“Hace dos años recibí un encargo de la GVA. Un trabajo maravilloso, cargado de aventura y de descubrimientos. Un trabajo humano. Un trabajo con un fin: fotografiar la #Ruta99. Una idea de Paco Cerdà (compañero periodista y escritor y ahora también trabajador de la institución). El trabajo consistía en recorrer los 24 pueblos de la Comunitat Valenciana con menos de 100 habitantes y hacer un retrato humano y paisajístico. Lugares maravillosos rodeados de naturaleza y “llenos” de grandes personas. La presentación, después de dos años de espera por la pandemia, se dio ayer. Agradecida y feliz”.
De esta manera, Marga Ferrer, fotógrafa y socia fundadora de Soma Comunicación, desveló en sus redes sociales la significación de este encargo convertido ahora, con el punto de partida en Castellón, en exposición itinerante. Con todo, en este post recogemos lo que el ojo no ve, tanto el punto de vista que aporta la autora de las fotos por esos enclaves de esta parte de la España vaciada como por el making of de su experiencia, retratada también desde el otro lado del objetivo.
El trabajo fotográfico se realizó entre el 7 de enero y el 10 de marzo de 2020, justo antes del estado de alarma declarado por la pandemia de la Covid-19. Las fotografías se tomaron en su totalidad (salvo excepción de un par de retratos) en fines de semana. El 18 de enero de 2022 vieron la luz tras la inauguración oficial de la Ruta 99 y de la exposición en Castellón. Pero, ¿qué encontró en su camino fotográfico por los 24 pueblos? Lo conocemos en este relato resumen escrito por ella, en primera persona.
Retrato humano
La idea inicial era hacer una foto de familia con los habitantes de cada pueblo. ¡Y fue posible! (Salvo en Carrícola). Para ello, hizo falta mucho trabajo de organización e implicación de los alcaldes de cada municipio. Uno de los problemas pasó por localizar a todos los primeros ediles, ya que al ser alcaldías pequeñas todos tienen más funciones, además de las administrativas con los ayuntamientos. Se consiguió gracias a las mancomunidades y a la colaboración de los alcaldes vecinos, que facilitaban los teléfonos personales de otros alcaldes. Su implicación fue máxima.
Además, realicé una serie de retratos elegidos al azar para trazar un perfil de personalidad de los pueblos. Conclusión: en los pueblos pequeños vive todo tipo perfil de personas, con todo tipo de empleos y funciones. Con todo, hay predominio de ciertos oficios, como guardas, peones forestales, ganaderos, agricultores y estudiantes. Trabajos y ocupaciones que les permiten vivir en sus pueblos y que, a la vez, son necesarios para su comunidad. Precisamente, Facundo, vecino de Tollos, un labrador jubilado de 101 años es el más longevo de todos los habitantes de los 24 pueblos retratados.
Valores comunes
Calidad de vida, tranquilidad y unión. Gente acogedora y amable. Arraigo por la tierra y sentimiento de pertenencia. Conservación de los bienes históricos y culturales. Respeto y cuidado de la tierra y el medio ambiente”.
Todos los pueblos son una postal y están dotados de instalaciones deportivas y parques infantiles. Las calles están limpias y las casas bien cuidadas. Es más visible el ambiente en los pueblos con bar o centro sociocultural pero, en aquellos que no lo tienen, es habitual encontrar grupos de personas en las plazas o en las puertas de las casas.
Hay un cambio de ambiente radical (y lógico) entre los días de entre semana y el fin de semana, aunque me sorprendió que mucha de la gente se marcha a trabajar y vuelve todos los días a su pueblo para dormir (otros tienen doble residencia). Los 24 municipios tienen un acceso más o menos fácil, si bien es cierto que algunos están recónditos y con accesos mediante carreteras o pistas estrechas. Todos tienen cobertura y la mayoría buena conexión a internet aunque no con todas las compañías. Es normal perder la conexión en los trayectos si viajas con Google Maps. Aún así, lo que más sorprende es el paisaje. La naturaleza que rodea a los pueblos es abrumadora.
Anécdota conciliadora
Realicé todo el trabajo en familia, ya que tenía una bebé de 2 años recién cumplidos y otra de 4 meses a la que tenía que amamantar cada 2-3 horas aproximadamente (y no encontré modo de que quisiera el biberón).
Corroboro la amabilidad y el acogimiento de las personas de los pueblos. Pues, por un lado, me ayudaron a organizar y me acompañaron para conocer (también me dieron libertad para autodescubrir) y, por el otro, ayudaron al papá de las peques a calmar, a pasear, a divertir y entretener, a cuidar a las niñas. Lo que en un principio era complicado y difícil se convirtió en una aventura anecdótica y maravillosa.