca me dio por ponerme frente al espejo a narrar o a comentar. Curioso, pero no.

¿Cómo defines el buen uso del periodismo?

Defino el buen periodismo como aquel que se hace para nutrirse de datos, de cifras, de estadísticas y de realidades. De la mayor objetividad posible para después generar una opinión propia. Para saber, sin tendencias ni colores. Y después pensar y opinar.

¿Cuáles son las claves para hacer periodismo deportivo para televisión sin caer en el ‘salseo’ o el lado más banal de la noticia?

De esa forma precisamente: facilitando los datos y contando la realidad tal y como es. Sin edulcorarla ni alterarla. Siendo lo más informativo posible.

¿Qué es lo que has aprendido en tus años de ejercicio periodístico que te haya hecho cambiar tu pensamiento inicial acerca de la profesión?

La verdad es que no tenía una idea de la profesión. Soñaba con hacer de pie de campo, de inalámbrico, en la radio, pero por suerte no tuve prejuicios ni ideas preconcebidas, pero seguro que se habrían ido al traste pronto 😊. Quizá cuando trabajas, por destacar algo, eres más consciente de las horas que hay detrás de cualquier información, de cualquier retransmisión y de la cantidad de gente que mueve a nivel técnico. Ver para creer.

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“El #MeQueer ha expuesto la necesidad de hablar del acoso que sufre el colectivo LGTBI”

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Hace algunas semanas que el escritor alemán Hartmut Schrewe encendió la mecha de la reivindicación pública del colectivo LGTBI con un tuit que incluía el hashtag #MeQueer como emblema de un movimiento que se ha expandido por todo el mundo. Una puerta abierta y acogedora que ha invitado a muchísimas personas a contar sus propias experiencias en cuanto a acoso verbal y físico y las secuelas que les han supuesto (depresión, baja autoestima, etc.).

En España el encargado de difundir masivamente esta iniciativa de manera casi intuitiva, como él mismo afirma, al contar varias de las anécdotas que más amargamente recuerda, ha sido el periodista Rubén Serrano.

¿Cuál fue la anécdota vital con la que viralizaste el hashtag #MeQueer a través del tuit de Hartmut Schrewe?

De forma intuitiva comencé a compartir experiencias cuando descubrí el tuit de Schrewe, ya que en España no había tenido la repercusión que sí había conseguido en países de Europa como España. Una de las primeras fue cuando hace años iba con mi madre por la calle y un señor pasó por nuestro lado y dijo “qué maricón”. Mi madre no dijo nada y ello me hizo sentir violento, mal, cuando deben ser los otros los que tienen que sentirse así.

¿Crees que había una necesidad por parte del colectivo LGTB de que alguien encendiera la chispa de la reivindicación de una manera tan cruda y directa en nuestro país?

El movimiento ha expuesto la necesidad de hablar del acoso que sufre el colectivo LGTBI, tanto verbal como físico, cada día. Nos hemos unido en un espacio en el que denunciar en voz alta nuestras historias personales. Ha sido una manera de darnos un abrazo entre todos y darnos cuenta de que no estamos solos.

¿Qué acogida está teniendo el hashtag #MeQueer por parte de la sociedad no LGTBI?

Está invitando a todos ellos a la reflexión. He recibido comentarios en los que gente me ha llegado a pedir perdón porque se ha dado cuenta de comentarios negativos que ha llegado a poder hacer y de los que no se había dado cuenta hasta ahora. Hace falta un cambio social y valorar la diversidad. No hay que ver lo ‘diferente’ como algo malo, sino positivo. A nivel social muchas personas siguen enquistadas en el pasado a la hora de utilizar palabras ofensivas hacia nosotros.

¿Cómo percibes la difusión que están haciendo los medios de comunicación? ¿Notas un interés real de denuncia o la acogida informativa a una tendencia como cualquier otra?

Lógicamente forma parte de la agenda de los medios por su actualidad, pero sí que encuentro una preocupación real por cubrirlo, por dar voz a muchos casos. Es la misma estela del #metoo, no algo anecdótico, sino un problema que está ahí.

¿Cuántas veces los padres y las madres han influido negativamente en la educación y en la visión que los niños y adolescentes LGTBI tienen sobre sí mismos y con la que crecen y se forman como adultos?

No es culpa de nuestros padres, madres, tíos, tías…sino que es un problema estructural, que se repite generación tras generación. Es algo cultural que se ha arrastrado a lo largo de los años. Antes no existía la denuncia. Al sacarlo a la luz, ha servido como aviso de cambio, porque es un problema cotidiano.

¿Tenemos en la actualidad en nuestro país o fuera figuras LGTBI que sirvan de ejemplo positivo para los niños y los adolescentes en los medios de comunicación o el cine?

En la cultura pop mainstream actual encontramos muchas como Years & Years o Troye Sivan. Famosos que han afirmado sin reparos que son gais o bisexuales públicamente. En España tenemos a los Javis (Javi Calvo y Javi Ambrossi) o a Jesús Vázquez, que dicen a los jóvenes LGTBI que ellos también pueden llegar a tener ese éxito y que no son menos que los demás.

Algunos de ellos tienen ‘pluma’. ¿Por qué sigue siendo algo rechazado?

Porque vivimos en una sociedad en la que se censura todo lo que no sea heteronormativo. Por ejemplo, que siendo un hombre no te ‘comportes’ como un hombre. Se les toma como un chiste, sobre todo, cuando son personajes públicos. Antes era un problema, pero ahora ya no sucede tanto. La sociedad es muy diversa y podemos tener cabida todos y respetar todos los modelos existentes.

¿Está suficientemente concienciada la sociedad no LGTBI sobre el peso que tienen palabras como ‘maricón’ o ‘bollera’?

Hay cada vez más concienciación en las grandes áreas, pero no tanto en las pequeñas. Esas palabras son insultos dañinos cuando se utilizan como tal. Si las utilizamos nosotros nos empoderan y ayudan a reivindicarnos. La gente no está suficientemente concienciada porque las palizas y el acoso verbal se siguen sucediendo detrás del falso espejismo de la sociedad moderna. Pero eso es una superficie. Sigue habiendo cultura del odio y homofobia. Pero estoy contento con que el movimiento #MeQueer llegue a hacer reflexionar al menos a la gente. Es un éxito.

Por @casas_castro

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